Creado en: noviembre 15, 2021 a las 08:51 am.

De compromiso con el piano


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Hace mucho tiempo que la vida del Maestro Ulises Hernández ilustra los días culturales en Cuba. Su nombre implica notables significaciones, sea desde la interpretación pianística, o por cuenta de fértiles compromisos intelectuales; entre los cuales se dejó seducir por la provocadora enseñanza del instrumento.

Esos vínculos los inició siendo todavía estudiante del nivel medio cuando impartió sus primeras clases de Piano Complementario, durante sus prácticas pre-profesionales en el conservatorio Alejandro García Caturla, antes de realizar su servicio social en la Escuela de Superación Profesional  Ignacio Cervantes y encontrar, más tarde,  a sus primeros discípulos en el Instituto Superior de Arte, ISA.

“En este proceso de la enseñanza uno aprende casi tanto como los estudiantes.  Pienso en eso porque te enfrentas a problemas que, a lo mejor tú no tuviste”; asegura.

“Otra, empiezas a resolver aquellos que tuviste y a los cuales no habías encontrado todas las soluciones posibles; y ahora, un poco distante, las encuentras como pianista. También, tratando siempre de que el estudiante se estimule ante una obra, vas buscando los recursos que pueda tener y, en ese proceso, uno se enriquece mucho. Uno crece”.

Eso lo puede decir cualquier profesor. Es bien complicado, pero también muy rico, subraya el Maestro Ulises Hernández.

El piano entre los retos

Ulises Hernández tuvo su primer acercamiento al piano en solitario, con profesores particulares, antes de tener la edad suficiente para irse a la escuela donde pudo alcanzar un tardío Nivel Elemental; y llegar más tarde, desde su natal pueblito matancero de Unión de Reyes, a la capitalina Escuela Nacional de Arte, ENA.

El conocimiento del instrumento lo alcanzó entre las manos de Gloria López, quien también lo preparó en solfeo y teoría; y mediante Andrea Mesa, antes de Jorge López Labraña.

Por tanto, el paso por Caturla fue también el modo de enfrentarse a diferentes experiencias.

_¿Quiénes eran los colegas de ese momento?

“Allí coincidí con Mercedes Estévez, Isabel Clavel, María del Carmen Valdés. Era un claustro importante, con currículos y resultados de primera línea que, de alguna forma, alternaban conmigo; aunque el Departamento de Piano al cual pertenecía siempre ha estado un poco distante del Piano Básico.

“Sucedió en el penúltimo año de la carrera, en la ENA, y esto no se repitió hasta que, en el ISA, la profesora Teresita Junco me escogió como Alumno Ayudante en la asignatura de Metodología de la Enseñanza del Piano, que es tan importante”.

_¿Cuánto lo pertrechó ese período de su tiempo estudiantil?

“Creo que me sirvió de mucho, y sobre todo para mis inicios de postgraduado, como profesor en la desaparecida Cervantes; porque me sentí bastante preparado y, de hecho, eso me permitió restructurar los planes de estudios del lugar.

“Allí subsistían algunas orientaciones sobre qué hacer en cada año, pero no hubo un plan de estudio totalmente organizado para orientar la enseñanza del piano a los profesionales no titulados.

“Se trataba de que salieran de ahí tocando algunas obras, que pudieran hacer arpegios y escalas; y sí, había una especie de plan de estudios muy general, tanto que se prestaba para que cualquiera interpretara cualquier cosa y eso, más o menos, estaba bien.

“Entonces, dadas las necesidades, para mí resultó muy claro cómo organizar, qué hacer primero y después”.

_Fue como una vuelta de página. Tener alumnos pequeños primero y luego enfrentarse con profesionales.

“Yo no sé qué fue más difícil. Porque los últimos tenían una cantidad de vicios y clichés que resulta muy difícil  arrancárselos a personas mayores, más que crear hábitos entre los niños.

“Resultaba difícil, a quienes tienen sus formas de “pedalización” -por ejemplo- explicar que el estilo no tiene nada que ver, cuando con eso se pierden las armonías; persuadirlos de eso era decirles que hasta ese momento estaban haciendo mal su trabajo.

“Entonces tenía la doble responsabilidad de impartir la asignatura y convencerlos de mejorar sus resultados. Pasaba mucho trabajo ante técnicas rudimentarias y el aula se me convertía entonces en un campo de batalla”.

_Por tanto, al comenzar a dar clases en el ISA, fue como un alivio

“Ahí fue, verdaderamente, la etapa de profundización del conocimiento; donde me encontré los primeros alumnos con sus problemas más o menos resueltos, y un nivel más sólido, que arrancó desde el Nivel Elemental. Entonces me empezó  gustar hacerlos especialistas del conocimiento profundo, de la investigación como parte de la interpretación.

“Ello también es un reto, porque no lo sabemos todo”, asevera además el Maestro Ulises Hernández.

Así ha sido cómo, egresado en 1982 del aula de Frank Fernández en el ISA, con posteriores estudios de postgrado y una maestría en Europa y La Habana, presentaciones en prestigiosos escenarios, premios a su magisterio y entregas al cine o la discografía, su nombre se ha prolongado en el ámbito de la docencia, tras un preclaro humanismo; una distinción que no resulta hueca cuando se le ve rodeado de sus discípulos.

También se asegura que los alumnos aprecian su magisterio riguroso y a la vez flexible, que va más allá de los aspectos técnicos expresivos para adentrarse en la formación de valores humanos. Ello, por cuenta de las ganancias de su experiencia y todo el tiempo que lo ha acompañado desde el encuentro con sus primeros discípulos en la nombrada Universidad de las Artes.

_Siendo Jefe del Departamento de Piano en la Facultad de Música, ¿qué implicaciones tienen sus influencias para los estudios superiores del instrumento?

“Me ha tocado cambiar muchas cosas, incluso el programa de estudios también ha sido renovado, porque las nuevas técnicas aportan cosas nuevas y todo desde el conocimiento y las habilidades. Todo se renueva, cambia y  uno tiene que estar muy activo en eso; y, sobre todo, muy actualizado”.

_Esta posición entraña un compromiso, siendo a la vez responsable de los que se estará evaluando en el futuro.

“Es un reto, porque uno no es perfecto.

“Yo me creo muy responsable en cuanto a la superación, siempre estoy sumando, me gusta oír todos los criterios, los  nuevos y viejos aportes de las escuelas rusa y alemana, qué están haciendo los norteamericanos, o qué hacemos los cubanos.

“Te digo esto porque creo que, la política mía, parte del interés por sumar conocimientos, estar actualizado, saber que está «de moda», traer profesores y pianistas del extranjero para propiciar el intercambio; para que, de esta forma, se enriquezca la enseñanza cubana del piano.

“A mí eso me provoca muchísimo”, acentuó por último el Maestro Ulises Hernández.

A esta altura, para encontrarle, habría que llegar hasta el Oratorio San Felipe Neri del Centro Histórico capitalino, desde donde también expande sus conocimientos, al frente del Lyceum Mozartiano de La Habana, con toda su repercusión en el entorno social de la comunidad.

Allí, más allá de considerar el espacio tradicional del aula como escenario para el estímulo pedagógico, reconoce en ese ámbito pedagógico una suma de influencias, donde también -bajo el celo de su atención- radica la Orquesta Sinfónica del Lyceum; con resultados de notable envergadura entre toda la actualidad de la música en Cuba, junto al mérito de los colegas que le acompañan y sus permanentes discípulos.

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