Creado en: marzo 10, 2022 a las 09:09 am.
“Es una novela habitada por el universo de lo femenino”
Por Teresa de Jesús Fernández González
La primera vez que leí Niñas en la casa vieja, de Dazra Novak, fue en formato digital, una lectura, digamos, rapidísima, y al terminar le envié un mensaje diciéndole que todavía sus personajes andaban conmigo por mi casa. Efectivamente, es una novela que cuando acabas de leerla deseas volverla a empezar, no quieres que nadie se vaya, aunque sospechas muchas veces que esas nadies realmente son una sola. Son esa muñeca, esa matrioska, que se va deshaciendo una detrás de la otra, hasta conformar al final una sola, una única propuesta de lo que sería una mujer en todos los sentidos, con todas las posibilidades que rompe con esquemas de género, esquemas de sexualidades y deja al desnudo todas las variables reales que tendría un ser humano para expresarse a sí mismo, en este caso una “sera” humana, porque es una novela habitada por el universo de lo femenino.
Ana Manso, personaje con el que inicia la historia, establece con la protagonista, dueña de la casa y personaje narrador una relación a lo My fair lady, película en la cual un profesor de fonética, Henry Higgins, enseña a una joven sin estudios Eliza Doolittle a pronunciar con buena dicción las palabras y cómo hablar correctamente, porque Ana Manso es un diamante en bruto, es puro carbón, pero del que ella sospecha, la protagonista y narradora, que tendría mucho que poder decir si tuviera una voz que le permitiera expresar sus sentimientos y que le permitiera cantar, uno de sus mayores deseos. Pero esa no solo es la única relación entre Camila y Ana, la profesora que intenta enseñar el buen decir y la discípula que representa un espacio de poderío, de fuerza hiperactiva, casi incapaz de estarse quieta, es la manera mejor que tiene Ana de expresarse, a través del movimiento, de sus acciones, con su cuerpo.
La casa va poblándose de mujeres y Rosita Aparicio es todo lo contrario a Ana, mujer refinadísima, de buen gusto que sabe sentarse a la mesa, conversar, conducirse en cualquier circunstancia y sobre todo tiene un sentido muy práctico de la vida, sabe muy bien cómo estar en el lugar necesario. La novela es como un abanico y cada uno de sus pliegues representa todas las posibles expresiones de una mujer, además un abanico que nos va contando, a lo largo de las historias que se reúnen en la casa, el devenir real de Cuba, quiénes fuimos y quiénes somos, siempre anclada en el presente, como si el tiempo no existiera, como si el tiempo confluyera continuamente y todo fuera un presente que permite revisitar las diversas realidades.
Cuando leí por primera vez a Dazra Novak leí su novela Making of y leyendo Niñas en la casa vieja pensaba conserva esa genuinidad, esa frescura de aquel texto de 2012, sin embargo, le ha aportado una cantidad de conocimientos, de cultura, de aprendizajes, que te apabullan, porque en la novela sientes a Sabina, Virgilio Piñera, Sonia Rivera Valdés, Thomas Mann, Pier Paolo Passolini, Fernando Pessoa y el misticismo está representado por nombres importantes, como Madame Blavastky, o nombres tal vez menos importantes pero muy conocidos como Carlos Castañeda, o como el chileno Jodorowsky, y de pronto te das cuenta que hay un mundo místico profundo, en el que confluyen todas las posibilidades de interpretar el mundo como una cosmogonía múltiple, donde conviven la religión católica, la cristiana, la teosofía, el espiritismo, la santería, y cualquier cosa que pueda darle al ser humano algo de lo cual sujetarse. Por eso hablo también de esas lecturas que evidentemente la protagonista narradora, vamos a decirlo así en este caso, tiene. Y no solo son esas lecturas, sino esas películas que ha visto, esas canciones que ha escuchado, y esos textos que ella misma se propone escribir como guionista, y que nos hacen sospechar puede ser todo un juego de su fantasía, de su necesidad de habitar una casa enorme. Una casa que también se lee como la isla, que se lee como el país, como La isla en peso, para seguir citando a Virgilio. Y también está Fayad Jamís, Daysi Granados, Carlos Montenegro, La Biblia y todo lo que puedas imaginar que conforma el mundo de la inteligencia o de la sensibilidad, la espiritualidad o de la cultura, dentro y fuera de la isla, pero tiene que ver con quiénes somos nosotros, cómo nos hemos formado. Eso significa que la novela ofrece muchas posibilidades de lectura. Una lectura, digamos, superficial, en la que vas a conocer la historia de estas amigas, de estas mujeres que se encuentran y van construyendo una convivencia de complicidades y de maneras de engarzar unas con otras, y existe la posibilidad de hacer una lectura en la que, quien está leyendo, está asistiendo a un juego, un juego que propone el personaje narrador: a ver si te das cuenta de lo que estoy diciendo, a ver si sabes de lo que estoy hablando, a ver si esto te suena a algo. Es como si fuera poniendo todo el tiempo unas trampas en las que quien lee, una lectora o lector, digamos, agudo, o que tenga al menos el background de la narradora, entonces juegue con ella a decir, ah, te descubrí, aquí estás hablando, aquí estás mencionando, y aquí de alguna manera estás rindiendo un homenaje a tal o más cuál escritor, o tal o más cuál escritora, o tal o más cuál canción o tal verso. Eso realmente es un juego precioso, porque es la literatura dentro de la literatura, es el arte dentro del arte, la música, la pintura, la fotografía, es la creación en sí. La novela se convierte en eso, en un enorme útero preñado de todas las posibilidades creativas que una mujer puede ofrecer, incluida una nueva vida pero el nonato, al que iban a llamar David para que enfrentara a todos los Goliats, que iba a ser la representación real del hombre como debe ser, ese hombre que no violenta, que no es machista, que no daña a la mujer, sin embargo, no se produce, y en él habían puesto ellas todas sus esperanzas.
De todas maneras lo que queda claro es que durante el tiempo que dura la novela, mientras estamos leyendo a La Habana, mientras estamos leyendo a Cuba, nuestras historias, las posibles mujeres que cada una de nosotras podría y quisiera ser, lo que sí queda claro es que estamos ante una mujer, en este caso la protagonista, que entre los tantos guiños que te hace, relacionados con la sexualidad o que tienen que ver con la manera en que se percibe el mundo, entre esos tantos guiños también te hace guiños feministas, y de alguna manera en el capítulo de Natasha, se está hablando de Natasha, pero de pronto quien te sale al paso es Virginia Woolf, porque de pronto dicen que Lina Linet, otro de los personajes, nunca logra tener un cuarto propio, nada más parecido, ¿no?, que al título de ese gran ensayo. Y llega un momento en que realmente no quieres terminar de leerla o por lo menos quieres que cuando termines de leer se te quede todo impregnado. Primero, porque te va a hacer más sabia, porque te va a hacer más completa, pero sobre todo te queda lo mejor, esa ilusión de que si te pones a escuchar la radio y empiezas a girar el dial, a lo mejor te encuentras con Camila Comas que te está hablando de su guion o que te está proponiendo una buena canción. Muchas gracias.
Tomado de El Caimán Barbudo: https://medium.com/el-caim%C3%A1n-barbudo/es-una-novela-habitada-por-el-universo-de-lo-femenino-bddb7010dac8