Creado en: noviembre 7, 2020 a las 07:36 am.

Conjunto Casino, los campeones del ritmo

«Y tú cómo estás […], encantado de la vida […]». Con esa contagiosa melodía, en la voz del inolvidable sonero y bolerista Roberto Faz (1914-1966), cuando integraba el Conjunto Casino, me recibió el radialista Ernesto Agüero Boza, miembro de la Asociación de Cine, Radio y Televisión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

En esa ocasión, nuestro fluido diálogo giró alrededor de los conjuntos musicales, de los cuales la agrupación que nos ocupa desempeña una función «clave» en la historia de la música popular cubana.

El también realizador (jubilado) de la Decana de las Emisoras Cubanas, relató que había descubierto los valores de nuestra música, a través del ejemplo de sus progenitores. Fueron ellos quienes lo enseñaron a amarla con todas las fuerzas de su ser.

Por otra parte, refirió que él no había imaginado, ni siquiera en sueños, que un día restauraría los números emblemáticos de los «campeones del ritmo», grabados en el estudio más musical de Cuba: el estudio No. 1 de Radio Progreso (hoy «Benny Moré»). Y en consecuencia, salvarlos del olvido. 

Acto seguido, mi interlocutor —cual experimentado maestro— reseñó la estructura de los conjuntos musicales, los cuales se sustentan en las diferentes secciones que los integran: cuerdas de metales, percusión, piano, bajo y las voces de coro y solistas.

«El bajo y el piano son los instrumentos que constituyen los cimientos, o mejor dicho, las bases del número que interpretan en un estudio radial o televisivo, en una pista de baile o en un cabaret. El piano apoya el sentido rítmico de la pieza musical desde la armonía, mientras que el bajo fija el patrón que se ha de seguir durante el tempo que dure la pieza en cuestión, sea un bolero, un son montuno, una guaracha, etc. De ahí, la tendencia de que el plano sonoro del bajo se destaque de forma notable del resto de la sonoridad que identifica al conjunto».

En otra parte de su puntual intervención, destaca que «en ese tipo de agrupación los amantes de la música popular cubana han escuchado —como mínimo— dos trompetas. A cada una se le asigna una melodía diferente, es decir, “dos voces”, aunque en un momento determinado pueden sonar al unísono y establecer diálogos entre ellas. Todo eso está en estrecha dependencia del arreglo musical».

Agüero Boza señala que «las trompetas pueden conocerse como la sección de metales, utilizados para generar un fuerte contrapunto en los espacios corales, y consecuentemente, realizar un llamamiento vigoroso en la introducción de la canción. Efecto que ningún otro instrumento puede lograr. La función desempeñada en los finales también posee un mérito indiscutible».

Por lo tanto, «en la misma medida en que evolucionaban los conjuntos, podía haber hasta 3 o 4 trompetas para armonizar pasajes musicales a cuatro voces con ese poderoso instrumento. En muchos casos, llegaron a incorporar trombones, los cuales se nucleaban alrededor del centro grave de la sonoridad de los metales»

Según mi interlocutor, «en un inicio, los conjuntos carecían de tumbadoras y de pailas, solo tenían maracas, clave y bongó, cuya función básica es acentuar la cubanía de nuestra música. La clave posee una célula rítmica dada —fundamentalmente— por dos compases musicales que se mantienen inalterables durante toda la interpretación de la pieza […]»

«Por consiguiente, afirma el experto, se convierte en el metrónomo del colectivo. A partir de él, se basan el arreglista y los músicos para combinar armónicamente el sonido en el tempo. El bongó ocupa un lugar especial en la música que se hacía y escuchaba en aquellos lejanos tiempos, ya que desempeñaba una función humorística en el contexto instrumental de ese tipo de agrupación […]».

«No obstante, insiste, estar dentro de la marcha rítmica, creaba —desorganizándose— un diálogo propio, pero sin perder el tempo, lo cual coloreaba el sonido percutivo. El mérito mayor es, por supuesto, del bongosero, quien —con suma habilidad— sabía salir de esa marcha y pasar al toque de campana en el montuno o el mambo»

Para Agüero Boza, «las maracas devienen el instrumento que mantiene la brillantez en la pieza musical. Si hablamos de frecuencia, representa el sonido agudo en el seno del conjunto. Las voces no son diferentes a las de las orquestas con formato tipo charanga y de jazz band […], pero en los conjuntos sí se distinguían las voces de los cantantes, quienes le imprimían un sello inconfundible a la agrupación a la que pertenecían […], a tal extremo de que ponían en juego la sonoridad de la agrupación cuando se hacían sustituciones».

Por último, «se requiere no solo de un conocimiento musical, sino de los disímiles estilos, de los que —sin duda alguna— no había dos iguales […], ni siquiera parecidos. Elemento que debemos tener en cuenta en la restauración de esos tesoros que incitan al especialista a descubrir hasta los más nimios detalles que identifiquen los aspectos antes señalados. Más que técnica, periodista, es un trabajo artístico por excelencia».

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