Creado en: abril 13, 2023 a las 11:26 am.

El Chino Heras, las «guerras» que tienen su nombre

La guerra tuvo seis nombres: Pardo, Modesto, Piedra, Rogerio, Mateo y Eduardo. Eduardo tenía miedo, tenía frío bajo aquel yipi en pleno bombardeo lejos de playa Girón. Él no sabía qué era la guerra, no estuvo en ella, o sí, en el combate contra la espera, en el pañuelo de la anciana, en las lágrimas del miliciano, en la voz de Aldo pidiendo agua. Eduardo no sabía que era la guerra, pero le dio nombres y los convirtió en cuentos. 

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Vuelves a ver a Julio, Heras, sonriente en el retrato. Piensas en él, en el joven mártir y entonces el rostro vívido se trasfigura. La tez se torna negra como la pólvora, como la muerte que le consumió el rostro y la vida. Pero tú lo resucitas en tus páginas. Se escuchan Los pasos sobre la hierba, esa que, calcinada por el fuego, dices, luce como la mierda pisoteada. La guerra Heras, sabías qué era la guerra y le diste nombres que se convirtieron en cuentos.

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 El 5 de agosto de este año Heras hubiera cumplido, entre nosotros, 83 años de edad. Sin embargo, en la noche de este 12 de abril, falleció dejándonos una obra narrativa muy honda y un ejemplo de generosidad, entrega y sentido ético profundo, como afirmó en twitter el presidente de la Casa de las Américas, Abel Prieto Jiménez, también notable ensayista y escritor.

A partir de ahora, es así como seguirá El Chino de las letras cubanas, el mismo que como el primer narrador de la historia primitiva tuvo «un acto de fe». Aquella iluminación la experimentó acompañado de su padre, cuando, a los nueve años, escuchó por primera vez el programa radial de improvisación de décimas con pie forzado.

Sin embargo, a Eduardo Heras León lo conquistó la capacidad de entremezclar la ficción y la crudeza de la realidad a través de la prosa, vocación materializada fundamentalmente en su prolífica producción cuentística. Sus relatos juegan con las paradojas de la existencialidad misma: la valentía y el miedo, el deber y el poder hacer, la belleza y el horror de la heroicidad, la vida y la muerte. A través de su pluma la Revolución cubana fue retratada desde sus años fundacionales, una pluma audaz, que, pese a las más grises premoniciones de las mentes censoras, supo emerger nuevamente con su honestidad.

Títulos como La guerra tuvo seis nombres (Cuento, Premio David UNEAC 1968), Los pasos en la hierba (Premio CASA 1970), Acero, A fuego limpio, Cuestión de principio y La nueva guerra, conforman el haber de este narrador nato que juega con el humor en medio de las realidades literarias e históricas más desfavorables.

A los 12 años, el Chino, fue limpiabotas, vendedor de periódicos, billetes de lotería y limpiador de portales, pero también obtuvo su primer galardón literario en un concurso sobre “Martí y los niños”, convocado por la Asociación de Maestras Católicas. Aquel lauro sería el comienzo de la larga lista de reconocimientos que componen el curriculum vitae del Premio Nacional de Literatura 2014, Premio Nacional de Edición 2001 y Premio Nacional de la Crítica 1986.

Su vocación de narrador viene acompañada por el amor hacia la pedagogía. No en vano prefiere ser presentado como maestro, escritor y periodista, en ese mismo orden. A través del Centro de Formación Onelio Jorge Cardoso ha legado a las jóvenes generaciones la tarea de representar la narrativa nacional.

“Puedo decirte que es como un hijo que ha crecido en el corazón de los jóvenes narradores que han recibido sus cursos, muchos de los cuales se han convertido en grandes escritores, ganadores de los más importantes premios literarios del país pero que no han perdido el vínculo visceral con el Centro. Creo que si algún mérito tiene es el de haber cambiado la cartografía literaria del país. Cuba siempre fue país de poetas. Hoy también es país de narradores y en esa labor hemos puesto nuestro grano de arena, por no decir una parte importante de nuestra vida”, decía al periodista Enegildo Peña.

Y ¿qué mejor manera de conocer al Chino Heras que colarnos en sus clases a través de los ojos de sus alumnos del Onelio?

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