Creado en: febrero 5, 2023 a las 11:14 am.

Críticos embozados (IV)

Mozart, El Genio, autor de La clemencia de Tito.

Continúo la búsqueda y consiguiente  información a mis lectores sobre los críticos que rehusaron dar a conocer su identidad.

En la tercera década del siglo XIX, el 6 de enero de 1821, El filarmónico habanero remite al Diario Liberal y de variedades de La Habana el siguiente artículo:

“Señores redactores: Déjenme ustedes por su vida un hueco en el Diario Liberal para decirles a los señores directores del teatro que no saben la tierra que pisan, ni el negocio que traen entre manos, cuando se han metido a darnos la ópera La clemencia de Tito. Vaya, cuando en Europa lo sepan, no lo han de creer. La Isabela… sí, eso sí lo creen en Cádiz o en Madrid, porque se acuerdan que es un compuesto de piezas bonitas de diferentes padres, acomodados (no del todo bien), a una comedia no muy original, pero agradable. Mas el Tito de Mozart!!! ¡Vaya! ¿Y quién fue a oírla?, dirán: ¿Qué, ya en La Habana entienden tanto de música?

Eso se queda para un Londres, para un Paris o cosa tal, donde hay muchísima gente […] si yo, que he estudiado composición y toco mi instrumento muy regularmente, no puedo todavía vencer mi decidida afición a la música in puribus o primitiva, y me gusta más una contradanza acongada que la mejor aria italiana, ¿cómo quieren ustedes que el común de las gentes guste de una composición en donde el autor nos sopló cuánto hay de sublime en melodía y cuánto hay de rico en armonía? […] Y no es esto decir mal de mi país: no señor, a cada uno le gusta lo que le gusta. Un wals me da a mí sueño, y un zapateado de la tierra me saca de mis casillas, y presumo muy bien que a un alemán le suceda, al contrario, sin que por eso le crea yo más ilustrado, ni aún más músico. […] La escena y aria de la Sra. Galino en el segundo acto, es una de las piezas que mejor ha cantado esta actriz, por la pureza del estilo […]

“El filarmónico habanero

Se refería al estreno, el reciente 3 de enero, de La clemencia de Tito, de Mozart, con libreto de Caterino Mazzolá sobre el original de Metastasio[i], con un elenco encabezado por Mariana Galino, Nicolás Garcias de los Reyes, Isabel Gamborino, Juan López Estremera y Manuel García.

Hasta donde he podido hurgar, este  seudónimo aparece por vez primera en la prensa habanera. Nunca he afirmado que nuestro incipiente movimiento operático fuese comparable a los de los grandes centros de esa manifestación en Europa, pero tampoco clasificaba entre los peores. Cuando quizás no había nacido El filarmónico…, en febrero de 1777, un viajero francés, Thierry de Menonville, asistió a la quinta representación de Dido abandonada, de Metastasio –con música aún en discusión de Baldassare Galluppi o de Nicoló Piccinni-  y relata:

“Fue ejecutada, en mi opinión, mejor que cualquier otra cosa que había visto. El papel de Eneas fue interpretado por un virtuoso italiano que tiene la voz más bella que había oído, una figura muy hermosa y una noble fisonomía, a la cual se añaden las dotes de actuación de un gran actor. Una castellana actuaba en el papel de Didon, una mulata hacía la de confiden­te y el papel de Yarbe lo hacía un español. Estos tres actores, cosa rara, cantaban con gusto y precisión y actuaban bien. Era la primera ópera que veía en que la orquesta no fuera empuja­da por los redobles pesados y ruidosos del compás. Un secretario del gobernador, muy buen violinista, la dirigía e inspiraba a todos los sinfonistas la precisión y la verdad de la pintura armónica. No encontré nada que decir a lo largo del espectáculo salvo unos solos de violín, destinados sin duda a hacer brillar un famoso violín y que llenaron muy bien este objetivo, pero que suspendían y hacían languidecer innecesariamente el interés principal.”

Baldassare Galuppi  y Nicoló Piccini

La escasez de crítica en los últimos años me hace leer con indulgencia el escrito de quien se esconde tras este seudónimo. Al menos, nos da una idea del estado del consumo cultural en la mayor de las Antillas al comienzo de esta tercera década. Por otra parte, que los “indianos” solo estuvieren preparados para disfrutar de congas y zapateados -antes y ahora- revela una visión estrecha y discriminatoria. Como dato curioso, ese 6 de enero el Principal anuncia una nueva función de La clemencia de Tito

El 3 de febrero de 1821 también en el Diario Liberal…se publica una interesante respuesta a un artículo aparecido el 24 de enero en el mismo órgano:

“Una crítica tan inconsiderada como injusta, a la manera de cantar y a los talentos de la señora Mariana Galino, me sugirió otra vez las observaciones que sobre su encantadora voz me dictaron mi celo y afecto, más bien que mi instrucción en el arte. Otros motivos no menos justos, favoreciendo mi inclinación al teatro, me animan a dirigir a Vds. un cuadro si no fiel, al menos tal cual yo he podido figurármelo, del que existe en esta ciudad. Seguiré para ello el método que se ha propuesto el autor del artículo que sobre el mismo asunto se ha insertado en el Liberal del 24, y si las más de las veces me separaré de su modo de ver, será haciendo siempre justicia a sus luces y a sus intenciones […].

Hay una delicadeza francesa, como hubo un aticismo griego, una urbanidad alemana como una gravedad española, un humor y una penetración inglesa como una brillantez italiana. Esas cualidades del carácter de los pueblos se imprimen en sus composiciones teatrales […] Nuestro teatro no ha llegado aún a este punto de perfección, y en muchos ramos puede decirse que está en su infancia. Actores que jamás han aprendido el arte de la declamación, y que ni aun saben que existe, coros [ilegible] absolutamente a la acción; y corifeos poco más instruidos que éstos; he aquí el bosquejo triste, pero justo, de nuestros cómicos.

Todos los esfuerzos del joven Palomera (que si bien no era digno de un elogio que le privase de perfeccionar su talento trágico, el único de que está dotado, lo era menos de una crítica tan severa en un elogio poco justo a la Manolita [García Gamborino], con la cual tiene tantos puntos de comparación), si no son suficientes para sacarle de una medianía, que no se abandona sin mejores auspicios, debieron al menos servir para ponerle a cubierto de sátiras amargas. Su actitud es a veces trágica, y en muchas situaciones su semblante retrata las pasiones que quiere inspirar […].

Como el autor del artículo pasa tan ligeramente sobre el punto de nuestras óperas, y nada dice de los actores y actrices que las desempeñan; y como en mi concepto es en lo que está mejor servido el teatro, repararé su injusticia haciendo aquí mención de ellos […] Cuando asisto a una buena ópera en que la voz fuerte, pura y extensa de la Galino se alterna y contrasta con el bajo en la voz de la Gamborino; y en que la dulzura del sonido de la de Garcias se mezcla con el canto de Estremera o de Pau […] me siento entonces transportado a otra región más feliz […] entregado del todo al dulce error de mi imaginación, la ópera se me figura en aquel momento con toda la pompa con que la ha pintado el más suave de los poetas franceses en estos famosos versos:

…Ce spectacle magique,

Ou les beaux vers, la danse, la musique,

L’art de tromper les jeux par le conteurs,

L’art plus heureux de seduir les coeurs,

De cent plaisirs font un plaisir unique.[1]

Un espectáculo no menos grande que magnífico es el que nos ofrecen los bailes pantomímicos con que las cortes de Europa han embellecido sus teatros, y con que ha intentado mejorar el nuestro el señor Pautret […] Él es, pues, una especie de poema mudo que habla, según la expresión de Plutarco, porque sin decir nada se expresa por los gestos, los movimientos y los pasos; y por lo mismo, como los demás poemas, está sujeto a reglas […].

Al examinar por estos principios El Carnaval de Venecia, que últimamente ha ejecutado aquí, y que ha sido tan celebrado por el articulista, se conocerá que si  Pautret ha mejorado nuestro teatro, porque al fin ha introducido una clase de espectáculo que es del todo nuevo, y de que no teníamos idea, le falta también mucho para merecer una parte siquiera de los elogios que se le han prodigado.

[…] Una condesa viva y caprichosa, y más pueril que caprichosa y viva, quiere poner a toda prueba la firmeza de su amante: para conseguirlo medita una fiesta de máscaras, donde más parece que su objeto es divertirse con las simplezas y estúpida sencillez del criado del caballero, que convencerse de la fidelidad de éste. La astuta camarera de la condesa, favoreciendo sus intenciones, es la que está destinada a poner el plan en ejecución […] Yo prescindo del olvido de la acción principal; y prescindo igualmente de la entrada del caballero, y de la inverosimilitud de haberse enamorado de una persona a quien no conocía, y del modo maravilloso con que se desenlaza la acción; pues, que al fin, cansada la condesa de tanta burla y diversión, se presenta al descubierto, y por medio de una inspiración, si duda, el amante reconoce un rostro que jamás había visto.

Pero de lo que no podré prescindir jamás es del efecto de ilusión que este baile ha causado y debido causar en los espectadores.

En general toda danza que solo se pinta a sí misma y todo baile que no es más que un baile, deben ser desterrados del teatro […] sin ilusión no hay placer, y sin placer es inútil el teatro […]

El Philotécnico.

Se trata de un crítico avisado y certero, que coincide con las corrientes más avanzadas de la época. Se refiere a una ópera representada días antes del 24 de enero. Pudiera ser La piedra de toque, de Rossini, estrenada el jueves 11 de o una reposición de La italiana en Argel, del  lunes 22. Es una lástima que no haya encontrado un solo ejemplar del número del Diario Liberal… del 24 de enero al que se alude, donde se publicó la crítica que originó esta respuesta.

Llamo la atención sobre su justa ponderación del talento coreográfico de Andrés Pautret, que ha sido insuficientemente valorado por nuestra historiografía escénica.


[i] Sd. de Pietro Trapassi.

[1] …ese espectáculo mágico,

Donde los hermosos versos, la danza, la música,

El arte de engañar los ojos por lo narrado,

El arte más afortunado para seducir los corazones

De cien placeres hacen un placer único.


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