Creado en: mayo 18, 2021 a las 06:39 am.

En la Isla de los mil nombres: Dos geniales pensadores fortalecieron sus idearios

Circulares del Presidio Modelo, en la actual Isla de la Juventud./Foto del autor

Al llegar por segunda vez a Nueva Gerona, atraído por la historia, dos de los sitios que visité de la Isla de la Juventud (antiguamente Isla de Pinos), en diciembre de 1984 aún con el salitre del viaje de más de cien kilómetros por mar en mi cuerpo, fueron la Finca el Abra y el mal llamado Presidio Modelo.

En la Isla de los mil nombres como se le suele conocer también, coincidieron dos grandes de la historia universal. Dos geniales pensadores que fortalecieron sus idearios en la misma porción de tierra, pero en distintas épocas, 1870 y 1953: José Martí y Fidel Castro Ruz, respectivamente.

La estancia de José Martí en Isla de Pinos, acogido por el catalán benefactor José María Sardá, el 13 de octubre de 1870 (donde permaneció José Martí Pérez durante dos meses y cinco días), fue una valiosa experiencia que enriqueció su ideario y le ayudó a madurar y consolidar su personalidad.

Fidel llegó al Presidio Modelo con la conformación de un pensamiento que maduró con su reclusión forzosa en la pequeña ínsula, donde las ideas se hicieron más coherentes en lo que constituyó una prisión fecunda.

Martí (aquel adolescente que se rebeló contra los males de su tiempo), devino guía, un organizador de las fuerzas revolucionarias, un hombre que también encontró en la poesía una forma honrada de hacer llegar sus visiones de libertad, soberanía y ternura: “Pero la poesía tiene su honradez, y yo he querido siempre ser honrado”.

Martí fue un hombre de su tiempo y de todos los tiempos. Su pensamiento político tiene plena vigencia en la actualidad: “Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”.

No se equivocó el Maestro cuando dijo: “Hagamos por sobre la mar, a sangre y a cariño, lo que por el fondo de la mar hace la cordillera de fuego andino”.

La estancia de José Martí en Isla de Pinos, acogido por el catalán benefactor José María Sardá, el 13 de octubre de 1870./Foto del autor

Después de estar confinado en Isla de Pinos, Martí es desterrado a España, pero su pensamiento y su corazón estaban en la mayor de las Antillas:

“Escasos como los montes, son los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación, o de humanidad. Y queda, después de cambiar manos con uno de ellos, la interior limpieza que debe quedar después de ganar, en causa justa, una buena batalla…”.

Cuba entera estaba en pie de guerra: “El hombre que no es soldado cuando lo quiere la Patria, nunca será soldado, pero tampoco será hombre”.  Y como la Patria requería de un soldado, Martí se fue a la guerra. “Hasta hoy –dijo– no me he sentido hombre. He vivido avergonzado, y arrastrando la cadena de mi patria, toda mi vida. La divina claridad del alma aligera mi cuerpo. Este reposo y bienestar explican la constancia y el júbilo con que los hombres se ofrecen al sacrificio…”.

El día 15 del mes de mayo se abría la puerta de la libertad para poder recordar al Maestro con honor en todos los tiempos.

Armando Hart Dávalos, en una ocasión afirmó que si en 1895 no se logró salvar a Martí, varias décadas más tardes, Fidel sí logró revivirlo y mantenerlo actuante en nuestra historia.

En Isla de Pinos, Martí enriqueció su ideario y maduró y consolidó su pensamiento. En Isla de Pinos, Fidel perfiló el programa político y social del proceso insurreccional y dio forma a la base para el desarrollo de la Revolución: La historia me absolverá. En el buque El pinero, en su viaje en busca de la libertad, se creó oficialmente el Movimiento 26 de Julio.

En el centenario del natalicio de Martí los revolucionarios se alzaron en armas y atacaron el Moncada encabezados por Fidel, y cuatro días antes de cumplirse el aniversario 60 de la caída en combate del Héroe Nacional de Cuba, los jóvenes de la Generación del Centenario eran liberados y se preparaban para nuevas acciones, porque como expresara el Apóstol: “Se pierde una batalla por cada día que se pasa en la inacción”.

El 12 de diciembre, en respuesta a una nueva petición de Leonor Pérez al Capitán General, se le concede a José Martí permiso para regresar a La Habana con el objetivo de marchar deportado a España. El 18 del último mes del año 1870 sale de Gerona hacia La Habana, y el 21 le es expedido su pasaporte para el viaje del 15 de enero de 1871. En carta a Rafael María de Mendive, ese mismo día, le expresó: “De aquí a 2 horas embarco desterrado para España. Mucho he sufrido, pero tengo la convicción de que he sabido sufrir. Y si he tenido fuerzas para tanto y si me siento con fuerzas para ser verdaderamente hombre, solo a Vd. lo debo y de Vd. y solo de Vd. es cuánto de bueno

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