Creado en: agosto 22, 2021 a las 08:37 am.

Fidel en la UNEAC

A 60 años de las históricas Palabras a los Intelectuales del líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, y de la fundación de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), resulta necesario y oportuno, en medio de los desafíos actuales que enfrenta el mundo, Cuba y su cultu­ra, reunir en un libro las ideas que Fidel intercambió con la vanguardia artística e intelectual, no solo el 30 de junio de 1961 al culminar aquellas sesiones de diálogos celebradas en la Biblioteca Nacional, sino también en posteriores encuentros con los miembros de la UNEAC, organización con la que Fidel mantuvo especial cercanía a lo largo de los años.

Prácticamente todos los congresos de la UNEAC contaron con el acompañamiento del Comandante en Jefe, en cuyos espacios realizó trascendentales reflexiones y discursos. Y es que ciertamente después de Palabras a los Intelectuales, habría «muchas otras palabras a los intelec­tuales pronunciadas por Fidel», que dieron continuidad, enriquecieron y actualizaron las ideas que había pronunciado a finales de junio de 1961. Sin embargo, estas «otras palabras», han tenido escasa divulgación, incluso algunas no fueron publicadas. Al leerlas hoy comprendemos, que, aunque contextualizadas en su momento histórico, no quedaron atrapadas en la coyuntura, sino que abrieron caminos, señalaron rutas que se proyectan hasta nuestros días con extraordinaria vigencia.

No es posible hablar de la historia de la UNEAC, ni de la historia de la cultura cubana después de 1959, sin mencionar a Fidel. Palabras a los Intelectuales no fue solo un punto de partida, sino también un punto de llegada, una concepción sobre el papel de la cultura en la Revolución y sobre las más amplias posibilidades y libertades para la creación artística que Fidel había ido madurando, incluso desde antes de 1959, e imple­mentando desde los primeros meses después del triunfo revolucionario;1 ya a esas alturas se habían fundado el ICAIC, Casa de las Américas, la Imprenta Nacional, el Teatro Nacional, el movimiento de instructores de arte y se le había ofrecido gran apoyo a la Orquesta Sinfónica, al Ballet Nacional de Cuba, al Conjunto de Danza Moderna y a la Biblioteca Na­cional. Si entendemos que la visión de Fidel sobre la cultura trascendía los límites de la creación artística y literaria, comprendemos entonces que la conversión de los cuarteles en escuelas en el propio año 1959, su discurso el 15 de enero de 1960 en la Sociedad Espeleológica, en el cual señaló que Cuba debía ser en el futuro un país de hombres de ciencias y de pensamiento, fueron también reflejo de la audacia cultural que carac­terizó su ejecutoria desde los albores del proceso revolucionario cubano.

En 1961 el líder de la Revolución estaba enfocado, por sobre todas las cosas, en la búsqueda de las vías más idóneas para hacer de la cultu­ra un real patrimonio del pueblo. En momentos en que se desarrollaba la campaña de alfabetización, el hecho cultural más trascendente de la Revolución, era imprescindible sumar la vanguardia intelectual del país a la misión fundamental de lograr un cambio cultural no solo en las estructuras de poder, instituciones, organizaciones y relaciones sociales, sino incluso a nivel de individualidades, única manera de conquistar una real hegemonía cultural desde una perspectiva emancipadora. La proeza alcanzada en ese sentido, en tan poco tiempo, al punto de poder declarar el carácter socialista de la Revolución el 16 de abril de 1961 –algo que parecería un imposible histórico–, fue un resultado también del liderazgo indiscutible de Fidel.

En medio de un ambiente de pugnas estéticas, ideológicas y personales, entre distintas tendencias y figuras con influencia en el campo de la cultura y en los medios de comunicación, se hacía imperioso lograr la unidad. Ade­más de despejar cualquier duda que pudiera existir acerca de una posible extensión del realismo socialista al panorama del arte y la literatura en Cuba, Fidel logró fraguar los cimientos de un frente cultural cohesionado, en el que se agrupara la vanguardia artística e intelectual cubana en toda su diversidad.

1 Véase Isabel Monal, «Fidel y la cultura», en: Hacia una cultura del debate. Espacio dialogar, dialogar de la AHS, volumen II, compilador: Elier Ramírez Cañedo, Casa Editora Abril, La Habana, 2018, pp. 457-465.

El primer gran éxito de aquellas reuniones de la Biblioteca Nacional y de la intervención de Fidel fue precisamente la creación de la UNEAC, a partir de la celebración del Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas, del 18 al 22 de agosto del 1961. El Poeta Nacional, Nicolás Guillén, figura indiscutible de la cultura cubana, sería el primer presi­dente de la organización. Como parte de los resultados de ese congreso es posible percibir un equilibrio de tendencias en la integración de los órganos de gobierno de la naciente UNEAC, en su Comité Director, en las Vicepresidencias, Secretarías y en su Comité Nacional; también en las resoluciones que se acordaron, en las publicaciones y en los concursos que se proyectaron.2

En sus palabras de clausura en el Teatro Chaplin, el 22 de agosto, Fidel celebró el espíritu unitario que se había alcanzado:

Con ese espíritu –porque ya hace rato que consciente o inconscientemente estamos actuando así– se ha reunido este congreso. Y se reunió con profundo espíritu democrático y con verdadero espíritu fraternal, porque la unión que aquí ha prevalecido –unión tan firme y tan honda, tan espontánea y tan sincera entre los escritores y artistas; unión que ha hecho que en vez de «Asociación» el organismo se llame «Unión» (APLAUSOS)– es el producto de ese espíritu de que hablábamos, ese espíritu de entrega a la causa revolucionaria, esa conciencia del valor de la tarea que a cada cual le corresponde, ese renunciamiento de pasiones, ese renunciamiento de egoísmos, de personalismos y de ambiciones.

Luego de este primer congreso, el máximo guía del proceso revoluciona­rio cubano mantuvo su vínculo con la UNEAC, en medio de sus infinitas obligaciones y de otras prioridades de gobierno. Aunque no participó directamente en las deliberaciones del II Congreso de la UNEAC, ce­lebrado del 10 al 13 de octubre de 1977, el Comandante estuvo al tanto de todos los detalles de su realización, en cuya inauguración participó junto a Nicolás Guillén el segundo secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Ministro de las FAR, Raúl Castro. Tras la clausura del magno evento de los escritores y artistas cubanos, Fidel asistió a una recepción ofrecida por la UNEAC en el Salón de Protocolo de Cubanacán.

Del 7 al 9 de julio de 1982 tuvó lugar el III Congreso, que también recibió la atención del Comandante en Jefe, aunque no pudo estar presente en sus actividades. Las palabras de clausura del congreso estuvieron a cargo de Armando Hart Dávalos, miembro del Buró Político y Ministro de Cultura. En el transcurso de las sesiones se produjo el fallecimiento del destacado intelectual y político cubano Raúl Roa García. Los delegados al congreso rindieron guardia de honor al canciller de la dignidad en el Aula Magna de la Universidad de La Habana; en el homenaje también estuvo presente Fidel.

En 1988, del 26 al 28 de enero, se celebró el IV Congreso de la UNEAC, en ese encuentro Fidel realizó una detallada y extensa inter­vención de la cual solo se publicó en la prensa un pequeño resumen. Era un momento muy singular el que se vivía en el mundo y en Cuba; mientras en la URSS se hablaba de perestroika y glasnost, en la Isla desde 1986, Fidel encabezaba el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, un camino propio, diferente de los cambios que ocurrían en el campo socialista. Él había convocado a que se retomaran muchas de las ideas del Che sobre la transición socialista. El libro de Carlos Tablada, El pensamiento económico del Che, que el líder cubano había leído con especial interés, motivó varios de los razonamientos que se realizaron. La intervención del Comandante en Jefe en aquel congre­so de la UNEAC fue bastante crítica, pero desde una visión optimista, movilizadora y revolucionaria.

2 Véase Ana Cairo, «Los métodos de Fidel», en: Ibídem, p. 440.

¿Lo que hemos hecho es suficiente? Nos responderíamos inme­diatamente que no. Podríamos preguntarnos si tenemos derecho a dormirnos en los laureles de los éxitos, de los esfuerzos realizados, que fueron, desde lo que se recordó aquí de la alfabetización, hasta el extraordinario cúmulo de hechos y de actividades, incluso de éxitos de la Revolución en el campo cultural. Pero si uno analiza esa historia y la analiza con un sentido crítico, tiene que reconocer que, en la cultura, como en todas las demás actividades, no podemos estar satisfechos con lo que hemos hecho, y tenemos que sacar la conclusión de que podíamos haber hecho mucho más…

Fidel compartió con los presentes en ese cónclave un grupo de preocu­paciones, como la inexistencia de una adecuada educación estética en los niños, lagunas en el conocimiento de la historia y otras problemáticas que siguen siendo imperativos en las circunstancias actuales en la for­mación de las nuevas generaciones, mucho más en un mundo donde se globaliza la tontería y el humanismo se bate en retirada. ¿Cómo desde la UNEAC, en articulación permanente con el sistema de educación, se puede contribuir a la formación del gusto estético de los más jóvenes?, ese sigue siendo un reto que Fidel planteó en ese trascendental encuentro de finales de los años ochenta del siglo pasado. «Me pregunto –inquiría también– si realmente hemos usado la televisión para hacer al pueblo más culto, para educar más al pueblo». En esta intervención reflexionaría:

Yo hablé que no tenemos un pueblo culto, pero nuestro pueblo tiene una cultura internacionalista, tiene una cultura política, tiene una conciencia revolucionaria que no puede, bajo ningún concepto, ser subestimada, son de los logros de la Revolución. […] Lo digo: se han creado grandes valores. Se lo digo a veces a algunos visitantes: hay cosas que no se ven porque no están hechas de arena, ni de piedra, ni de bloques, ni de acero, ni de cemento.

Fidel también se refirió a cómo cierto espíritu de «mercachiflería» estaba ganando terreno en el país; incluso en algunos espacios de la cultura, lo cual resultaba muy peligroso.

Cómo no voy a comprender si alguien se queja de los burócratas –aña­dió el Comandante–, si la Revolución ha tenido que padecer también de las ideas burocráticas y tecnócratas de algunos funcionarios […] muy versados, muy estudiosos, que les podían decir casi de memoria cualquier línea de El Capital y la página, y de los 40 volúmenes de Lenin. Algunos lo que sufrieron fue una indigestión más grande que la que sufrió el Quijote leyendo libros de caballería, solo que, en este caso, en vez que les diera la locura por acciones nobles, a estos les dio por jugar al capitalismo

[…]

Usted puede aprovechar una ciencia, o puede aprovechar una tec­nología que haya desarrollado un país capitalista, lo que no puede copiar del capitalismo es su ideología.

Prácticamente toda la intervención de Fidel, en ese memorable encuentro con la UNEAC en 1988, fue una rebelión contra las ideas tecnócratas que desprecian y ven a las distintas expresiones artísticas y todo lo re­lacionado con la cultura como un gasto innecesario. El Comandante en Jefe defiende una concepción que, sin caer en el idealismo voluntarista, coloca a la cultura en el corazón mismo del proyecto revolucionario:

Nivel de vida no es solamente toneladas de cosas materiales, hacen falta muchas toneladas de cosas espirituales. Nivel de vida es edu­cación, nivel de vida es la seguridad, sentirse seguros.

[…]

Hay montones de servicios que son niveles de vida: un buen programa de televisión, una buena película, pero, sobre todo, las actividades artísticas y culturales se pueden convertir en una de las más altas expresiones del nivel de vida.

Este discurso, que no había sido reproducido hasta ahora, constituye quizás una de las piezas oratorias imprescindibles de Fidel para entender cómo concebía el papel de la cultura en la transición socialista cubana.

Fue en este congreso de 1988 que resultó electo el escritor Abel Prieto, como presidente de la organización, quien hasta el año 1997 –en que sería designado Ministro de Cultura– realizaría una labor encomiable en momentos muy difíciles para salvaguardar la unidad y el diálogo con los artistas y escritores, que en su mayoría se mantuvieron leales a la Revolución. Al propio tiempo, probablemente esa década sería la etapa más floreciente en la relación de Fidel con la UNEAC.

Entre el 20 y el 23 de noviembre de 1993 tuvo lugar el V Congreso de la UNEAC en circunstancias totalmente diferentes marcadas por el derrumbe del campo socialista y los duros años del llamado Período Especial en el que la economía cubana tocó fondo y, sin dudas, se dañó el tejido espiritual de la nación. La intervención de Fidel ante los delegados e invitados, el 20 de noviembre de 1993, sería nuevamente memorable. Trascendería en especial su expresión: «la cultura es lo primero que hay que salvar», pero otras de las ideas de aquel discurso merecen ser rescatadas y divulgadas. Él escuchó atentamente las intervenciones y preocupaciones de los delegados sobre las constantes influencias nocivas que estaban incidiendo en la sociedad cubana en todos los órdenes, a partir de la crisis económica, pero también sobre las medidas que había tenido que tomar el país para sobrevivir.

Alguien daba la idea de que la virtud se desarrollaba combatiendo el vicio –expresó Fidel–, y creo que combatiendo todos esos peligros y todos esos vicios se puede desarrollar nuestra virtud, en un mundo cada vez más cosmopolita.

[…]

Las realidades terribles que estamos viviendo, de las cuales no pode­mos olvidarnos, nos obligan a hacer cosas que antes no hacíamos en la época de la pureza virginal de la Revolución. Ahora esta Revolución tiene que seguir manteniendo su pureza en estos tiempos, pero hay un montón de factores que inciden.

Fidel reflexionaba entonces: «si importante es salvar la cultura, preser­var la cultura, importantísimo es preservar los intelectuales y artistas que ha formado el país». Más adelante enfatiza: «También tenemos que plantearnos con realismo y como deber fundamental y de primera línea, cómo puede la cultura ayudar a salir al país del Período Especial, cómo puede la cultura influir en la economía y en los recursos del país, porque tenemos una necesidad imperiosa de esos recursos, pero tiene que doler y nos duele que nos falten».

Los intercambios de Fidel con los miembros de la UNEAC en esos años noventa se multiplicarían más allá de los congresos. Estuvo pre­sente en los consejos nacionales y otras reuniones en las que se abordaron complejas problemáticas sociales y culturales que estaban aflorando en nuestra sociedad. Temas como: cultura y turismo, economía de la cultura, protección del patrimonio, discriminación racial, desigualdad, margina­lidad, arquitectura y urbanismo, enseñanza artística, trabajo comunitario, cultura popular, medios de difusión masiva, cómo lograr una recreación sana dirigida a los adolescentes y los jóvenes y la defensa de nuestra identidad ante la globalización, estarían en el centro de los debates de la UNEAC en los que intervendría activamente Fidel.

Aquellas discusiones, sin duda, sirvieron de base al Comandante en Jefe para emprender una nueva y profunda revolución cultural –conocida como Batalla de Ideas– que alcanzaría su punto cumbre a finales de los años noventa e inicios del siglo xxi a través de numerosos programas educativos y sociales.

Muchos de los asuntos discutidos en el V Congreso de la UNEAC y en otras reuniones de Fidel con los miembros de la organización en esos años tendrían continuidad en el VI Congreso, que se celebró del 5 al 7 de noviembre de 1998, el último que contaría con la presencia física del jefe de la Revolución; aunque los días 12 y 13 de abril de 2003 volvería a encontrarse con los miembros de la UNEAC, al participar en la reunión de su Consejo Nacional.

Habría que resaltar del VI Congreso, la profunda disección sobre el tema de los prejuicios discriminatorios por el color de la piel, realizada por Fidel a partir de una intervención de Tito Junco3 y otros delegados, quienes contaron sus experiencias personales en torno a la prevalencia de prejuicios raciales en nuestra sociedad en general y de modo particular en ciertas prácticas culturales:

Nuestra ilusión fue creer que únicamente la Revolución lo cambiaría todo al cambiar el sistema de propiedad y socializarlo todo y que iba a poner fin a la discriminación. Pero observamos con tristeza cómo se prolonga el fenómeno, aún en medio de la Revolución tan radical como la nuestra. Tenemos que hacer un examen de conciencia de verdad. Hay que crear una escuela sobre esta problemática. Noso­tros que somos, como ustedes dicen, multiétnicos, multirraciales y multiculturales, tenemos que resolver este problema y deberíamos ser ejemplo en su solución. Y hay que decir, después de tantos años de Revolución, que nos hicimos ilusiones acerca de su naturaleza.

En sus palabras de clausura el 7 de noviembre de 1998, Fidel caracterizó el encuentro como el mejor que había presenciado de todos los congresos de la UNEAC y dedicó la mayor parte de su intervención al tema que consideraba más decisivo de todos los discutidos: globalización y cultura. Se refirió a cómo el gobierno de Estados Unidos estaba utilizando la información y la cultura como la nueva arma nuclear para la dominación del planeta. «…porque se ve con toda claridad –dijo al referirse a un artículo publicado por un analista estadounidense– que la globalización neoliberal, y con la globalización de la cultura, fundamentalmente, en manos de Estados Unidos, esta se convierte en el más poderoso instrumento de dominación del imperialismo».

Fidel definió a los escritores y artistas como un ejército con capacidad y valentía, ubicado en la primera línea de combate y los convocó a librar una batalla fundamental, que sería su Girón en el campo de la cultura.

Los problemas de salud que aquejaron al líder de la Revolución después de julio del 2006, le hicieron imposible asistir al VII Congreso de la UNEAC celebrado en abril de 2008. No obstante, envió un impor­tante mensaje con sus reflexiones a los participantes en el encuentro y a Miguel Barnet, quien presidió el Comité Organizador y fue electo como Presidente de la UNEAC. Al propio tiempo, los delegados al congreso le otorgaron a Fidel la condición de Miembro Emérito de la UNEAC, acuerdo que fue leído por la destacada periodista y escritora, Marta Rojas.

Por las mismas razones tampoco le fue posible asistir al VIII Con­greso de la organización en abril de 2014, pero su presencia estuvo de alguna manera en los debates e intervenciones de los participantes. Junto a su hermano Raúl Castro, fue merecedor de la condición de Delegado. Al intervenir en la plenaria, el historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal Spengler, dedicó sentidas palabras al Comandante en Jefe:

Fue Fidel el único que fue capaz de unir este país, después de haber enfrentado desde el nacimiento de la idea infinitas discordias. Para llegar a la concordia hemos recorrido un largo camino de sangre, de sacrificio.

[…]

Cuando hace seis años nos reunimos, recuerdo que dije: «Fidel no está porque no puede, no porque no quiere. Pero no ha estado ausente en ningún momento de nuestro espíritu y ni de nuestro pensamiento». Fidel es un hombre, un ser humano, una figura de la historia que ha recibido una luz profunda y sobre las sombras que proyecta tan grande figura tendrá mucho tiempo la Historia que hablar. Pero sin él no habría sido posible esta reunión, ni estas altas consideraciones, ni este sentido que tuvo siempre de cuidar el pensamiento, porque él mismo es un intelectual.

3 Tito Abad Junco Martínez (La Habana, 1944-2003). Actor, promotor, director teatral y dramaturgo. Trabajó en el cine: Guardafronteras, La última cena, Ustedes tienen la palabra, entre otras.

En el más reciente congreso de la UNEAC, celebrado entre el 28 y el 30 junio de 2019, ya se había producido la desaparición física del Co­mandante en Jefe, sin embargo, quienes participamos de los críticos y comprometidos debates de esos días, evocamos una y otra vez a Fidel. Su manera de abordar los problemas de la cultura y la sociedad, de reflexionar sobre los desafíos del proceso revolucionario, de proponer soluciones, de razonar sobre los destinos de la política cultural y de la nación, animaron el encuentro, que inició con una evocación a su figura.

En su discurso de clausura, justo en la jornada en que se conmemoró el aniversario 59 de las históricas Palabras a los Intelectuales, el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel, volvió sobre ellas, llamó a su estudio y actualización en medio de los complejos desafíos del presente:

Aquí se ha hablado varias veces de las Palabras a los Intelectuales. No concibo a un artista, a un intelectual, a un creador cubano que no conozca aquel discurso que marcó la política cultural en Revolución. No me imagino a ningún dirigente político, a ningún funcionario o dirigente de la Cultura, que prescinda de sus definiciones de principio para llevar adelante sus responsabilidades.

Pero siempre me ha preocupado que de aquellas palabras se extraigan un par de frases y se enarbolen como consigna. Nuestro deber es leerlo conscientes de que, siendo un documento para todos los tiempos, por los principios que establece para la política cultural, también exige una interpretación contextualizada.

Claramente Fidel planteó un punto de partida: la relación entre Re­volución, la vanguardia intelectual y artística y el pueblo. Entonces, todos no tenían tan claro como Fidel lo que los artistas e intelectuales irían comprendiendo en el desarrollo de su obra: que la Revolución eran ellos, eran sus obras y era el pueblo.

Por eso resulta reduccionista limitarse a citar su frase fundamental: «Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada», sosla­yando que Revolución es más que Estado, más que Partido, más que Gobierno, porque Revolución somos todos los que la hacemos posible en vida y en obra.

Y también sería contradictorio con la originalidad y fuerza de ese texto, pretender que norme de forma única e inamovible la política cultural de la Revolución. Eso sería cortarle las alas a su vuelo fundador y a su espíritu de convocatoria.

Hoy tenemos el deber de traer sus conceptos a nuestros días y defender su indiscutible vigencia, evaluando el momento que vivimos, los nuevos escenarios, las plataformas neocolonizadoras y banalizadoras que tratan de imponernos y las necesidades, pero también las posibilidades que con los años y los avances tecnológicos se han abierto.

Hay que hacer lecturas nuevas y enriquecedoras de aquellas palabras. Hacer crecer y fortalecer la política cultural, que no se ha escrito más allá de Palabras… y darle el contenido que los tiempos actuales nos están exigiendo.

En esa intervención de clausura del IX Congreso de la UNEAC, el hoy Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, llamó a mantener vivo el legado de Fidel también en el campo de la cultura. Los asistentes a ese encuentro, de manera espontánea expresaron a coro «segundas palabras a los intelectuales», reconociendo la extraordinaria coincidencia entre las ideas de Díaz-Canel y las del líder histórico de la Revolución Cubana en aquel discurso fundador de nuestra política cultural y en las sucesivas intervenciones de Fidel en la UNEAC. Por ello, a modo de cierre de esta compilación, hemos decidido colocar esa pieza oratoria.

Este libro, expresión del pensamiento humanista de Fidel y de su rela­ción con el movimiento artístico e intelectual cubano, permitirá al lector volver sobre las ideas del Comandante en defensa de nuestra cultura de la resistencia, la emancipación y la solidaridad; una cultura que, desde 1959, en su más amplia diversidad de expresiones artísticas y literarias, dejó de ser una cuestión de élites para convertirse en un derecho irrenunciable de las grandes mayorías; esa cultura que sigue siendo «lo primero que tenemos que salvar», pues con ella salvamos el socialismo, la nación y la patria. Esperamos también que este esfuerzo constituya un hermoso homenaje al sesenta aniversario de Palabras a los Intelectuales, a las seis décadas de fundación de la UNEAC y, por supuesto, a Fidel, principal artífice de la política cultural de la Revolución, en el año en que también celebramos el 95 aniversario de su natalicio.

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