Creado en: febrero 13, 2021 a las 08:01 am.

Flora Lauten: una existencia consagrada a la escena cubana

Cuentan que durante los años de su infancia, la extraordinaria actriz, dramaturga y directora escénica Flora Lauten comenzó a exteriorizar su irrenunciable vocación por las artes escénicas cuando junto con su hermana y los primos encabezaba representaciones que casi siempre empezaban con el clásico juego de Las estatuas al que proseguían canciones, bailes, disfraces e improvisaciones frente al espejo de la sala.

Nacida en La Habana el 12 de febrero de 1942, Florentina M. Lauten Toyos, sencillamente conocida como Flora Lauten, es además fundadora de la Escuela Internacional de Teatro de América Latina y El Caribe, y desde la década de los años 50 del pasado siglo está considerada como una de las figuras imprescindibles de la escena insular, mérito que vio coronado al concedérsele, en 2005, el Premio Nacional de Teatro.

Según el reconocido dramaturgo, director teatral y pedagogo Carlos Celdrán, Premio Nacional de Teatro 2016, Lauten “es una de las grandes maestras de la escena cubana, la cual revolucionó en los años 80 con sus irreverentes e impactantes propuestas…”.

Cuando aún se encontraba en el período existencial de la adolescencia, Flora se personó en la sede de Teatro Estudio, creado el 28 de febrero de 1958 por ocho artistas de la vanguardia escénica, entre ellos los hermanos Vicente y Raquel Revuelta, Ernestina Linares y Sergio Corrieri. Aquella esbelta muchacha consideraba a esta compañía como una de las más importantes del país, motivo por el cual quiso probar suerte y enfrentar una prueba de aptitud de la que salió airosa e inicia así sus primeras incursiones como actriz, en tanto empezaba a enriquecer una brillante carrera profesional que no solo incluyó la actuación sino también la investigación.

Vale apuntar que este grupo fue el primero en introducir en Cuba el método Stanislavski, el cual ha llevado Flora, desde entonces, a todas sus producciones teatrales.

La investigadora teatral, dramaturga y ensayista, Raquel Carrió, también asesora de Buendía desde su fundación, ha dicho que con la creación de Teatro Estudio se promueve una clara conciencia en la vanguardia teatral, y asegura que “solo investigando en profundidad nuestros modos de ´ser´ y de ´hacer´ podríamos llegar a la conformación de una verdadera escena nacional”.

En tal sentido expresa: “Creo que toda la obra de Flora Lauten parte de este impulso que encuentra, como todos sabemos, su escenario natural en la llamada eclosión teatral de los 60. Pero creo también que lo que la hace excepcional en el contexto del Teatro cubano por más de cuatro décadas es, además del talento natural y una voluntad de creación a toda prueba, la indiscutible fidelidad a sus orígenes”.

En los años 60 Flora era una bella joven que cautivó al jurado —integrado por los célebres creadores  Rita Longa, René Portocarrero y Alberto Díaz (Korda)— encargado de seleccionar a Miss Cuba, condición que le fue adjudicada entre otras muchas concursantes y que le posibilitó viajar a La Florida para competir en Miami por la Miss Universo. Eran tiempos en que la efervescencia de la contrarrevolución radicada en esa ciudad cada vez se hacía más agresiva hacia la triunfante Revolución Cubana, motivo por el cual recibió múltiples vejaciones, humillaciones e indecorosas propuestas para que traicionara los nuevos ideales sociales de su país.

Pero Flora, aunque no ganó el manipulado premio, no cedió a ninguna de las presiones y luego de exhibir en la pasarela sus hermosas cualidades como mujer, junto con el estandarte nacional, en medio de la urbe del odio y la hostilidad hacia su país, retornó a este con orgullo y muchas ideas qué materializar en su entonces aún incipiente carrera artística.

De retorno a la patria, por mediación del profesor Rine Leal, paradigma de la crítica y la investigación teatral en Cuba, la inquieta artífice subió a las tablas y prontamente se convirtió en una de las mejores actrices cubanas de todos los tiempos, con estelares actuaciones.

Hacia finales de los años 60 emprendió otro gran reto: sumarse al proyecto del destacado artista e intachable revolucionario Sergio Corrieri, quien en 1968 fundó, como director general, el también histórico grupo Teatro Escambray, en las zonas rurales y montañosas del centro del archipiélago nacional, novedosa experiencia de teatro, de crítica y participación, desde una fuerte militancia revolucionaria emprendida como reacción cultural ante la situación especial que había existido allí producto de la llamada Lucha Contra Bandidos de principios de los años sesenta.

Opuesto a las teorías del director teatral polaco, Jerzy Grotowski, innovador y teórico cuyos enfoques de actuación, formación y producción teatral habían influido significativamente en el teatro moderno, el grupo devino escuela de prestigiosos artistas de la escena cubana.

Tras pertrecharse de toda la sabia aprehendida bajo la dirección de Corrieri, en enero del año 1973, la ya consolidada actriz se separó de ese colectivo y fundó, en el poblado rural de La Yaya, cerca de Mataguá, en el hoy municipio villaclareño de Manicaragua, su propio grupo con similar estilo al de El Escambray. Comienza a dirigir por vez primera e incorpora a la escena, a través de pequeños espectáculos, los problemas e inquietudes de los campesinos. A los tres meses, nacía un nuevo conjunto, integrado por diecisiete intérpretes, ninguno de los cuales tenía experiencia artística. Comenzaba a germinar en ella la semilla de gran dramaturga y directora.

La comunidad estaba compuesta por ciento treinta y seis familias “Como ya conocía a los vecinos de la Yaya —explica Flora—, pude detectar con facilidad a los más politizados, los más desinhibidos, los de más expresividad y los más entusiastas. En la primera selección, quedaron diecisiete, con los que comencé un trabajo técnico que se basaba en la solución de algunos problemas que contaban los actores: tensiones, falta de memoria, inhibiciones y escaso poder imaginativo. Las clases se iniciaban con un entretenimiento de voz y de relajación, que ha continuado hasta hoy.

“Es interesante señalar —agrega— que los actores más viejos no tuvieran dificultades al interpretar las primeras obras, pues les resultaba más fácil creer en situaciones del pasado, partiendo de sus vivencias y recuerdos (…) Durante las primeras reuniones del grupo, yo les explico y discuto con ellos el sentido que tiene la creación de un grupo de teatro en La Yaya, les leo la obra que vamos a montar, y acordamos el horario de ensayo: de siete a ocho (de la noche) para los compañeros que van a clases de superación obrera, y de ocho a diez para los que no asisten a las aulas (…) El 2 de mayo empezamos a ensayar”.

Para su grupo, en aquella apartada zona, escribió varias piezas, entre las que se destacan Los hermanos, Este sinsonte tiene dueño, El secreto de la mano, Ay señora mi vecina, se me murió la gallina!, Que se apaguen las chismosas!, ¿Dónde está Marta?, De cómo algunos hombres perdieron el paraíso, Vaya mi pájaro preso, y otras.

De retorno a la capital, en los años 80 se integró al prestigioso grupo Cubana de Acero, otra experiencia que contribuyó a su enriquecimiento profesional y espiritual. En este colectivo formó parte del montaje de la reconocida pieza de Albio Paz, Huelga, donde se desempeñó como actriz y asistente del director colombiano Santiago García, y obtuvo Premio de actuación en el Festival de Teatro de La Habana, en 1982.

Entretanto, integró el equipo de pedagogos del Tercer Taller Internacional, auspiciado por la Escuela Internacional de Teatro de América Latina y el Caribe, con sede en La Habana, e inicia su  labor pedagógica en el Instituto Superior de Arte (ISA); lo cual implicó para ella hacerse maestra con una base más rigurosa, menos empírica. En sus clases se creó el primer taller intercultural del ISA en el que coincidían músicos, pintores, dramaturgos, un equipo necesitado de intercambiar, de dialogar. Según ella, esta integración con los jóvenes es la que le ha permitido sentirse viva y joven.

Precisamente, con ese afán renovador que le inyectan las nuevas generaciones, la Lauten fundó en 1986 el grupo Buendía, integrado por muchachos egresados del ISA y que ha devenido en sobresaliente escuela y laboratorio de la escena insular, bajo la premisa de esta amigable creadora de que no existen barreras, ni contradicciones que no haya sido capaz de vencer.

Desde su fundación, Buendía ha desarrollado dos líneas de trabajo: la producción de espectáculos y un centro permanente de investigaciones sobre las tradiciones culturales en América Latina y El Caribe, los medios expresivos del actor y la renovación de los lenguajes escénicos. El estudio de las relaciones entre la música, la danza y la interpretación, así como la formulación de nuevas formas de escritura escénica y dramaturgia del espectáculo han consolidado el prestigio internacional de la compañía.

Posteriormente, vino una difícil etapa en la vida de la prestigiosa teatrista, cuando por problemas personales de ineludible responsabilidad, se alejó por un tiempo de las tablas. Esa experiencia es narrada por ella durante un encuentro que sostuvo en el verano de 2016 en Casa de las Américas, prestigiosa institución que bajo el título de Flora Lauten, Teatro Buendía Contra el tiempo, entrega, disciplina, rigor y fe, publica este testimonio en su sitio web ):

“Para el grupo (Buendía) los  últimos  cuatro  o  cinco  años  han  sido  terribles,  porque  por  mi  situación  personal,  que  era cuidar  a  una  ancianita  que  llegó  a  los  101  años, mi cabeza, desde luego, no podía estar al frente de algo tan complejo como un grupo de teatro. Y estos últimos cinco años fueron de proyectos fallidos,  de  incapacidad  para  poder  insuflar  eso  que debemos tener los directores, la capacidad de ser prósperos, de estar encantando y dando fuerzas todo el tiempo. Por eso el año pasado yo decidí ser el animal sacrificial. Si quizás no puedo dar el virtuosismo requerido,  porque  me  han  pasado  veinticinco años  sin  ningún  entrenamiento,  por  lo  menos  sí puedo  dar  esta  capacidad  de  entrega,  de  disciplina, de rigor y de fe. De  ahí  sale Éxtasis, un  homenaje a la  Madre Teresa  de  Jesús,  escrita  a  partir  de  la  obra  de Eduardo Manet, con Raquel Carrió, que ha sido mi sostén durante estos años”.

Éxtasis, que permitió disfrutar del histrionismo de la actriz tras 30 años de ausencia en ese ejercicio,  está recreada en pasajes autobiográficos de Teresa de Ávila (Santa Teresa de Jesús, de la Orden de las Carmelitas Descalzas). Se trata de una producción concebida por González Manet —quien radica en Francia—, director de cine, escritor y dramaturgo, fundador del Conjunto Dramático Nacional y del Teatro Nacional de Cuba, quien a solicitud de Flora adaptó el monólogo original a una puesta con varios personajes, gestión que contó con el concurso de la Carrió y los jóvenes actores de la compañía.

Según Carrió, Éxtasis es “un sobrio espectáculo que subraya la idea del legado y el acto de fundar. De abrir un terreno para un lenguaje nuevo, y cuidarlo como si de un árbol también nuevo se tratase.  (…)  Flora Lauten encarna a una Teresa que luce sus ojos verdes, que tiene su voz y ha vivido lo mismo que ella. Y que habla de las visiones, serafines o demonios, que la acosan pero no han logrado derrotarla”

Celdrán, quien igualmente se encontraba entre los asistentes a ese encuentro en Casa de las Américas, y trabajó como asesor dramático, asistente de dirección y director artístico en Buendía apuntó: “ver Éxtasis…, encontrarme con Flora en el escenario, fue un momento muy  importante. (…). Después  de  diez  años  en  Buendía  yo  creé  mi grupo  por  necesidades  muy  particulares.  En el Buendía  todo  lo  que  aprendí  fue  tremendo,  no solamente  de  dramaturgia,  de  dirección,  sino  de cómo conducir un grupo, cómo manejar personas, cómo  convencerlas  y  llevarlas  hasta  un  punto  de creencias  en  el  escenario,  y  eso  es  una  herencia que yo tengo de Buendía…”.

El amplio repertorio de obras dirigidas por Flora y ovacionadas por el público, abarca además, entre otras, La emboscada, El lazarillo de Tormes, El pequeño príncipe, Electra Garrigó, Lila, la mariposa, Las perlas de tu boca, La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y su abuela desalmada, Otra tempestad, La vida en rosa, Bacantes, Charenton, La balada de Woyzeck y La visita de la vieja dama; mientras que a su autoría también se agregan títulos como Para hablar, no hay que tener palabras finas, Tres ejemplos de juegos, Las perlas de tu boca, Otra tempestad y Bacantes, las dos últimas en colaboración con Raquel Carrió.

El extenso currículo artístico de esta maestra del teatro insular incluye, asimismo, la realización  de talleres sobre entrenamiento del actor, máscaras, improvisación y técnicas de montaje en numerosos países e instituciones culturales.

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