Creado en: julio 24, 2024 a las 08:13 am.
Roxana Pineda Labairo: «Creo que moriría si no tengo un escenario»
Roxana Pineda Labairo ha vivido en consecuencia con sus grandes pasiones: la actuación y el teatro. Las mismas que la llevaron a emprender viaje de La Habana a Santa Clara para encontrar un lugar donde podía permitirse explorar toda su creatividad. Así fue que fundó, en 1989, junto a Joel Sáez, el Estudio Teatral de Santa Clara.
Eran entonces dos jóvenes sin un extenso currículum profesional que los respaldara buscando su propio espacio en el panorama de las artes escénicas. Con El Lance de David y las obras que le sucedieron, como Antígona, Piel de Violetas, A la Deriva, Soledades, El traidor y el Héroe, La quinta rueda y Cuba y la noche llegaría el reconocimiento para ellos y Estudio Teatral, su proyecto de vida.
En 2014 comenzó para Roxana un nuevo reto. Fundó su propio grupo, Teatro La Rosa, donde es directora y actriz, siempre y ante todo actriz.
Las extensas jornadas de trabajo, el duro entrenamiento físico y la investigación exhaustiva han hecho a Roxana una actriz completa. Su presencia escénica es imponente. Cuando sube a las tablas se crece, se convierte en una fiera y hace suyo el escenario, lo domina, demuestra que es ahí a donde pertenece, al teatro.
A casi cuatro décadas de su graduación del Instituto Superior de Arte (ISA) y con muchos historias vividas a través de sus personajes, la artista, nacida el 24 de julio de 1962, mantiene la misma ilusión que la enamoró de su profesión cada vez que se enfrenta a un nuevo proceso creativo o a una función.
¿Cómo recuerda Roxana sus años en el ISA y las horas que pasó en el aula de Flora Lauten?
Son dos preguntas en una. El ISA es un manantial. Miro hacia atrás y ese espacio de vida es infinito. Allí se forjaron los derroteros de lo que sería mi vida toda. Y allí fui muy feliz. Era al mismo tiempo el despertar de la niña y la niña. Conocí personas que jamás se han ido de mi geografía personal y me abrí al mundo con una pasión que ya no me abandonó. Fueron años privilegiados de aprendizaje y de disfrute inmenso en el acto de aprender. Y unos ojos inmensos que se querían comer el mundo. Y se lo comieron para hundirse en él con muchas ganas de encontrar mi voz.
Mis horas en el aula de Flora Lauten son un patrimonio que nadie calcula. Yo sabía entonces que lo que de verdad me movilizaba era ser actriz. Pero lo mantuve en secreto porque casi lo creía imposible. Trabajar tan cerca de Flora me confirmó que yo volvía a nacer en esos procesos creativos. Me sabía de memoria muchos personajes de El pequeño príncipe, ese espectáculo tan bello que conmocionó nuestro entorno de los 80 y abrió una puerta a un teatro otro que ya nunca desaparecería. Fui alumna devota y amiga devota de Flora Lauten. Creo que ella es dueña de una capacidad de hacer extraordinaria. Y verla trabajar es algo único. Y todo eso se hundió en mi saber y vive conmigo siempre. Dentro de lo que soy está su visión y su pasión de teatro. Fueron además mis compañeros de estudio, los que fundaron después el mítico Teatro Buendía. Los días de gloria como la canción de Pablo (Milanés).
En 1989 decidió venir a Santa Clara con Joel Sáez para fundar el Estudio Teatral de Santa Clara. ¿Qué representa este grupo para Roxana a nivel profesional y personal?
Cuando me hacen esa pregunta enmudezco un poco. Es como si necesitara ordenar el tiempo en mi cerebro para poder contestar. Porque el Estudio Teatral no fue mi paso por un grupo. El Estudio Teatral fue mi proyecto de vida, el lugar donde tiré anclas para darle forma a todos los sueños que veníamos amparando y ya se escapaban de nosotros mismos. Y hablo en plural porque fue nuestro sueño colectivo, sobre todo de Joel y Roxana. ¿Entonces qué voy a decir de lo que significa el Estudio Teatral? No significa, es la construcción de un sueño. Y para construir un sueño hay que dejar trozos de vida. Yo soy en Estudio Teatral. Aunque lleve 10 años ya fuera de él, no me será posible en vida articular otra aventura así. Tendré otras, tengo otras, pero el peso iniciático del Estudio es único. Ahí me formé y crecí como la actriz que soy. De ahí emergí con la fuerza que me conoces. Ahí me desbordé en mi creatividad y mi empuje para crear espacios de encuentro. Ahí comenzó a nacer mi presencia. El Estudio es parte esencial de mi vida. Tuvimos que luchar muy duro contra muchos fantasmas. Y pudimos levantarnos con dignidad y belleza. Y fueron años también de alegría y afirmación. Estoy orgullosa de lo que hicimos. Y es un legado. Porque el Estudio abrió un camino que está ahí para muchos. No puedo hablar de eso como algo lejano. Todavía, a veces, hablando de mí o de mi grupo se me escapa el nombre de Estudio Teatral.
En una entrevista declaró “Mi condición de actriz inunda todo cuanto hago. He dedicado toda mi vida al oficio del teatro, y conscientemente he tratado de profundizar en cada pliegue de ese oficio que me apasiona.” ¿Qué fue lo que la enamoró de la actuación?
Perderme de este mundo. Traspasar la lógica del comportamiento racional y común. Traspasar incluso las líneas de lo que todos reconocen como Roxana Pineda. Y jugar. Jugar con mucha intensidad a vivir otras vidas y otros tiempos. Nunca he sido una actriz que se disfruta a sí misma. Nunca he añorado hacer algún personaje especial o he realizado castings. Nunca. Y eso no lo digo como una virtud. Eso te lo cuento como un reconocimiento de mí misma que habla de la actriz que soy. Porque yo descubrí la actuación de la mano de dos actores inmensos: Flora Lauten y Vicente Revuelta. Y ellos tenían ese misterio y esa forma tan peculiar de asumir su oficio. Y yo heredé esa rareza. Como indirectamente bebí de esas fuentes y me contaminé sin saberlo. Actuar para mí representa la vida. Lo he repetido muchas veces. Creo que moriría si no tengo un escenario. Es lo que me permite encontrar un equilibrio para afrontar la vida.
Usted dijo “no puedo separar mi condición femenina de mis actos. Y mi visión para dirigir, para escuchar o disentir pasa por esa naturaleza que me condiciona.” ¿Cómo ve Roxana la representación de la mujer y la construcción de los personajes femeninos en el teatro cubano actual?
No me gusta hablar de forma tan general. No me siento autorizada para emitir ese tipo de juicios tan abarcadores del panorama teatral cubano. Puedo decirte que aprecio un abanico amplio de propuestas donde la visión de las mujeres deja de ser un asunto minúsculo para convertirse en un espacio más dinámico y quizás hasta más profundo a veces. La mirada de lo femenino pasa por los mecanismos de una exclusión cultural que no se resuelve con llevar a escena personajes femeninos o batallas feministas. La mirada de lo femenino necesita deconstruir toda la amalgama de imposturas y de esquemas que a través de la historia han ido asignando a la mujer espacios y conductas ya establecidas como naturales. Devolver la voz es encontrar la voz. Y para eso hay que descubrir dónde están los mecanismos que la ocultan o la disfrazan o la ahogan. Y hay q hacerlo con valentía y con belleza, porque para algo es el teatro. Las imágenes son capaces de develar lo más hondo de una visión y hacerla temblar, si hablamos de una imagen contundente. Entonces creo que estamos en presencia de un momento donde hay un interés por rescatar e indagar esos temas y en ese sentido hay algunas experiencias interesantes.
Ha trabajado con Magdalena Project y organizó varias ediciones del Encuentro Internacional Magdalena Sin Fronteras ¿Cuál es la importancia de un evento como este? ¿Volverá a realizarse el encuentro en Santa Clara?
Magdalena Sin Fronteras ha trastornado la realidad en cada edición de su vida. Puedo asegurarte que ha cambiado la vida de muchas artistas gracias a los encuentros que propició. Tengo certeza de eso. He sido testigo de la transformación y el crecimiento personal y artístico de muchas mujeres que participaron de estos encuentros en Santa Clara y que de no haber estado aquí, sus vidas hubiesen navegado corriente abajo. Mucha gente del pueblo me grita en la calle: «¿oye, Magdalena Sin Fronteras cuándo?» Y yo tengo que reír de alegría y sorpresa. La visión con que organizas un encuentro define el significado de todo lo que sucede. De ese modo Magdalena Sin Fronteras rompió muchos esquemas tradicionales de los eventos en Cuba. Afiliándose a la personalidad de Magdalena Project, nuestro encuentro diseñó su propia personalidad para responder a la urgente necesidad de crear puentes de intercambio y señales de referencias para el teatro cubano. La inserción de estudiantes de la Escuela de Arte y la participación de actores, directores, investigadores y críticos de todo el país, junto a los participantes internacionales creó un ambiente natural y radical sin jerarquías absurdas. Las maestras lideraban ese entorno, pero ni siquiera allí esa jerarquía había que discutirla, era una jerarquía obvia ganada por los años de entrega y sacrificio en el territorio del teatro. La efervescencia creativa y la pasión por el conocimiento, el intercambio horizontal, los espacios de investigación, las visitas a centros de trabajo y comunidades, a los asilos de ancianos, los talleres…Por diez días Santa Clara se volvía una caldera en ebullición, con una intensidad y un nivel de organización que yo misma me asombraba. Lo veo ahora como un regalo que me hice a mí misma y a esta ciudad. Es incalculable la importancia de un encuentro así, porque los tejidos que allí nacen siguen expandiéndose en el tiempo hacia otros territorios que ya una no domina. Y ahí está lo más hermoso. No sé si podré hacerlo otra vez. Se necesita un mínimo de condiciones que hace años no pueden garantizarse. Y a mí me gusta ser responsable cuando hago las cosas. Ya veremos.
Actualmente dirige y actúa en Teatro La Rosa, compañía que fundó en 2014. ¿Cuáles son los principales retos y satisfacciones que ha acarreado Teatro La Rosa?
El reto mayor fue el propio nacimiento del grupo. Porque en mi imaginario yo nunca me pensé como directora de un proyecto. Pero la vida te coloca en eso sitios y hay que responder. Entonces me vi obligada a tomar esa decisión y la asumí con mucha pasión porque se trataba de seguir en vida en ese territorio que es mi líquido amniótico: el teatro. Teatro La Rosa me retó a dirigir y diseñar todo el accionar del grupo. Diseñar una visión para ser. Y ahí vino el reto mayor, desplazar mi rol de actriz para poder organizar como directora esos primeros años de vida donde todo se define. Ahí apareció entonces la música para salvarme de no ser actriz. Y comencé a trabajar con músicos y a cantar, que es algo que no he abandonado ya nunca. El reto sigue siendo mantener al grupo en vida. Y en momentos como estos se hace todo muy difícil. Es una lucha a muerte por sobrevivir. Pero aquí estamos los que seguimos. Las satisfacciones son las batallas que gano. Poder hacer espectáculos interesantes que logren despertar el interés de mis contemporáneos. Para mí no hay mayor placer que el momento donde logramos darle forma a una nueva obra.
Estamos cumpliendo este mes los 10 años de nacimiento de Teatro La Rosa. Me parece mentira pero es así. Hubiésemos querido celebrarlos con un estreno y una semana de trabajo pero no pudo ser como tantas cosas que se siguen atrasando. Pero esa es otra satisfacción. Llegar a los diez años con una obra corta pero firme. Y pensando siempre en trabajar.
¿Cuánto ha cambiado y cuánto se mantiene intacto de la actriz que presentó El Lance de David, la primera puesta en escena del Estudio Teatral de Santa Clara, y comenzó a forjarse un nombre en el panorama del teatro cubano?
La verdad es que yo me siento con la misma pasión y las mismas ganas del primer día. Pero no soy la misma claro. Tengo un saber, acumulo una experiencia. Puedo decirte sin embargo que cuando trabajo no estoy pensando en lo que sé sino en ser, y eso me permite mantener la alegría por el descubrimiento, esa capacidad para sorprenderme y vibrar como una niña cuando descubro una buena solución o presiento que una escena ha roto todos los esquemas previstos y hace temblar al mundo. El placer infinito de trabajar no me abandona. Ya no soy la joven que llegó a Santa Clara. Ahora tengo muchas reservas. Sé muy bien hacia dónde no quiero caminar y con quién no quiero caminar. No puedo perder el tiempo porque, como he dicho otras veces, a mi edad mi futuro es hoy. Pero sigo teniendo fe en la vida. A pesar de muchos desencantos y de tantas dudas sobre lo que vamos a ser capaces de construir o destruir yo tengo fe en la vida. Y esa fe sigue conmigo a todas partes. No soy manipulable. Entonces soy una suma de la actriz de entonces con estos años que me han alertado y me han enseñado algo. Sin perder la ternura.
¿Qué enseñanzas le dejó el período que presidió el Comité Provincial de la Unión de Escritores (UNEAC) y Artistas de Cuba en Villa Clara?
Dirigir una organización así requiere mucha sensibilidad, pensar mucho en el otro; requiere sagacidad y al mismo tiempo entereza para no cejar en el empeño de crear espacios interesantes de programación cultural y diseñar sin miedo una política de acción verdaderamente artística. En momentos donde el caos, la desesperanza por los embates de la vida, y una condición de precariedad económica que lo inunda todo se hace muy difícil mantener ese espíritu de colaboración y de excelencia con el que me gusta trabajar. Me tocaron además los años duros de la Covid-19, donde vivimos momentos críticos, también en la UNEAC. Creo que me propuse dirigir en colectivo y así lo hice, al menos para tomar las decisiones estructurales. Y quise preocuparme siempre por las personas aunque en la práctica no siempre lo logré.
Teniendo en cuenta sus años como miembro de la UNEAC y la experiencia de haber estado al frente de la misma en Villa Clara, ¿cuáles cree que son los temas más urgentes a tratar en el X Congreso de la organización? ¿Cuáles son sus expectativas respecto a este espacio de debate?
Hay temas que no pasan de moda. Y hay temas que van de Congreso en Congreso porque no logran una respuesta coherente. En el momento tan difícil que vive Cuba creo que el destino de este país y el diseño de una política cultural como resguardo de nuestra memoria cultural en su sentido más amplío sería un tema imprescindible. Las relaciones entre el artista y la institución replanteándose valientemente que le toca a cada quién y cuál es la cualidad real y utilidad real de esas relaciones, despojando esa discusión de formalismos y discursos preelaborados. Creo que se hace necesario hablar una vez más del intrusismo cultural y la debacle simbólica a la que estamos siendo sometidos. En fin…y creo que la posibilidad de diálogo es siempre necesaria y ahora urgente. Pero un diálogo real, sin perder el sentido de una ética que caracteriza a la UNEAC y sin medias tintas. Porque lo que está en juego como dije en nuestra asamblea es el destino de un proyecto social.