Creado en: febrero 22, 2021 a las 08:00 am.

Señales gráficas de la Uneac

Cartel del primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas, de René Portocarrero.

En la antesala de los 60 años de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la memoria no puede obviar la huella de dos destacadísimos creadores de las artes plásticas en la configuración de la imagen de la organización: Luis Martínez Pedro (1910-1989) y René Portocarrero. Uno fue el autor del logotipo que ha devenido sello de identidad; el otro concibió el cartel que anunció el congreso fundacional, en agosto de 1961.

La solución de Martínez Pedro destaca por el engarce visual de los elementos tipográficos de la sigla de la naciente organización. Al concentrar en un círculo la composición, permitió que los espacios intercalados pudieran ser destacados a color.

Aunque el artista es mucho más conocido por su obra pictórica –recuérdese, sobre todo, su participación en el movimiento de arte concreto, una de las ramas del abstraccionismo en los años 50–, contaba con una intensa experiencia en el campo de la publicidad, donde fundó la Organización Técnica Publicitaria Latinoamericana, que acogió, entre otros prominentes creadores, a Alberto Korda, Raúl Martínez y Rafael Morante.

Tras el triunfo revolucionario, Martínez Pedro puso un énfasis mayor en la pintura. Sus series Aguas territoriales y Signos del mar son icónicas por su lograda síntesis temática en los predios de la abstracción. Pero su experiencia en el diseño estuvo al servicio de la Uneac en los años fundacionales, no solo en la concepción del logotipo, sino en el punto de partida de la revista Unión.

Portocarrero había desandado un camino fructífero en las artes plásticas cuando Guillén, personalmente, solicitó su concurso para la realización del primer Congreso de los Escritores y Artistas. Era reconocido como un maestro del dibujo y había dado el salto de las composiciones de inspiración bucólica a la configuración barroca de la arquitectura citadina. El premio a su cuadro La catedral, en el Salón Nacional de Pintura y Escultura de 1956, fijó un punto de giro en su percepción estética.

Pero, paralelamente a su crecimiento como pintor, dejó su impronta en la ilustración y el arte del libro –conocida fue su vinculación con la revista Orígenes–, por lo que se hallaba familiarizado con la gráfica. De modo que, ante el encargo del cartel para el Congreso de la Uneac, no le resultó difícil realizar una obra que revela, tanto su realeza plástica como su excelente manejo de los códigos del mensaje gráfico.

El cartel encierra una metáfora válida para los tiempos de hoy: la unidad y pujanza de las diversas áreas de la creación artística y literaria en función del bien social.

(Tomado de Granma)

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