Creado en: febrero 23, 2021 a las 08:08 am.

Visiones sobre un domingo de carnaval y de santos

El 24 de febrero de 1895 estalló la última guerra contra el colonialismo español en Cuba. Aquel domingo de carnaval y día de San Matías y San Modesto según el santoral católico cambiaría definitivamente la historia de la Mayor de Las Antillas. La contienda que se iniciaba tendría características muy diferentes de las dos anteriores.

A diferencia del 68 que la comenzaron hombres y mujeres sin experiencia militar y fue necesario buscar a los maestros que los enseñaran a combatir entre extranjeros radicados en Cuba o que vinieron en expediciones, en la nueva contienda abundaban los veteranos de las dos guerras anteriores. Algunos de ellos verdaderos genios militares.

El grado de organización fue muy superior a las dos anteriores. Distante de la de 1868 que estalló en La Demajagua, Manzanillo y la de 1879 en Mala Noche, Holguín, en la de 1895 se produjeron alzamientos simultáneos en Matanzas, Las Villas y Oriente, aunque en esta última provincia fue donde único tuvieron éxito.

Si bien aquella guerra es uno de los periodos más estudiados y debatido, menos se ha valorado la crisis económica en que se encontraba sumergida la capitanía general. Como han afirmado dos historiadores españoles: “Una coyuntura de bajos precios del azúcar hacía reinar la miseria en los campos para colonos y jornaleros”. [1]La crisis fue un factor importante a tener en cuenta para valorar la decisión de muchos en marchar al campamento mambí como afirmara el colega Jorge Ibarra Cuesta.[2]

Otro asunto decisivo fue el fin de la plantación esclavista. El sistema colonial mantenía en las guerras anteriores alrededor de 344 618 [3] esclavos y una gran cantidad de ingenios y cafetales. Esta cifra en una población que no alcanzaba el millón y medio es significativa. La mayoría de los plantadores esclavistas se convirtieron en defensores incondicionales del colonialismo. En las zonas donde predominaban estas instalaciones eran prácticamente inexpugnables como el valle de Guantánamo que continuó produciendo durante toda la guerra.

Pese a que en el Centro y el Oriente se desarrolla una descomunal guerra de independencia entre 1868 a 1878, Cuba produjo anualmente más del 15 por ciento de toda el azúcar del mundo. Incluidas en ese período están  las zafras de 1868 a 1876 en que llegó a fabricar más del 20 por ciento anual de la producción mundial.[4] Esta producción azucarera se realizaba fundamentalmente en el Centro y el Occidente donde predominaba la plantación esclavista. Lo que nos demuestra el control pese a la guerra que llegaron a tener sobre esta masa de hombres y mujeres los plantadores. La invasión al Occidente, al igual que las sublevaciones en esa región fracasaron. No sería hasta que se eliminó la esclavitud que se produjo la invasión. 

El hecho de que Antonio Maceo fuera reconocido como lugarteniente del ejército libertador en 1895, y otros negros y mulatos como: José Maceo, los hermanos Cebreco, Quintín Banderas, desempeñaran relevantes cargos y alcanzaran altos grados militares, nos dice de una sociedad que ha cambiado. Hay una gran cantidad de referencia a la actitud racista de miembros del gobierno insurrecto respecto a Maceo y otros líderes negros, pero se ha visto menos la realidad de que los cubanos blancos aceptaron a estos destacados caudillos y les obedecieron. Por citar un ejemplo en el territorio de Holguín, una zona de población blanca, la sublevación del 24 de febrero no se generalizó e intensificó hasta que Maceo no llegó a esa comarca y la recorrió. Algunos líderes militares blancos, veteranos de la guerra anterior, no se levantaron en armas hasta que no vieron al general Antonio. En una sociedad que apenas diez años atrás, en 1886, había abolido la esclavitud esto es sorprendente. 

Uno de los alzamientos más numeroso del 95 y donde los insurrectos realizaron el primer enfrentamiento armado se produce en Guantánamo. Uno

de los líderes más importantes del oriente de Cuba era un negro, Guillermo Moncada. Todo esto no era pensable en octubre de 1868.  

Los hombres del 95 tenían el trasfondo de los mitos heroicos que se habían ido extendiendo por todo el país. El asunto de los mitos heroicos es en extremo importante. Los mambises del 68 sacaron sus leyendas heroicas de gente que eran sospechosas de tener más intereses de unir la isla a los Estados Unidos que de obtener su independencia. La misma bandera había tenido un origen anexionista. Los hombres y mujeres del 95 tenían un trasfondo de mártires que se habían sacrificado por Cuba Libre. Era el aporte del 68. Este mundo espiritual también fue importante para comprender cómo la guerra se extendió por todo el país y en general los éxitos del 95.

En 1895 hubo un cambio en parte de la emigración española que estaba más ligado a los intereses de la isla que de la metrópoli. La ley de relaciones comerciales de 1882 la había afectado pues esta: “Además al hacer, prácticamente imposible el comercio directo de Cuba con terceros países (con otro que no fuesen la metrópoli ni tampoco los Estados Unidos)”[5]

El socio comercial más fuerte era Estados Unidos. Los otrora exaltados patrioteros que se sentían protegidos en el seno del estado español durante la guerra de 1868 y además estaban comprometidos con el orgullo nacional sobredimensionado, de pronto se encontraron en una situación económica nada agradable. Las medidas proteccionistas de España tenían respuestas en otros países, entre ellos Estados Unidos, lo que afectó el comercio de la isla y los intereses de los inmigrantes españoles. 

Esto en cierta forma explica la actitud de parte de la inmigración peninsular. Antonio Maceo expresaba en carta de agosto de 1895:

“Hace tres días estoy recorriendo las inmediaciones de Santiago de Cuba y toda su jurisdicción, visitando a los vecinos y poblados que nos reciben con marcadas demostraciones de contento sin que se noten las señales de traición de cubanos y españoles como acontecía en otros tiempos…”

“Lo que más me llama la atención es ver como el elemento español nos ayuda eficazmente con sus confidencias y recursos.”[6]

El capitán general Arsenio Martínez Campos se refería el 25 de julio de 1895 a que: “…ya son pocos en el interior los que quieren ser Voluntarios.”[7] El líder  autonomista Eliseo Giberga al referirse a la entrada de la columna invasora a Pinar reflexionaba que:

 “… se les entregaron poblaciones; se les entregaron armas; se les acogió como libertadores, asociándose peninsulares- no de buen grado, sin duda- a las demostraciones de que eran objeto…hubo bailes, y banquetes y serenatas y otras fiestas y se alzaron algunos millares de hombres. Pueblos hubo que quedaron casi reducidos a los ancianos, mujeres y niños; de algunos salieron también familias enteras para los campamentos insurrectos; y no faltaron mujeres que empuñaron las armas y tomaron parte en reñidísimos combates.”[8]

Mientras el historiador Jorge Ibarra nos indica que: “A diferencia de la burguesía comercial e industrial española, la clase media de esa procedencia no había formado parte de las élites coloniales, ni se había identificado de una manera fervorosa e incondicional, con el poder colonial durante  la última gesta independentista cubana.”[9]

Es interesante que hay un asunto poco tratado por los estudiosos de aquella contienda y es que el ejército hispano contó, en febrero de 1895, con una bibliografía expresamente elaborada, con indicaciones de cómo combatir una insurrección en Cuba. Los militares en octubre de 1868 tenían a su favor la larga tradición de luchas contra fuerzas irregulares en Marruecos, República Dominicana y la propia España. Pero aquel día de carnaval y alzamientos de febrero de 1895, el ejército hispano tenía a su disposición una valiosa bibliografía elaborada por oficiales que tomaron parte en las anteriores contiendas y adaptados los análisis y propuestas a las condiciones de la isla. El más relevante es el que escribió el oficial Leopoldo Barrios Carrión, publicado unos años antes del estallido del 95 con el título de La historia de la guerra de Cuba.[10]

El proceso independentista cubano tiene un hilo común: la primera guerra, 1868, y la última, 1895, fueron iniciadas por dos poetas: Carlos Manuel de Céspedes, el padre de la patria y su mas destacado apóstol, José Martí. El largo camino de la independencia cubana está estrechamente unido al arte. En cierta forma quizás sea la más hermosa poesía imaginada en la isla, no en la soledad de la creación de un poeta, sino como verdadero aporte de todos los cubanos.


[1] Antonio Elorza y Helena Hernández Sandoica: La guerra de Cuba 1895 1898, Alianza Editorial Madrid, 1998, p 179.

[2] Para conocer de la situación económica ver entre otros textos a Jorge Ibarra Cuesta Guerra del 95 ¿Guerra de la voluntad e ideal o de la Necesidad y la pobreza? En Jorge Ibarra Cuesta, Patria, etnia y nación, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 2007, pp93- 105.

[3] Ismael Sarmiento Ramírez , Cuba: Entre la opulencia y la pobreza Agualarga editores S.L. Sin año de publicación.  p. 51. 

[4] Manuel Moreno Fraginals . El Ingenio. Editorial  Ciencias Sociales. La Habana. 1978. t. 3.   p. 37 

[5] Antonio Elorza y Helena Hernández Sandoica, La guerra de Cuba. 1895- 1898, Alianza Editorial Madrid, 1998, P. 127.

[6] José Luciano Franco: Antonio Maceo apuntes para una historia de su vida, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1973, tomo 2, p 151.

[7] Raúl Izquierdo Canosa: La Reconcentración 1896-1897. Ediciones Verde Olivo, Ciudad de La Habana, 1997, p. 23.

[8] Leopoldo Giberga: Apuntes sobre la cuestión de Cuba, por un autonomismo, La Habana, 1987, pp. 146-147.

[9] Jorge Ibarra Cuesta: Herencia española, influencia estadounidense. En: Nuestra Común Historia. Cultura y Sociedad. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1995.

[10] En el 2020 la editorial española Deslinde con el auspicio del Frente de Afirmación Hispanista realizó una edición facsimilar con un estudio de Angela Peña, José Abreu y José Novoa.

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