Creado en: marzo 15, 2022 a las 12:51 pm.

Baraguá: símbolo de dignidad, resistencia y victoria

Por Ana Rosa Perdomo Sangermés

Antonio Maceo Grajales, el invicto guerrero que llevaba cicatrizados en su cuerpo los triunfos de su machete y en el corazón las heridas de la Patria, el que era capaz de sentir todo el dolor de su pueblo, al que le eran “naturales el vigor y la grandeza”, “el cubano que -al decir de José Martí- no tuvo rival en defender, con el brazo y el respeto, la ley de la república”, fue el hombre capaz de hacer frente a la tempestad, de convertirse en columna de la Patria y encarnar aquel 15 de marzo de 1878 los intereses de la nación,  alzando su voz en la Protesta de Baraguá. 

La dignidad nacional ultrajada en el Pacto del Zanjón se transformó para Maceo en un sentimiento profundo. Para poder apreciar lo hondo que caló en su corazón la vergonzosa claudicación, se recuerda que en tierna carta a Martí le declaraba, en ocasión de la muerte de su madre Mariana: 

“Tres veces en mi angustiada vida de revolucionario cubano he sufrido las más fuertes e tempestuosas emociones de dolor y tristeza… ¡Ah! ¡Qué tres cosas!: mi padre, el Pacto del Zanjón y mi madre…” 

Sólo quien fuera capaz de identificar el dolor de la muerte de su padre y de su madre, con el dolor de la Patria mancillada, podía ser capaz de impulsar al pueblo a vengar el crimen cometido contra él. 

No fue Maceo, como es lógico, el único combatiente de la Guerra de los Diez Años que perdió seres queridos y bienestar, tiempo y energías, en el curso de la contienda. No fue, asimismo, el único protagonista de fructíferas hazañas militares, por más que, sobre todo al final de la guerra, las suyas adquirieran relieve singular. 

En los Mangos de Baraguá se alzó la nación cubana, se alzaron los esclavos, los oprimidos y explotados en la figura de Antonio Maceo. Allí este excepcional jefe militar dejó para las futuras generaciones de cubanos la enseñanza de que las revoluciones y los revolucionarios pueden ser derrotados, pero no vencidos. 

Era imposible conciliar el heroico batallar de un pueblo entregado a la legítima conquista de su derecho a la libertad y el ofrecimiento hecho por el amo colonial de una paz sin independencia, cuando a lo largo de una década gloriosa se estuvo derramando la sangre de miles de combatientes en el suelo patrio; cuando los cubanos negros permanecían atados a la inhumana institución de la esclavitud, cuando el país había visto pasar más de tres siglos sometido de manera férrea a la metrópoli. 

Por eso no hubo ni podía haber conciliación con lo irreconciliable. El Pacto del Zanjón constituía, para Maceo y sus hombres, una transacción inaceptable, de ahí que se alzara la intransigencia revolucionaria que habría de garantizar la continuidad de la lucha hasta la liberación total. 

La Protesta de Baraguá fue un acto de honor y de patriotismo, que no en vano Martí también valoró como “de lo más glorioso de nuestra historia” y el Comandante en Jefe Fidel Castro, en ocasión del centenario de aquella digna respuesta de Maceo a Martínez Campos, la resaltaba: “… las banderas de la patria y de la Revolución, con independencia y con justicia social, fueron colocadas en su sitial más alto”. 

A 144 años de ese extraordinario acontecimiento, Baraguá continúa representando y enorgulleciendo la dignidad y la identidad cubanas, pues constituye uno de los actos y sitios más simbólicos que atesora el pueblo. Por eso, “ante la gloria inmortal de Maceo”  y junto a Fidel, toda Cuba ratifico hace 22 años un firme Juramento, que es y continuará siendo por siempre, su plataforma permanente de lucha.

Tomado de: https://www.radioenciclopedia.cu/exclusivas/baragua-simbolo-dignidad-resistencia-victoria-20220315/

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