Creado en: julio 22, 2021 a las 06:39 am.
Carilda Oliver Labra: la eterna novia de Matanzas

Para Carilda Oliver Labra el amor era poesía. Ella supo, como pocos, desanclar sus sueños por medio de los versos, esos que consideró bálsamo para mantenerse fresca y lúcida. Defensora de la libertad, la justicia y el amor, la Premio Nacional de Poesía 1997 aseguró, muchas veces, que “no hubiera querido ser en esta vida, otra cosa que no sea poeta”.
“La poesía para mí es la salud, porque cuando escribo me siento muy bien” dijo en una oportunidad la acreedora, en 2005, del título de miembro correspondiente de la Academia Cubana de la Lengua, ganado por su excelso uso del lenguaje. Cuando emprendemos ya el camino hacia su centenario, desempolvo una conversación con la periodista yumurina Maritza Tejera, quien departió muchas veces con la novia de Matanzas.
– ¿Qué recuerda de su primer acercamiento a la poetisa?
«Mis primeros recuerdos de Carilda se remontan a mis años de Secundaria Básica, porque ella daba clases de inglés, aunque yo, desafortunadamente nunca fui su alumna».
«En 1976 Carilda mandó al Concurso 26 de julio, del MINFAR, su libro La ceiba me dijo tú, y logró una mención. Ella llevaba unos años un poco olvidada. Ese premio la hizo resurgir».
«Cuando me gradué, me ubicaron a trabajar en Yumurí, el primer suplemento cultural de un periódico de provincia. Es ahí donde, por primera vez, salen versos de la escritora».
«Se publicó una entrevista a dos páginas, de Celestino García Franco, quien también, desafortunadamente, se despidió de la vida. Recuerdo el título porque formaba parte de unos versos de Carilda que a mí me gustan mucho: Ni doctora, ni señorita. Así tuve los primeros contactos con ella».
«Después atendiendo cultura, tantos años, continuamente nos veíamos. Yo estuve 3 años en prestación de servicios en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y eso me hizo acercarme todavía más a ella, a su obra».
– ¿Cómo ha preferido recordar a Carilda?
«Yo quiero hablar de Carilda como ser humano. Siempre encontré que ella era sumamente cariñosa, halagadora. Se ponía en segundo plano. No quería ser la protagonista, pero imagínate, cuando ella estaba, era el centro del lugar. Era dueña de la oratoria».
«Muchísimas veces en el periódico Girón, en la sede matancera de la Unión de Periodistas de Cuba, acudió a nuestro llamado para relatar anécdotas de su vida. Tengo muchísimos libros dedicados por ella, a mí y a mi hijo. Guardo muchas fotos junto a ella».
– ¿Cómo desea que la conmemoren?
«Más allá de recordarla como una poeta cubana, quisiera que se recordara, como un ser humano con muchos valores: sencilla, humilde, cariñosa, frágil, extremadamente sensible».
«Yo pienso que el alma de Carilda, como el alma de Milanés, ronda a toda Matanzas. Que, en las noches de frío y de lluvia, está acompañándonos en la ciudad, caminando por sus arterias. Milanés caminaría por toda la calle que lleva su nombre, y Carilda lo hace por toda su tierra entrañable, por su pueblo nuevo de siempre, donde vivió».
«Nosotros, los matanceros, nos sentimos muy dichosos y orgullosos de que Carilda haya sido nacido aquí».
Usted atesora recuerdos que Carilda le confió, acerca de la amistad que mantuvo con Fidel ¿Qué vivencias puede contarme de manera que ilustren esa relación entre ellos?
«Carilda también era graduada de Derecho, como Fidel. No eran del mismo curso, pero habían coincidido en la Universidad de La Habana, durante sus años de estudio. Todos saben que ella se quedó sola en Cuba y nunca emigró. Es que era una patriota y una fidelista genuina».
«El comandante vino a Matanzas con varios intelectuales para el homenaje por el aniversario 40 del Canto a Fidel, la carta mandada a la Sierra Maestra en las botas de un rebelde. Ese día en hotel Valle ella casi no comió. Estaba muy nerviosa. Creo que fue un halago muy especial del Líder de la Revolución hacia una poetisa provinciana».
«Desde antes él había tenido detalles con ella, pero recuerdo, que, en el año 1997, él le mandó un ramo de flores, el día de su cumpleaños y la llamó por teléfono. Ahí está lo gracioso: empiezan a llamar, y una voz le dice que Fidel quería hablar con ella. Ella no lo creyó y colgó, como tres veces. Al momento llama el mismo Fidel. Ella, pobrecita, nunca se imaginó que él iba a repetir ese gesto de llamarla el día de su cumpleaños».
«Tengo entendido que, en casi todos sus aniversarios de vida, mientras que Fidel estuvo vivo, nunca faltó un mensaje, un regalo de él para Carilda…».
«Ella guardaba con mucho celo su Flor de Oro, del Premio Nacional de Poesía, de 1950. Guardaba también las cosas que el comandante le había mandado por sus cumpleaños».
– ¿Cómo sintió a Matanzas el día que Carilda abandonó la vida?
«La presidenta de la UPEC y yo fuimos a llevarle flores en nombre de los periodistas de nuestra provincia, y la casa estaba colmada de personas. Tanto, que, por ejemplo, yo nunca pude llegar hasta donde estaban sus cenizas, porque había una cantidad de personas tan grande…».
«Ese día Matanzas dejó ir un pedazo de la ciudad. Ese día perdió un pedazo de su alma».
Carilda Oliver Labra, la autora de Al sur de mi garganta, mantiene a los lectores colgados de su lírica. Ella nos legó la dimensión mágica de la poesía, con la que nos enseñó a desordenarnos por amor.