Creado en: abril 17, 2022 a las 09:18 am.
Los primeros teatros camagüeyanos

Ningún cubano cuestiona la significativa importancia de la ciudad de Puerto Príncipe- hoy Camagüey- en la evolución histórica de nuestra Patria. Con solo mencionar a La Avellaneda, Ignacio Agramonte, Emilio Ballagas y Nicolás Guillén, bastaría para demostrarlo.
En los primeros tiempos de la colonia, los principeños se vieron obligados a atravesar un espinoso sendero de lucha entre ideas conservadoras y progresistas. Quizás como en ninguna otra ciudad de la Isla, allí se manifestó con extraordinario poder el elemento clerical, de suyo dogmático y reaccionario.
El teatro, no obstante las numerosas prohibiciones eclesiásticas sufridas en la propia metrópoli española, pudo abrirse paso en aquellas difíciles circunstancias, al menos hasta la tercera década del siglo XIX. El fallecido historiador del teatro camagüeyano, Manuel Villabella, nos cuenta que en 1806:
“[…] El lugar ideal en Puerto Príncipe era Cubitas, ofrecía la ventaja de un veraneo rápido para una población distante de las costas […]. Es allí donde instalan un tablado (lo llaman teatro); en diciembre de 1806 ofrecieron tres representaciones correspondientes a los tres días de las pascuas navideñas (25, 26 y 27), con una comedia diferente cada día. El principal promotor lo fue José Antonio Ramos, quien costeó, junto a sus amigos, los gastos. El hecho constituyó un gran acontecimiento, ya que no se veía otra cosa en los tres días que ir y venir “de Cubitas a la ciudad y de la ciudad a Cubitas, hasta personas que se reputaban muertas para la sociedad” […] El teatro estaba situado en el llamado barrio de San Miguel de la Entrada, uno de los mejores caseríos de Cubitas, allí se encontraban la iglesia y la fonda. El llamado teatro fue rústico y de carácter provisional […]”.
El 25 de noviembre de 1808Don Juan Ferrer solicita “autorización al Cabildo para abrir un teatro modesto por haber en la actualidad algunos aficionados”. La petición de Ferrer fue trasladada al Capitán General de la Isla, Salvador de Muro y Salazar, marqués de Someruelos, para su aprobación. Con toda probabilidad en diciembre de ese año esa improvisada compañía ofrece siete funciones, porque en acta capitular del 5 de enero de 1809, el Cabildo de Puerto Príncipe confiesa que ya se han celebrado siete funciones por los aficionados al teatro cómico, las que habían permitido provisionalmente, mientras llegaba la autorización de Someruelos.
Podría pensarse que el director de aquella compañía era José Galiano, quien el 1º de enero de ese año “pide nuevamente permiso para dar funciones dramáticas públicamente, cediendo una de cada ocho, a beneficio del fondo de armamentos de milicias”. En esta ocasión, Galiano funge como el empresario que contrata al actor gallego Santiago Candamo quien está realizando sus sueños de cómico de la legua y ha hecho berve temporada en Sancti Spíritus a fines de 1808.
Villabella nos alumbra acerca del espacio donde se ofrecieron estas funciones y muy probablemente las anteriores, por el grupo de aficionados de Galiano. Añade que entre enero y febrero de 1809, el inefable teatrero gallego Santiago Candamo ofrece ocho funciones sin autorización del capitán general, en una mansión habilitada para teatro:
“[…] ésta, al parecer, su primera visita a Camagüey. Vino al frente de una compañía que en ese año recorrió buena parte de la Isla y que sería de las primeras en internarse a pueblos tan lejanos de la capital […] celebraron ocho representaciones, una de ellas también dedicada a su Majestad. Obtuvieron 99 pesos y 7 reales libres. […] En cuanto al local […] hemos llegado a la conclusión que fue en la antigua calle de La Carnicería Vieja, luego Contaduría, hoy Lugareño, en la vivienda de Luisa Rufina de Betancourt, la abuela del Lugareño [seudónimo del escritor decimonónico Gaspar Betancourt Cisneros]”.
En resumen, entre noviembre 1808 y el comienzo de 1809 tenemos en Puerto Príncipe dos promotores teatrales, quizá también artistas, Juan Ferrer y José Galiano. Además, contamos con la certeza -por documentos posteriores- de que Candamo y su compañía hicieron una típica gira de cómicos de la legua y tocaron por lo menos tres localidades importantes, sumando las que visitó antes y después -Sancti Spíritus y Bayamo-.
En 1810 Candamo regresa a Puerto Príncipe y es puesto en la cárcel con sus compañeros, pero sobre este acontecimiento y la vida del intrépido gallego hay espacio para más de una crónica. Es probable que en esa segunda visita haya trabajado en el mismo teatro de la calle Contaduría.

Tiempo después, el cómico gallego se dio el gusto de fundar el segundo teatro de Puerto Príncipe, cuando el 23 de marzo de 1813, el capitán general envía al ayuntamiento de la villa un oficio en el que se autoriza a Santiago Candamo a organizar una temporada teatral.
El cabildo acuerda ayudar a Candamo, quien ha estado alentando la construcción de un modesto coliseo: El 11 de mayo se aprueba la petición. En la sección de efemérides del periódico El Camagüeyano, casi cien años después, se publica: “En este día el Ayuntamiento concedió licencia al señor don Santiago Candamo para la construcción de un teatro, que fue el segundo de la ciudad, ocupando el solar donde hoy se encuentra la casa número 40 de la calle del General Gómez”.
Y por fin el martes 13 de julio se inaugura el teatro. Villabella aporta: “Y era que la apertura del Coliseo no podía dilatarse más, todo estaba previsto, el propio don José Mariano de Agüero y Socarrás, tenía concluido, desde el 9 de junio, el Reglamento de Teatro”.
Por informaciones que extrae de ese Reglamento el propio Villabella, parece confirmarse la noticia aparecida en las efemérides de El Camagüeyano: el teatro estuvo en la calle Santa Ana (hoy general Gómez), casi en la esquina de San Ramón, en la cuadra que finaliza en el callejón del Príncipe (hoy Goyo Benítez).
Copio otras valiosas noticias que nos da Villabella:
“[…] La “edificación” del “Coliseo” de Candamo no llegó al mes (mayo a junio). Era pequeño, con solo dos hileras de asientos a ambos lados de la platea (da idea de estrechez), de las cuales seis filas de cada banda estaban destinadas a blancos “decentes” y el resto a populacho y negros […] Tenía palcos, pero tenemos la sospecha de que eran costeados por sus ocupantes (tal solución la pone en práctica Candamo al trasladarse a Santiago de Cuba y establecer allí también un teatro) […] Las funciones estaban fijadas para comenzar “a la hora de las dobladas” (repique de las campanas de la iglesia, podía fluctuar entre siete u ocho de la noche), al precio de dos reales la entrada, se ofrecía una todos los meses a beneficio de los hospitales de la villa […]”.
Las funciones podrían haberse extendido al menos hasta octubre, ya que Candamo sentará plaza en Santiago de Cuba en noviembre de aquel 1813.