Creado en: noviembre 2, 2022 a las 09:41 am.

Las gratitudes de Lázaro Reynaldo

Radicado en México desde 1991, Lázaro Reynaldo regresó a su Holguín natal con la exposición Grandes maestros, inaugurada en la Sala Electa Arenal del Centro Provincial de Arte: una instalación que incluye obras pictóricas, dibujos, fotografías, objetos personales, textiles, artesanías y elementos de la naturaleza (tierra y carbón vegetal) y que está “concebida ad libitum no solo por la variedad de motivos, objetos, materiales y técnicas; sino por la fluidez de ideas que retienen lo primitivo del gesto pictórico, la naturalidad del dibujo, la armonía con el entorno; una voluntad de darse al goce, a la expectación, a lo ignoto detrás de lo aparentemente visible”, expresa Yuricel Moreno en las palabras del catálogo.

Toda la muestra –en donde encontramos obras como “Torsos en rojo”, “Gracias por la abundancia que ya soy” y “Un caballo para Adán”– se articula con un concepto: la gratitud. Lázaro Reynaldo –artista que corresponde a quienes le han aportado a su crecimiento profesional y espiritual– sabe que la gratitud es el sentimiento que más amor genera y expande. El viaje, el reencuentro que posibilita la creación en Holguín, parecería algo lógico, una boutade, si Lázaro Reynaldo no fuera, sobre todo, un artista sincero consigo y con su propuesta (dos cualidades que se advierten al adentrarse en su obra). Las piezas expuestas aquí no son solo, o no únicamente, un giro en el que la imagen se inscribe en el marco de la representación y de lo representado. Ese giro marca otras latitudes, otros sitios, tal vez mentales, emocionales, en los que el artista elabora su idea del arte, y agradece siempre por ello.

Yuricel destaca “un conocimiento sólido del arte, del manejo de estructuras, de claves de significación culturales y una filosofía de vida ampliamente sedimentados en una iconografía personal llena de símbolos. En algunas piezas, el cuerpo humano –rostros impersonales, torsos, glúteos– impregnado por una expresión sutil, se confunde con figuraciones equinas y abstracciones que dejan cierta inquietud por develar su verdadero sitio en el juego de asociaciones propuesto. En otras, salta a la vista la relación con el diseño, la moda y la publicidad”.

Apertrechado de las posibilidades de la abstracción figurativa, su obra no se queda en los marcos algo más cerrados que posibilita la abstracción y sus expresiones, sino que el trabajo de Lázaro Reynaldo se precipita como un torrente azul y traslúcido (el mar) o en el rojo y el blanco (colores que junto al azul lo caracterizan), o en el ocre, los tonos terrosos, sensitivos, dorados como el sol que lo cubre todo, y que dan paso a la creación espontánea. Digamos que Lázaro desborda las clasificaciones en la búsqueda de una manera más sensible, espiritual, palpable, de expresarse, con personajes que observan de perfil y elementos geométricos en la búsqueda de la armonía interior que lo equilibra todo, que explora e indaga.

El artista va armando artilugios de su memoria, fragmentos a salvaguarda de los días, maderos a los que agarrarse; y con ellos atrapa la espiritualidad y la identidad del ser humano y claro, ofrece la suya. Sus trazos sencillos, minimalistas (subrayamos lo antropomórfico de las figuras, que metamorfosean en cuerpos de animales, caballos por ejemplo, presentes como señales de luz, en los complementos verbales que intensifican el mensaje de algunas piezas) nos remiten a los contextos de una paz interior deseada y encontrada. Todos miran el universo, todos buscan. El ojo milenario (ojo poético) ofrece su luz.

Residente en una urbe tan cosmopolita como la Ciudad de México, propicia para experimentaciones creativas, para el arte sin aprensiones, Lázaro Reynaldo realizó en Holguín su carta de agradecimiento al mundo, a través de la exposición Grandes maestros, una muestra para adentrarse con todos los sentidos (y también las emociones) bien despiertos en este viaje emotivo, afectivo, esencial, lírico por los pasajes que nos ofrece la vida.

(Todas las fotos del autor)

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