Creado en: enero 2, 2021 a las 09:30 am.

Como un New York entre las cañas

Al viajar por los campos cubanos podemos observar los centrales azucareros con sus chimeneas rodeadas de apacibles bateyes. El visitante se puede engañar si considera que la base de esos pequeños centros urbanos está en la vida reducida de una aldea. La industria azucarera está estrechamente vinculada a una intensa actividad cosmopolita.


El azúcar permitió crear la superestructura de transporte que unió definitivamente a la isla. Primero fue el Ferrocarril Central, creado en 1902, en el preámbulo del gran asalto de la industria azucarera al oriente y el centro de la isla y luego la Carretera Central que unía a La Habana con las demás provincias. Con el desarrollo azucarero se construyeron vías férreas, carreteras y terraplenes que conectaron la mayoría de los pueblos de cierta importancia.


Los centrales eran nudos de comunicación. De otra forma no podían sobrevivir. Todos los adelantos de la tecnología de las comunicaciones y el transporte eran rápidamente insertados en su maquinaria productiva. Desde el ferrocarril hasta el transporte automotor pasando por el telégrafo, el teléfono y las plantas de comunicación por microondas estaban presentes en el batey. Incluso una parte considerable de estos centrales tenían pequeños campos de aterrizaje para aviones.

El central se convirtió en un centro cosmopolita. Sus dueños muchas veces eran extranjeros o residían en otros lugares de Cuba. Entre sus empleados y obreros industriales y agrícolas abundaban los extranjeros o los naturales de diversos confines del país. La industria azucarera produjo una migración interna sin precedentes en la historia del oriente y parte del centro de la isla.

La población de la ciudad de Banes, en el norte de Oriente, es un ejemplo elocuente de esta situación. Estaba en el centro del gran emporio azucarero de la United Fruit Company. En ella se encontraban las oficinas de esa empresa en Cuba, los talleres de reparaciones ferroviarios y a pocos kilómetros el central Boston, propiedad de la referida compañía. En 1911 sus vecinos tenían el siguiente origen:

Nacionalidad Cantidad Cuba 16022
Españoles 915
Estados Unidos 46
Gran Bretaña 138
Francia 28
Alemania 6
Italia 6
Colombia 1
Holanda 1
Venezuela 2
Dominicana 2
Asiáticos 25
Arabes 57
Haití 2

 [1]

Había una gran cantidad de haitianos, pero residían en las zonas cañeras. El 7.1 por ciento han nacido fuera de la isla. Tal composición demográfica se repite en muchos poblados azucareros.


El poeta cubano Pablo Armando Fernández, en un recuento de su niñez, en el central Delicias en el norte de Oriente, nos deja un testimonio interesante sobre los hombres y mujeres que hicieron ese prodigio que es el azúcar cubano:
“La fundación del central data de 1911 y su población estaba constituida fundamentalmente por españoles que emigraron a Cuba (…) por algunas familias cubanas (…) millares de emigrantes de las islas menores del Caribe. En Delicias, también abundaban los chinos (…). Y había sirios y libaneses. Atraídos por el auge económico (…) llegaron (…) hombres de otras procedencias y nacionalidades: puertorriqueños, dominicanos, venezolanos colombianos, mexicanos”[2] .

Esto permitió crear cierto matiz cosmopolita en todo el país. La afirmación del poeta Pablo Armando Fernández de que era más fácil viajar desde su natal central Delicias, en el oriente de Cuba, a New York que a cercanas ciudades como Holguín o Tunas no es producto de la imaginación artística[3]. Los centrales azucareros, en ocasiones, tenían comunicaciones más fáciles con los Estados Unidos que con las cabeceras de los municipios a los que pertenecían.


La portentosa industria azucarera del siglo XX creó una riqueza material, para una parte de la población, que dejó una profunda huella en el país. Era aquella riqueza mal distribuida. Los inmigrantes que acudieron de diversos países para dar su aporte al desarrollo azucarero cubano, en general, fueron muy mal compensados. A muchos se les asignaban las tareas más duras y peor remuneradas en las zafras como el corte de caña. Pero todos ellos dejaron su impronta en la historia de la mayor de las Antillas.


[1] Museo Municipal de Banes, Fondo United Fruit Company, Documentos sin Clasificar.

[2] Pablo Armando Fernández, De memorias y anhelos, Ediciones Unión, La Habana, 1998, p 24.

[3] Entrevista a Pablo Armando Fernández por Eugenio Marrón Casanova, Inédita.

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