Creado en: junio 15, 2024 a las 07:13 am.

Cuando la vida está en venta

Janette Brossard Duharte, cuya exposición El mundo como supermercado sigue en la sala La Celosía, de la Uneac, en Pedro A. Pérez entre Padro y Aguilera./Foto: Rudens Local Guerra

Por Sandra Daliana Bory Castellanos

La acompasada melodía de un violín sorprende a todos los presentes. Una joven intérprete da a luz a gran variedad de notas, escalas y arpegios que se propagan en el espacio compartido, de acuerdo al pulsar de las cuerdas. Delante, sobre el suelo, descansa el estuche del instrumento. Dentro, algunos billetes, como poniéndole precio a algo tan invaluable como el arte.

Unas luces cálidas iluminan las impecables paredes de la galería La Celosía, de la sede guantanamera de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). En ellas se exhibe medio centenar de piezas de pequeño formato. Arte que da vida, colgada sobre las paredes.

Cuando el francés Michel Houellebecq escribía su libro El mundo como supermercado, jamás consideró que serviría para reprender hábitos destructivos y costumbres globalizadas -producto del consumismo- en una habitación, tan alejada de su Patria.

No imaginó a Elizabeth Yodú Nápoles, talentosa violinista, interpretando a Réquiem Inadvertido con habilidad y emoción, delante de un público que buscaba comprenderlo.

No pensó, desde luego, en que Janette Brossard Duharte, destacada artista de la plástica, hallaría en su obra una base sólida sobre la cual edificar su pensamiento reflexivo. Así, producto de la creatividad, nace una exposición de igual nombre, que llegó a Guantánamo en el contexto de la XLVI Jornada de Literatura y Artes Plásticas Regino E. Boti.

Esta muestra “es la presentación irónica de una especie de supermercado, donde los objetos están distribuidos en una serie de departamentos -llamados Productos cárnicos, del mar y demás- y cada uno de esos objetos que la integran es una especie en peligro de extinción”, explica su autora.

Graduada de la Academia de San Alejandro y del Instituto Superior de Arte, con título de Oro, Janette confiesa haber tenido vocación para el arte, desde que puede recordar.

“Siempre me gustó dibujar, y vivía muy cerca de San Alejandro, pero a mi mamá nunca le pareció buena idea. Por eso, estudié en un Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas y opté por la carrera de Diseño, hasta que logré convencer a mi mamá y llegar a San Alejandro. Para mí, fue como estar de vacaciones, porque para esto nací”, comenta.

Busca inspiración en lo que le rodea: la vida cotidiana y las relaciones sociales. Trabaja con pasión, cualidad indispensable para quien ofrenda su vida al apostólico y desinteresado camino de expresar lo que siente mediante lo que hace.

“Mi proceso creativo parte de un análisis profundo de los temas que me interesan. La creación conlleva una dosis de sufrimiento todo el tiempo, porque se debe pensar y repensar algunas cosas, pero es al mismo tiempo muy placentero”.

Replicando el nombre del título de Houellebecq, nace la idea de mostrar al mundo como ese lugar, donde todo es desechable, donde lo que más importa es lo que menos se valora.

“Al concebir esta exposición -afirma- venía de una serie muy larga de hacer adaptaciones visuales a los haikus, que es un tipo de poesía japonesa, y decidí llevar lo que pensaba a ese lenguaje. Producir una mezcla entre la imagen visual y la composición poética. Una adaptación.

“En uno de los haikus que hice había una polimita, que es una especie endémica cubana en peligro de extinción, y a partir de ahí, comencé a establecer un vínculo cada vez más profundo con la naturaleza.

“Después, parte la idea para esta exposición, que denuncia las especies vulnerables, la fuerza que tienen el capital financiero y económico y el poder liberal y el peligro real de que el planeta desaparezca el ser humano como especie”, relata.

La muestra está compuesta por impresiones digitales -realizadas con tinta ecológica- de piezas de embalaje usadas en el universo industrial (latas, recipientes de cartón y plástico, bolsas de nylon), sobre las que -como un llamado de atención- son señalizadas especies vulnerables y plantas en riesgo de desaparecer, que hallan vida mediante acuarela y crayón.

Es un diálogo con el espectador sobre la manía “de encapsular y contener la naturaleza, reprimirla, explotarla para luego comercializarla, al punto de llegar a ese estado crítico de hoy.

“El mundo como supermercado es una ironía. El hecho de que la propuesta visual esté montada como una tienda donde puedes ir a escoger lo que desees es una ironía. Esos objetos de fabricación industrial y que funcionan como contenedores son una ironía, de la exposición, con respecto a la actualidad”, comenta Brossard Duharte.

Lleva inscrita una dicotomía entre lo tridimensional y lo bidimensional, según la forma en que está presentada; entre lo industrial y lo manual, por la contraposición de los objetos que están impresos con una tinta ecológica y las especies naturales, que son dibujadas con acuarela y crayón. Una tremendísima puesta en escena.

La propuesta instalativa, -que fue inaugurada en la galería Villa Manuela, de la Uneac habanera-, polemiza entorno al juego mortal de tratar a la naturaleza como si fuera desechable. Despreciable. Renovable al extremo. Como jugar a la ruleta rusa, con una bala en cada agujero del revólver. Una lucha por el poderío que terminará siendo, algún día, suicida.

“El mundo como supermercado -según su autora- reflexiona sobre la fragilidad de la especie humana, y su aparente indiferencia ante lo que le resulta dañino”. Del complejo de vivir como dioses en una tierra donde la existencia humana más primitiva depende, en su mayoría, de todo cuanto le rodea, y aún así parece no importar.

Son cuadros que lanzan una mirada crítica a la palestra. ¿Hasta cuándo la pérdida de la biodiversidad? ¿Por qué tanta ignorancia con el bienestar del planeta, de los animales y sus ecosistemas? ¿Cuánto para que termine el consumismo? Ojalá se halle la respuesta, antes de que estas preguntas acaben por consumirnos como especie.

Mientras tanto, Janette Brossard Duharte, destacada grabadora cubana, en su primera visita al Alto Oriente Cubano, se convierte en la primera mujer en exponer en La Celosía guantanamera, y en portavoz de cómo el compromiso con la vida, en cualquier manifestación, sigue teniendo cabida, incluso desde el arte.

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