Creado en: enero 16, 2022 a las 09:58 am.

El nuevo crítico «regañón»

Pedro Calderón de la Barca, muy representado en estos años / Por Rogelio de Egusquiza y Barrena, Museo del Prado

En una de mis primeras entregas a esta columna me referí a la labor del director del semanario El Regañón de La Havana en 1800, Ventura Pascual Ferrer, quien firmaba sus críticas como El Censor mensual. Ferrer inicia a fines de febrero de 1801 un viaje al extranjero y, entre el 3 de marzo y el 27 de octubre, salen treinta y cinco números de El substituto del Regañón de La Havana, dirigido por José Antonio de la Osa, publicista que se nos revela también como crítico teatral: firmaba aquellos trabajos bajo el seudónimo El Censor substituto. Veamos cómo se manifestaba este nuevo redactor:

El 8 de febrero de aquel año se había estrenado la comedia de figurón El hechizado por fuerza, de Antonio de Zamora. El censor substituto, en su primera aparición, le dedica este comentario: “se representó tan insulsa y desgraciadamente que fue una compasión”. En ese mismo número de El substituto…, De la Osa analiza El emperador Alberto I o La Adelina, -calificada por su autor, Antonio Valladares como “comedia nueva”- y concluye: “… los cómicos no la hicieron tan mal como otras”.

En la semana de inicio del año cómico 1801-1802, específicamente el lunes dePascuade Resurrección, se estrenan, bajo el título Koulikán, rey de Persia (I y II), las obras de Antonio Camacho: Más que el influjo de un astro, estimula el mal ejemplo: Koulikán, rayo del Asia –el lunes 6 de abril, con el sainete La tertulia de oficiales, de Ramón de la Cruz-; y el martes 7, Vida y muerte de Thamas Koulikán, junto al sainete La maja majada, también del conocido sainetero madrileño. Sobre las obras grandes opina De la Osa: “…los cómicos lo hicieron algo peor que en la Andrómaca.” Sobre los sainetes: “… obras del mismo autor, según me han informado, fueron la cosa más fría que pudiera darse, o tal vez consistió en los cómicos; lo cierto es que salimos todos como pollos mojados después de bien molidos con la representación principal.”

Concluye con una interesante valoración: “… no puedo menos de hacer el debido elogio por las decoraciones que generalmente fueron alabadas […] porque a la verdad el Pintor no dejó que desear en las circunstancias en que se halla el Coliseo del Circo.” En este último párrafo se refiere al excelente pintor y escenógrafo italiano Giuseppe Perovani, al que dedicaré una de estas crónicas.   

En ocasión del estreno del drama heroico El fénix de los criados o María Teresa de Austria, de Luciano Francisco Comella, expresa De la Osa: “…los cómicos estuvieron como siempre, pesaditos.” Sin embargo, no escatima un agradecimiento cuando valorala comedia de Calderón El astrólogo fingido, también conocida como El amante astrólogo: “…los cómicos no la hicieron mal en el todo.”  Y el 16 de junio, sobre la representación de Fingir y amar, de Agustín Moreto: “…los cómicos la hicieron tal cual”.

Unos días antes, como para no dejar dudas sobre sus conocimientos, De la Osa publica un artículo que podría considerara como breve manual para la enseñanza del arte de la actuación. Transcribo algunos pasajes:

Señor público:

Una de las cosas que creo deben interesar a V. en el día es que haya buenos actores para las Comedias que se representen en el Coliseo provisional que tenemos […] jamás lograrán la perfección si, a lo menos, no se les dan algunas reglas fijas […] Jamás se conseguirá decir el papel como cada uno se propone, sin que antes se hayan superado las dificultades de la postura […] Entiendo por acción, no solamente el movimiento de los brazos, sino también de todas las partes del cuerpo; porque de su armonía o uniformidad depende toda la gracia del buen comediante.

Para conseguir buen aire, es menester mantenerse derecho, pero no demasiado. Todo lo que se acerca al exceso toca en afectación […] del mismo modo, si se mantiene muy recto, se priva de la mayor ventaja en los instantes que deben señalarse con un afecto más vehemente […] Todo cómico debe moverse a paso firme, pero igual, moderado, y sin sacudiduras. La cabeza no deberá tener movimientos impetuosos, sino a proporción y con prudencia […] Este movimiento de los brazos es el embarazo mayor […] pues es indispensable tocar los grados de moderación […] Igualmente es necesario no accionar con viveza; todo lo contrario: cuanto más la acción tiene de lentitud y de suavidad, tanto es más agraciada […] si el brazo se extiende con precipitación y con fuerza, la acción es dura; y cuando se acciona solamente con medio brazo, y que los codos se mantienen unidos al cuerpo, (como hizo la Dama que representó la Andrómaca en este Circo) semejante postura es en extremo desairada. Esto no obstante, es preciso evitar tener los brazos igualmente extendidos y elevarlos a una misma altura (como se observa en el Galán que hizo el Astrólogo fingido) porque semejante acción en forma de cruz, como ordinariamente lo hacen los cantores de teatro acompañando el compás al fin del canto, no es un modelo que se deba seguir.

El medio de hacer salir la voz con un sonido lleno, dulce y natural es uno de los estudios más necesarios para el teatro, debiendo el cómico percibir, cuando hable en voz alta, cuáles son los sonidos de su voz que tienen aspereza o frialdad, y notar si hay algunos que se ofuscan o sofocan en nuestra boca cuando procura articularlos, para que a fuerza de ejercicio se suavicen los primeros, se dé más vigor a los otros […] Para evitar los sonidos fríos o aullantes, es forzoso que el pecho trabaje siempre clon una firmeza igual, y que el gaznate no se estreche mucho en el paso del sonido. Se debe con habilidad manejar la respiración, contribuyendo solamente con aquello que la voz exija, pues si sale el aliento con mucha abundancia, confundirá el sonido, porque embaraza al guargüero, y por esta razón produce lo que se llama una voz sepulcral […]

Cada uno debe aprovecharse de la voz que la naturaleza le ha franqueado, y de ninguna manera procuraría suplirla con otro sonido extraño, o imitado de otro actor, porque esto es muy perjudicial, y nadie puede ser digno de alabanza sino aquel que se muestra original […] Regularmente se entendía en lo antiguo la palabra declamación tan mal, que sólo llamaban declamadores a aquellos que hablaban gritando.

Todos los que leen mal, finalizan los versos, como estos cómicos, por sonidos en el aire; de modo, que parece que en la pieza que se está representando no hay puntos ni comas.

Concluyo con algo sobre los afectos: Los movimientos que nacen en el alma con demasiada prontitud, sin el socorro de la reflexión, y que desde el primer instante nos obligan a determinar, casi a pesar nuestro, son los únicos que deben llamarse sentimientos; hay dos entre éstos que son dominantes, y que se pueden mirar como el origen de todos los demás; quiero decir: el amor y la ira. Todo lo que no proviene de alguno de los dos referidos principios es de otra especie. Por ejemplo, la alegría, la tristeza y el miedo nacen de simples impresiones; la ambición y la avaricia, de pasiones reflexionadas; pero la piedad es un sentimiento que proviene del amor; el odio y el desprecio son los hijos de la cólera; y así es preciso que el cómico advierta cuidadosamente cuándo debe suponerse en estos casos. Esta distinción, que quizá se encontrará muy metafísica, ha sido necesaria para hacer comprender la razón por la que se ordenan todos los sentimientos bajo solas dos clases. [1] 

Este texto nos revela la existencia de otro crítico –además de Ferrer- con sólida formación y en plena madurez profesional. Aunque el trabajo no está firmado, es casi seguro que el autor es José Antonio de la Osa, único redactor del Substituto.., y de quien lamentablemente, sólo encontré una ficha en la enciclopedia Cuba en la mano, en la que se le describe como naturalista, además de hombre de letras.

En una próxima entrega conoceremos otros trabajos críticos de este escritor.


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