Creado en: febrero 27, 2024 a las 02:26 pm.

Emilio Vizcaíno, atrapado en los títeres

Por Yamilka Álvarez Ramos

El titiritero Emilio Vizcaíno Ávila es enfático cuando afirma que la cruzada teatral Guantánamo-Baracoa lo representa todo en su vida y nada mejor para celebrarlo que su estreno como actor unipersonal, en ese proyecto, a los 55 años de edad y 30 de carrera.

   Precisamente la edición 34 de uno de los empeños comunitarios más importantes de Cuba rinde homenaje a Emilio, el cual asegura que festejará sus tres décadas de trayectoria a lo largo de este 2024.

   Recuerda Vizcaíno Ávila sus inicios como actor del teatro Guiñol Guantánamo y en la Cruzada, en el año 1995, en talleres de creación de títeres con los niños, y por necesidad, asumió un personaje, el cual enfrentó con mucho nerviosismo, evoca.

   Yo me sabía el texto de casi todas las obras del Guiñol, pero me tocó actuar, fue en la escuelita de Bejuquera, municipio de San Antonio del Sur y aunque resultó difícil, sentí de verdad el compromiso de poder hacer algo, comenta.

   La gente me dio ánimo, Maribel López, Tula (actriz Gertrudis Campo, su esposa) y lo hice y así empecé con pequeños papeles, personajes, ayudantías y poco a poco me involucré en la creación del personaje, hasta que ya estaba dentro del repertorio activo del teatro Guiñol, entre 1995 y 1996.

   Refiere que en el 96 se evaluó y obtuvo el tercer nivel, con lo cual entró a la vida profesional y “me siento atrapado en la creación, porque desde ese momento no he podido soltar los títeres, a 30 años de vida artística disfruto mucho lo que realizo y trato de que los públicos también se deleiten”.

   El titiritero es una persona que se encarga de darle vida a las cosas, animar más que manipular, y yo poco a poco he comprendido eso con el tiempo, trato la manera de darle vida a un trozo de papel, a una tela, incluso en mi labor como profesor en la Escuela de Instructores de Arte enseño a los estudiantes a que aprendan primero a animar objetos antes de ponerse un títere, explica.

   He tenido momentos felices y también tristes, pero son más los satisfactorios, y la primera motivación este año resultó el montaje de Chímpete Chámpata o el Pícaro Burlado, para presentárselo al público.

  Esa pieza la descubrí cuando el maestro Armando Morales vino en el 96 a la Cruzada con esa obra, y ahí conocí además a Javier Villafañe, el autor argentino, es un montaje que tiene mucha participación, principalmente con los niños.

  Considera Emilio que el teatro guantanamero es eminentemente social, siempre se ha ido a la calle, a la comunidad,” la primera función que yo vi fue en la calle, a cargo del Guiñol y eso me ha impactado, entonces la Cruzada abrió mucho más ese carácter social del arte y fue ahí, en ese gran proyecto, que nací como actor”.

  La Cruzada me permitió descubrir con detalles la provincia de Guantánamo, porque aunque pasa por seis municipios, también transitamos por los otros cuatro, y conocemos las condiciones de las comunidades, de las personas que las habitan, las escuelas, cantidad de pueblos, manifiesta el actor.

  Yo realicé una investigación y la Cruzada pasa por más de 300 escuelas, conozco  los Consejos Populares, los caminos, las interioridades de las comunidades y me he actualizado, me conocen; nosotros llegamos a todos esos pueblos y siempre tenemos a alguien que nos quiere, nos cuela café, nos brinda su casa para dormir, realmente es una gran familia.

  En un año que se augura de mucho trabajo y él lo califica como bueno, Emilio esboza algunos de los planes: Tula y yo haremos dos obras, una tiene 25 años, El Tamborilero y otra cuenta 20 años, El gato y los ratones, son varios estrenos, dice.

   Las responsabilidades como director de la Cruzada y del Guiñol, desde el 2013, me exigen bastante trabajo, tengo que desdoblarme en muchas cosas, pero siempre ando en búsqueda de nuevas propuestas  para esos proyectos, que son mi vida.

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