Creado en: mayo 12, 2023 a las 09:19 am.

Enrique Núñez Rodríguez y José Antonio Fulgueiras: los cronistas de Quemado de Güines 

José Antonio Fulgueiras conoció a Enrique Núñez Rodríguez en una época en la que era habitual encontrarlo desandando las calles de Santa Clara vestido con la camiseta del equipo de béisbol de Villa Clara. De ese entonces quedan grabados en la memoria del Premio Nacional de Periodismo José Martí recuerdos de la personalidad y el carisma de Enrique.

A los dos escritores los uniría después una sincera amistad con el comandante Víctor Bordón y su profundo amor por Quemado de Güines. Uno quemadense reyoyo y el otro hijo adoptivo de Quemado, ambos se convirtieron en cronistas e historiadores de esta ciudad.

Cuando se cumple el centenario del natalicio del Vecino de los Bajos su obra sigue siendo ejemplo e inspiración para Fulgueiras, quien lo considera figura cimera de la literatura costumbrista y el periodismo cubanos. 

¿Cómo conoció usted a Enrique Núñez Rodríguez?

A Enrique yo primero lo conocí porque venía mucho aquí a Santa Clara. Era muy amigo de Humberto Rodríguez, el presidente del gobierno y también él tenía muy buena amistad con Abel Prieto. Abel tenía una estrecha relación con Santa Clara y ellos venían aquí a casi todas las actividades, incluso andaba muchas veces con una camiseta o chamarreta del equipo de Villa Clara de la pelota, de color naranja con el nombre de Enrique en la espalda.  

Era una figura extraordinariamente simpática, tanto en lo personal como en lo que escribía, y eso no siempre se combina con los humoristas. Por ejemplo, yo conocí a Zumbado que para mí es el mejor humorista de prensa escrita de ese tipo de humor de crítica, con una sátira en los problemas del país, que es otro tipo de humorismo que no es el que hacía Enrique, pero cuando tú hablabas con él no era un tipo simpático. Es el caso, por ejemplo, de Martirena, otro excelente profesional que tiene el mundo entero ahora mismo, y digo el mundo entero porque tiene premios en las bienales internacionales y es reconocido mundialmente; sin embargo, él personalmente, no es un tipo humorista.

Por otra parte, Pedro Méndez, que ahora no puede hablar, pero es un tipo de guajiro de esos humoristas que donde quiera que llega se roba el show. Entonces Enrique tenía las dos facetas esas, tenía la faceta de ser el humorista que escribía, pero también el humorista en su vida personal. Siempre estaba diciendo refranes, siempre estaba con la sonrisa a flor de labio, que eso es lo que más me impresionaba de él. Creo que se pasaba el día sonriendo porque él era una persona que vivía sus momentos felices dentro de este sistema de la Revolución.

Una de las cosas que algunos no conocen es que Enrique Núñez Rodríguez era uno de los mejores escritores que tenía la radio en Cuba, y en el momento del triunfo del 1ro. de enero de 1959 ganaba buen salario. En otras palabras, vivía como quería; sin embargo, nunca se fue de Cuba y tenía mucha afinidad con Fidel.

Ya lo conozco más profundamente cuando empiezo a escribir este libro que se llama Víctor Bordón: el nombre de mis ideas, que era un comandante del ejército rebelde que lo primero que hizo fue alzarse en el llano, en la zona esta de Quemado de Güines. Antes del 8 de abril de 1958 había atacado el cuartel de Quemado de Güines y no lo pudo tomar, pero después se alzó en el Escambray e hizo una columna. Luego se unió al Che y el Che lo degrada a capitán y él lo acepta.

Enrique una vez me contaba eso, que una de las cosas que más le había impresionado de Bordón, fue cuando él le dijo al Che «déjeme combatir a su lado como un soldado más». Cuando empecé a escribir el libro de Bordón prácticamente me volví un quemadense porque la mayoría de los fundadores de la tropa de Bordón eran de Quemado. En Quemado de Güines había dos fechas muy significativas que eran el 8 de abril, fecha en la que Bordón había tratado de tomar el cuartel, y en diciembre que era el día del quemadense ausente. Ellos religiosamente siempre venían, sobre todo al día del quemadense ausente y ahí coincidimos varias veces.

Yo conversaba mucho con Enrique. En Quemado había una casa de visita del gobierno donde nos quedábamos Enrique, Bordón y toda esa tropa. Enrique le tenía mucha admiración a la figura del comandante Bordón porque lo conocía desde que empezó de lechero ahí en Quemado.

Él me contaba en el libro las cosas que hacía Bordón, que le parecían extraordinariamente simpáticas; como la vez que cogieron a un compañero de los que tomaba con él, que era un infeliz, y lo metieron en el cuartel de la policía y Bordón fue para allá y tomó el lugar donde estaba un grupo de policías y los desarmó, liberando finalmente al amigo.

Dio la casualidad que ese mismo día fue el ataque al cuartel Moncada, Bordón no tenía nada que ver con la política en ese momento y lo acusaron por haber apoyado el asalto al cuartel Moncada y entonces lo trajeron preso para Santa Clara. Esos cuentos los hacía Enrique de una manera muy cómica.

Cuénteme cómo fue que Enrique Núñez Rodríguez propuso que a usted se le otorgara la condición de hijo adoptivo de Quemado de Güines

En La Habana había un grupo de quemadenses que se reunían periódicamente y Enrique nunca faltaba a esta reunión. Ahí se empezó a hablar del libro que yo estaba escribiendo sobre Bordón. Hablé varias veces con Enrique, incluso con la esposa mía lo fuimos a entrevistar a La Habana en la UNEAC donde él tenía un cargo nacional. Ahí me dio las primeras entrevistas y también varias veces en Quemado Güines.

El libro él lo leyó antes de la publicación. Me interesaba que fuera así porque en el volumen trabajé muchas cosas humorísticas también. Yo arranco en lo que es la primera parte hablando de las cosas de Quemado, todas esas historias del otro, de Enrique cuando vendió la bicicleta…, y parece que en una reunión de esas de los quemadenses ausentes, planteó que él consideraba que me deberían hacer a mí hijo adoptivo de Quemado.

Entonces una de esas veces que vino a Quemado se lo planteó a la dirección del gobierno y para sorpresa mía, un 8 de abril, en que me disponía a cubrir como periodista y también como escritor, como parte de la investigación de Bordón, veo que dicen mi nombre y me condecoran como hijo adoptivo de Quemado Güines.

Tanto en su obra como en la de Enrique está presente el humor criollo. ¿Cómo se logra llevar el humorismo y el periodismo de la mano sin que el segundo pierda seriedad?

Yo tengo en este momento 28 libros escritos. La mayor cantidad de libros que tengo, por condiciones ajenas a mi voluntad, son de temas políticos, por ejemplo del Che tengo ocho libros escritos porque estuve tres años en Bolivia. Ahora acabo de publicar un libro por la editorial Verde Olivo que se llama El Che no murió en Bolivia y tengo otra cantidad sobre el Guerrillero Heroico que los hice a partir que entrevisté a Bordón y a los combatientes de él que me iban contando cosas del Che, y lo vi como una figura que me interesaba.

Por otro lado, desde que empecé en Vanguardia me he daba cuenta que las cosas que yo publicaba, con cierto sentido del humor, eran las que más le llegaban a la gente. Yo le ponía muchos apodos a los peloteros: el tigre Discal, la Pantera Machado. Pero también, dentro de mis escritos ponía algunos que tenían mucho humor, por ejemplo, había un ampáyer que se llamaba Melchor Fonseca y un día el cinco de enero jugamos en Santa Clara y dan un batazo aquí por Villa Clara y la bola pasó de buena bola, muy pegada a varilla, pero él estaba de ampáyer de tercera y la vio foul y la metió foul y perdió Villa Clara. Yo le puse un escrito al otro día en Vanguardia que decía «Ya llegó el rey Melchor y le trajo un regalo a Villa Clara, todavía faltan los otros reyes magos» y eso la gente todavía lo recuerda.

Yo influenciado por Enrique, por Mark Twain claro, he leído mucho a Zumbado que era uno de los preferidos míos. Incursioné también en el periodismo ese y he tenido la satisfacción de ir a Quemado de Güines a un evento que ellos tienen de la crónica, a leer las mías, un poco como dándole un homenaje a Enrique y también, como yo diría, a seguirle los pasos, porque para mí no  tiene un igual en Cuba.

Desde su experiencia como cronista ¿Qué opinión le merece el trabajo de Enrique Núñez Rodríguez?

Me parece que es la figura cimera. Hay otra anécdota de él porque escribía en Juventud Rebelde unas crónicas dominicales pero él se puso El vecino de los bajos, en tanto arriba ponían las de Gabriel García Márquez. Pero cuando Gabriel García Márquez, por cuestiones de su trabajo, no pudo seguir escribiendo la crónica le plantearon pasarlo a él para arriba y dijo yo sigo aquí abajo porque es más cómodo, además padezco de vértigo y segundo porque después cuando aparezca otro me van a volver a mandar para abajo y estoy muy feliz viviendo en la planta baja.

La gente lo seguía los domingos y rompiendo los cánones del periodismo, para decirte la verdad, porque yo también he tenido mucho esta interacción con los lectores y con muchos amigos que lo dicen, la gente se leían primero la crónica de Enrique cuando estaba abajo que la de Gabriel García Márquez. Por eso mismo, porque la crónica de Enrique era la crónica esta costumbrista que refleja las cosas del cubano. La gente dice que el cubano se ríe hasta de sus propias desgracias y él sabía sintetizar eso.

Alejo Carpentier hablaba maravillas de Enrique Núñez Rodríguez y los grandes escritores de Cuba, como Lezama y toda esa gente que lo conocieron a él, lo encumbran como uno de los grandes porque hizo, además, obras de teatro humorístico, del teatro este vernáculo que existía en Cuba. Era un escritor todo terreno y también, por supuesto, fue un buen periodista. Él escribió cosas de periodismo como esas crónicas dominicales y en todas destacaba el humor.

¿Cuál cree usted que es el mayor legado de Núñez Rodríguez?

Para mí es el comprometimiento de un intelectual con la Patria y con la Revolución en Cuba. Tenía el oído siempre en la fabulación popular que es lo que hago yo también, para hablar claro.

A mí me gusta más andar a pie que en cualquier carro pues tú vas oyendo la gente en la calle y te hacen un chiste por ahí, te sacan las ocurrencias que tiene el cubano y él se nutría fundamentalmente de eso, del oído del pueblo y lo llevaba al papel porque tenía una técnica narrativa extraordinaria.

Utilizaba la crónica donde tú vas trabajando al lector y lo sorprendes con un final casi siempre ocurrente. Hay cómicos como Chaflán que la gente se tira en el piso a reírse, pero hay otros como Mark Twain que cuando tú terminas te queda una sonrisa, te sorprende con el sentido del humor fino ese que se le llama.

Él siempre te dejaba al final de sus crónicas una cosa que era extraordinariamente ocurrente y los libros de Enrique se agotaban rápidamente cuando llegaban a la feria del libro.  En Cuba, y yo pienso que en la mayoría de los países del mundo también, el humorismo en la literatura tiene uno de los peldaños más altos.

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