Creado en: julio 20, 2021 a las 07:45 am.

La soledad, el silencio pueden ser grandes aliados si sabemos usarlos

Alfredo Zaldívar (Holguín, 1956) es escritor, editor, dramaturgo y promotor cultural. Reside en Matanzas donde fundó la casa editorial Ediciones Vigía. Tiene más de una decena de títulos publicados, entre ellos: El ángel blanco, La vida en ciernes, Papeles pobres, Contra la emoción y Esperando a viernes.

Por su obra ha alcanzado premios y distinciones como: Premio Nacional de Poesía José Jacinto Milanés, 2001 y 2014; Premio Nacional de Poesía Adelaida del Mármol, y Premio Medardo Vitier, entre otros. En el 2012 fue galardonado con el Premio Nacional de Edición.

El diálogo con el autor es a propósito de la publicación de dos de sus obras por la editorial DMcPherson. Nos cuenta sobre sus libros y algunos detalles de su vida privada: le da miedo dejar cosas a medias y lo enfurece la pérdida de tiempo.

Ha sido un gran placer conversar con el autor. Agradezco el tiempo dedicado.

Recientemente ha salido a la luz por la editorial DMcPherson S.A tus libros “Vida y obra del trichimicrobiado y cosmogónico Vate de la Ética y Vate Imán Antonio Eulogio Hernández Alemán conocido como SEBORUCO” y “Para Niño Pérez, un libro de poesía para niños y jóvenes”. ¿Por qué estos títulos? ¿Puedes abordar acerca de qué encontrarán los lectores en cada obra?

Cuando la editorial me propuso publicar algo mío tenía a mano estos dos libros. La novela es una fábula sobre ese personaje popular que vivió a finales del siglo XIX y principio del XX. Aunque tiene como soporte a la historia, es una mirada muy quimérica a la Matanzas de entre siglos, desde la perspectiva del personaje.

Dicen que donde él estaba se establecía “el imperio de la risa”. Yo creo que más que un loco total era un pícaro, de ahí el tono de la novela, desde el mismo título. Creo que entre las esencias del ser cubano está su agudo sentido del humor, y no tengo prejuicio de que la cataloguen como tal, a sabiendas de que haya quien considere lo humorístico como un género menor. Es mi homenaje a Seboruco, ese pintoresco personaje que fue poeta, impresor, editor, corneta del cuerpo de bomberos voluntarios, sereno de la Plaza del Mercado y “escritor público”, o sea, una suerte de saltimbanqui que recorría calles, plazas, cafetines, improvisando sus famosas rimas a cambio de un mantecado o de comida.

Todos los hechos históricos y sucesos curiosos ocurridos en Matanzas, así como muchos de sus personajes prominentes, desde 1857, su año de nacimiento, hasta 1918, año de su muerte, aparecen en la novela. Repito, es un fresco muy seboruqueano. Y un intento de homenaje a esta ciudad que me acogió desde la adolescencia.  

El segundo surgió cuando terminé la novela. Seboruco visitaba a los niños que vivían en el Hospicio para Niños Pobres y Huérfanos del Honorable Cuartel de Bomberos Voluntarios de Matanzas. Allí les improvisaba cuartetas y todo tipo de poesía. Es un apócrifo que disfruté mucho escribir. Niño Pérez, uno de los chicos del hospicio, copiaba en un cuaderno aquellas graciosas improvisaciones. Yo me topé con el manuscrito mientras investigaba sobre Seboruco para mi novela y creí justo darlo a conocer a los más pequeños, pero también espero que lo puedan disfrutar los jóvenes y por qué no, los adultos.

¿Cómo ha sido tu experiencia con esta editorial? ¿Qué opinas de este proyecto?

Me he sentido muy a gusto con DMcPherson. Cuenta con un equipo muy profesional, un excelente diálogo con sus autores. Me ha dado la posibilidad de proponer diseñadores e ilustradores, ha sido muy trasparente toda la negociación contractual. He trabajado muy a gusto con mi editora Odalys Calderín, una amiga de años, matancera acamagüeyanada, a quien agradezco mucho su trabajo con mis libros. Ella me ha demostrado lo útiles que somos los editores y también corroborar aquellos de que un cuadro no se termina, solo se abandona. Yo lo endilgo ahora también a los libros.

¿Háblanos brevemente sobre tus obras publicadas y los premios obtenidos?

He publicado, entre otros, los libros de poesía Concilio de las aguas, La vida en ciernes, Papeles pobres (2003); Contra la emoción (2005); Malentendido (2007); Esperando a Viernes, 2009; Precipicios (2013), Rasgado con las manos (2015), Cuchillos en el aire / Knives in the air, edición bilingüe con traducción del poeta australiano Peter Boyle. Por trillos/ precipicios/ concurrencias recibí en 2014 el Premio Extraordinario de Poesía Bicentenario de Milanés y el Premio Nacional de la Crítica Cubana, libro que cuenta con tres ediciones, dos en Cuba y una en Estados Unidos por Red Montain Press, en edición bilingüe, con traducción de Margaret Randall.

He compilado varias antologías de poesía y ensayo entre las que destacan Testamento del pez (poesía) y Volver a la universidad (ensayo), ambas de Gastón Baquero; Con mucha melancolía, edición anotada de la poesía del poeta popular cubano Seboruco; El don perpetuo, ensayos sobre Carilda Oliver Labra y Palabras al viento, ensayos sobre Digdora Alonso; Cantares, sección y notas de la poesía de Nancy Miorejón, la antología bilingüe Al pie de río amado, de poetas cubanos, entre muchas otras.

He obtenido los premios nacionales de poesía José Jacinto Milanés y Adelaida de Mármol, así como el premio de ensayo Medardo Vitier, el de crítica literaria Segur y en tres ocasiones la Beca de Creación Juan Francisco Manzano, entre otros galardones. Fui Artista Residente en The Banff Center for the Arts, Canadá, en el otoño de 1996, tras ganar un concurso de ese importante centro. También hae publicado el ensayo Una piedra común en su camino (Banff, Canadá, 1996 y Ediciones Vigía, 1997).

En 2012 me concedieron el Premio Nacional de Edición por la obra de toda la vida. En 2013 la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí me otorgó el Premio Honorífico por la Promoción de la Lectura y también poseo el Sello de Laureado del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura. Ostento la Distinción por la Cultura Nacional.

Además de escritor, te desempeñas como editor ¿cómo asumes cada una de estas profesiones?

Sin dudas la poesía, la escritura en general, me llevó a la edición. Parecen, lo son en gran medida, profesiones afines. Pero la edición en mi caso no ha sido la del redactor de mesa, quizás más llevadera. Yo he sido fundador y director de proyectos editoriales. Me han tocado todas las aristas del trabajo editorial: editor, promotor, impresor, encuadernador, diseñador improvisado, promotor, gestor, directivo.

Es un trabajo que he disfrutado y asumido como parte de mi creación, pero sin dudas es absorbente, sobre todo la parte productiva, administrativa. Ha sido muy difícil compensar ambas profesiones. Imposible por demás, intentar separarlas. No logro ser editor a una hora y escritor en otra. Soy todo a una vez y a veces lo personal, mi literatura, es la que cede. Y el tiempo con los años cada vez pasa más veloz.

¿Qué te da miedo?  ¿Qué es lo que más te enfurece? ¿A tu juicio cuál es la palabra más peligrosa? ¿Cuál la más esperanzadora? ¿Qué opinas de la palabra feminismo?

Me da miedo dejar cosas a medias.

Me enfurece la pérdida de tiempo.

La palabra más peligrosa es una dupla: No puedo.

La más esperanzadora: Puedo.

La palabra feminismo es bellísima. En su grafía, en su fonología, en su concepto. Fui de los que tuve prejuicio con ese movimiento. Lo veía como una guerra frente al hombre. Nada más lejos hoy. Es precisamente una lucha contra perjuicios como el mío.

A modo de despedida: ¿qué nos aconsejarías en estos momentos difíciles que estamos viviendo a causa de la pandemia?

Hacer productivo el encierro, el aislamiento. La soledad, el silencio pueden ser grandes aliados si sabemos usarlos. Decía Goethe que las grandes obras surgen en épocas de crisis. Tengo fe en que podemos revertir todo este horror que vive el mundo. 

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