Creado en: agosto 29, 2021 a las 08:19 am.

Lo que vi en Cuba: un olvidado libro de viajeros

Los llamados libros de viajeros, generalmente, tienen vida muy limitada en los anaqueles de las librerías, llaman el interés tanto del lector diletante como el especialista. En ellos podemos encontrar visiones desde los más diversos ángulos sobre un tema, un pueblo, un acontecimiento…

En Cuba uno de los hechos que ha tenido una mayor repercución en el siglo XX y marcó la historia de la isla fue la inmigración española, que arribó entre 1900 y 1930. No aportaron generales, ni presidentes, pero dieron a las venas de la nacionalidad una profunda savia de hispanidad que marcó la historia de la isla. Ellos fueron decisivos en conformar una poderosa clase media, fortaleciendo el campesinado con las ansias de tierra de gallegos y canarios.

Las cifras de recién llegados a la isla en las primeras décadas del siglo XX son aplastantes. En 1907  en Cuba residían  185 393 inmigrantes españoles lo que representaba el 9.05 por ciento sobre el total de la población que era de 2 048 080. En 1919 ascendían estos inmigrantes a 245 644. Mientras el total de vecinos de la isla era de 2 889 004 lo que situaba a los peninsulares en el 8.5 por ciento. En 1931 nos encontramos con 257 596 nacidos en España. La población de la isla era de 3 962 344 lo que  significaban el 6.50 por ciento.[1]  

Pese a esas cifras apabullantes ese andar la vida día a día sin grandes y espectaculares saltos ha hecho poco interesante  estos hombres y mujeres para la mirada de los visitantes a Cuba. Tal parece que no hay un libro de los llamados de viajeros que resuman para la posteridad la cotidianidad de esa gente.

Sería una escritora, la asturiana Eva Canel la que mejor entendería a esa inmigración. Agar Eva Infanzón Canel, nació el 30 de enero de 1857, en Coaña, Asturias. Su padre, el médico Pedro Infanzón,  falleció en un naufragio. La futura escritora  fue trasladada por su madre Epifania Canel Uria a Madrid. A los quince años conoció, se enamoró y se casó con el  escritor  Eloy Perillán Buxó este dirigía una publicación titulada La Broma. En 1874 su esposo es desterrado, producto del contenido politico de una de sus obras. Eva se encarga de la dirección, durante un año, de La Broma hasta que logra pasar a Bolivia. Allí se ha establecido Eloy Perillán que dirige la revista El Ferrocarril. Eva colabora en esa publicación. Continúa una intensa vida periodística que tendrá por escenario el continente americano. Este devenir entre artículos y reportajes, sintetizando ideas y textos la entrenan en los enredados caminos del idioma y en el difícil sendero de llegar al lector común.

El matrimonio funda varias publicaciones en América Latina. Entre 1876 y 1882 Las Noticias y El Comercio Español, en Lima y El Petróleo, en Buenos Aires. Además Eva colabora en El Comercio, El Perú Ilustrado y otros periódicos y revistas.

Ella se ha sentido atraída por las tesis republicanas de su marido pero paulatinamente va evolucionando hacia ideas conservadoras. En 1882 al retornar a España ya milita en la reacción monárquica. La muerte de su marido, en 1884, incrementa su acercamiento hacia una derecha nacionalista y monárquica. La escritora, viuda y con un hijo pequeño,  se establece en Barcelona en la casa de una hermana. Continúa colaborando en periódicos españoles y latinoamericanos. Como muchos coterráneos acaba emprendiendo el camino de las Antillas.

Llega a La Habana en abril de 1891, país del Jauja para una parte de la privilegiada inmigración peninsular. Continúa viaje hacia  los Estadios Unidos con las intenciones de ocuparse de varias corresponsalías en la Exposición Universal de Chicago. Ella tiene otro motivo para visitar la república anglosajona. Su  hijo quiere estudiar en ese país.

Eva  se queda en New York por un tiempo donde conoce y establece amistad con José Martí. Pese al integrismo de esta mujer, Martí la ayuda en sus gestiones. Se desarrolla entre ambos una buena amistad.  Eva deja a su hijo estudiando en Estados Unidos y se traslada a La Habana. Funda en la capital cubana una publicación, La Cotorra, que aparecerá entre 1891 y 1893.

Sus ideas reaccionarias quedarán en evidencia durante la guerra de 1895.  Se incorpora con pasión a cuanto proyecto pueda detener el movimiento independentista.

Al concluir la dominación española  Eva marchó a España. Más tarde se trasladó de España a  América del Sur y se estableció en Argentina. Viuda y sola sin un oficio práctico logró imponerse como periodista, escritora,  dramaturga y conferencista. Con tales armas se abrió un espacio en la vida económica. Colaboró con el Diario Español, Caras y Caretas Correo de Galicias y La Tribuna de Buenos Aires. En esta ciudad es dueña de una imprenta. En 1904 fundó Kosmos y en 1907 Vida Española. Además viaja con frecuencia por América impartiendo conferencias. En 1914 y luego en 1915 visita Cuba y hace un recorrido por todo el país. En 1916 publicó; Lo que vi en Cuba.

Era mujer inteligente y de voluntad. Pese a los límites muy precisos que establecía el pertenecer al sexo femenino obtuvo dos importantes reconocimientos internacionales. El Papa Benedicto XV le otorga la Cruz Pro Ecclesia et Pontifice. En 1929 la Sociedad de Geografía de Madrid la nombra miembro correspondiente. El dictador español  Primo de Rivera le entregó  una importante condecoración. Falleció en mayo de 1932 .    

Como escritora dejó una extensa obra que comprende unos 20 textos. Fundamentalmente novelas y teatro. Mujer sensible no llegó a la isla en 1914 en visita de acaudalada con estancia asegurada, no podía hacerlo quien vivía sobre todo de su pluma, de sus escritos en un universo donde tales impulsos reciben no siempre mucho apoyo material.

Eva que había defendido con pasión la permanencia de España en América y en Cuba en un salto singular de su sensibilidad comprendió como pocos la nueva nacionalidad que la hizo retornar a la isla. Se sintió acogida por la inmensa inmigración española y la generosidad de los cubanos que no habían guardado odio para sus antiguos enemigos.

Eva no fue viajera llevada por la atracción de un paisaje, con deseos de contemplar montañas y bahías de mar profundamente azul si no que su interés era la condición humana y dentro de ella la vida de sus coterráneos. Visitó, prácticamente, todas las ciudades importantes de la isla y algunos poblados insignificantes. Pero fue cuidadosa, en especial, en intercambiar con los emigrantes españoles. No podía ser de otra forma para una mujer de sensibilidad.

El inmigrante español iba más allá del tendero, el veguero o el transportista. Dejaron una huella cultural reflejada en las llamadas sociedades de recreos o colonias españolas. En 1930 en 17 sociedades españolas se habían agrupado 206 793 personas. Una parte significativa de ellas eran nacidos en España.[2] También contaban con una representación relativamente abundante de periódicos y revistas. Por citar un ejemplo los inmigrantes de origen santanderino tenían tres de estas publicaciones editadas en la Habana.[3] Otros grupos regionales también tenían sus periódicos y revistas.

Con su sensibilidad de artista se acercó con preguntas y mirada escrutadora a escritores y periodistas españoles avecindados en ciudades cubanas. Como mujer de mundo, viajera constante, estableció comunicación fácil con inmigrantes enriquecidos con el comercio o la industria y con otros muchos de modesta condición. Viajó en trenes y buques regalándonos chispeantes descripciones de esos itinerarios.

En el libro Lo que vi en Cuba dejó constancia de sus singulares relaciones con Martí, de lo que se enorgullecía de haber disfrutado de su amistad, las descripciones nos llevan hasta los antiguos campos de combate de las guerras de independencias. Palpó por anticipado la amenaza del capital estadounidense para la isla. Dejó en letra de imprenta la presencia tenebrosa de las grandes compañías azucareras de la potencia anglosajona. Reflejó al mismo tiempo el andar de este pueblo en su pasado y el presente de la época. Todo esto lo reflejó en su libro Lo que vi en Cuba un texto de 450 páginas publicado en 1916 en la Habana en una edición barata, de papel mediocre que el clima y el consecuente deterioro del material lo ha hecho hoy en una verdadera joya bibliográfica.

Notas

 [1]Jesús Guanche, España en la savia de Cuba. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1999, p 233 y Censo de población, 1943, p 718.

[2] Jesús Guanche, Obra citada,  p244.

[3]Bruno Javier Machado, Cuevanos de olvidos, Centro de Estudios Montañeses, Santander 1999 , p 143.

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