Creado en: mayo 20, 2021 a las 09:14 am.

Los 60 años de la UNEAC desde la utilidad y cohesión

Cuando hace 60 años nacía la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), la Revolución triunfante en 1959 había confirmado la advertencia de Fidel Castro en sus primeras palabras a la nación: “en lo adelante todo será más difícil”.

Bombardeos, atentados en ciudades y campos, organizaciones contrarrevolucionarias auspiciadas y pagadas por Estados Unidos, debates sobre los colores, si verde como las palmas o rojo de los comunistas, fueron el preludio de la entrega de la sede de la nueva propuesta que agruparía a intelectuales y artistas y también de la invasión militar por Playa Girón,  respondida y vencida tras declarar el carácter socialista de la sociedad que se quería edificar a favor de la mayoría desposeída de los fundamentales derechos humanos.

En Cuba, como en todo el mundo, la feroz campaña anticomunista liderada por los centros de poder hegemónicos del imperialismo había surtido efecto, así como la cultura de vida material propagada por Estados Unidos que funcionaba muy bien para los ricos que podían pagar a notables arquitectos para hacer sus mansiones y disfrutar de las novedades científicas y técnicas, mientras entre los pobres el índice de analfabetismo y mortalidad infantil era de los más altos en el orbe.

A pesar que buena parte de los artistas e intelectuales eran literalmente unos “muertos de hambre”, y que no pocos denunciaban en sus obras la lamentable situación existente y habían sufrido en el exilio grandes penurias, manifestaron en las reuniones con Fidel sus preocupaciones en torno a la libertad creativa teniendo en cuenta el pésimo referente del estalinismo.

Fidel con absoluta claridad en su discurso conocido como Palabras a los Intelectuales, expuso que la Revolución era en sí misma un proceso emancipador, que necesitaba del talento de los intelectuales y artistas, pero que tenía el derecho de defenderse porque de su existencia dependían todos los derechos que estaba garantizando a los millones que nunca los tuvieron, concepto sintetizado en “dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”.

La UNEAC surgió con la solicitud de ese compromiso que le pedía Fidel, sabedor de que Estados Unidos nunca se conformaría con una Cuba independiente de sus designios, los cuales habían surgidos desde el mismo nacimiento de la nación norteña, abiertamente, con la doctrina de la fruta madura, equivalente a la posesión absoluta de Cuba.

Desde el primer estado que lo enarboló el Socialismo aunó todas las fuerzas imperiales en su contra, porque nunca la cacareada democracia occidental ha tomado en cuenta, a escala global, como principio democrático, la posibilidad que haya sistemas que se distancien de sus presupuestos que a la larga sólo han servido para reproducir una forma de neofeudalismo, donde rige un país gran señor, de la guerra, además, con las restantes naciones de vasallos.

Esa presión histórica, explica, no justifica, ciertos extremos de autodefensa frente a un enemigo que es real, no fruto de la fantasía y que en el caso de Cuba está sólo a 90 millas, es la gran potencia mundial y nunca ha renunciado a acabar por todos los métodos posibles con la Revolución cubana.

Analizado con objetividad, propicia elementos sobre hechos como el Caso  Padilla y otros enfoques poco felices, torpes y lamentables como el aislamiento a Virgilio Piñera o la parametración, en los que también incidieron falta de pericia cultural, de altura intelectual y sensibilidad en el manejo de las contradicciones, naturales, por demás, en todo proceso social que pretende cambiar los modos de vivir y pensar para intentar edificar una sociedad diferente a la establecida durante siglos, basada en el individualismo y el culto desmedido a una materialidad  que ha contribuido a violentar las leyes mismas del planeta y su deterioro actual.

La UNEAC ha tenido que batallar durante toda su existencia, con los extremos de unos y otros, los reguladores que en nombre del bien común niegan el rol importante de la individualidad y los extremistas de la individualidad, convencidos de que sus ideas, sus obras, su ego, son superiores a las realizaciones colectivas que deciden sobre los signos característicos de una sociedad.

La organización de los artistas y escritores cubanos ha cumplido una honrosa labor, no sólo al mediar en los conflictos inevitables entre diferentes concepciones, interpretaciones de la realidad, tendencias diversas conceptuales y artísticas, sino que sus congresos han llevado a la palestra pública temas y problemas silenciados en el fragor permanente de esa batalla por la sobrevivencia de la Revolución, que han sido los 60 años más recientes.

Sus coloquios, talleres, eventos teóricos, reuniones de miembros han tenido  generalmente un carácter polémico, donde los participantes han expuesto de forma libre sus criterios, cuestionamientos, inconformidades respecto a las instituciones culturales, métodos no adecuados, sistemas de funcionamiento ineficientes que, lamentablemente, no encontraron respuesta con la celeridad necesaria, sea por situaciones críticas del país o por la lentitud que caracteriza al espíritu burocrático de algunos decisores.

La falta de soluciones es quizás una de las razones de la menguada participación de los miembros de la UNEAC a sus convocatorias antes de las limitaciones que impone la pandemia. Los problemas con los derechos de autor, la carencia de medios tecnológicos para realizar su trabajo, los asuntos relacionados con las posibilidades de comunicación,- venta priorizada de computadoras, teléfonos inteligentes, ¡correo electrónico!-, son factores que laceran el trabajo mismo de los integrantes de la organización, que convocados ahora mismo a una mayor participación en redes sociales no cuentan con tarifas de datos móviles o del nauta hogar que tomen en cuenta la esencia de su labor.

Cierto que el más reciente congreso reanudó entusiasmo y esperanzas, pero la pandemia vino a frenar el nuevo ímpetu, a pesar de lo cual se ha trabajado por tener una presencia en las redes sociales a las que no poco miembro no alcanzan por las limitantes técnicas ya descriptas, sin embargo, se podrían crear plataformas multimedias que abarquen las nuevas tecnologías, la televisión y la radio para que haya un mayor alcance y comunicación con sus miembros.

Revisitar los 60 años de la UNEAC, a la cual estoy vinculada desde los años 70, como periodista primero y miembro después, evidencia la utilidad indiscutible de su existencia por su capacidad de cohesionar a escritores y artistas a favor de su propio desarrollo y el de la cultura artística en el país, pero también el mismo desafío que tiene el país todo, defender  los mismos principios con enfoques y armas nuevas, porque la Revolución vive el momento más tenso de su historia en circunstancias absolutamente adversas y sus enemigos históricos pretenden tomar como bastión a los hacedores de arte y pensamiento que no han podido discernir adecuadamente sobre las razones que les asisten para reclamar las demandas a las instituciones y el sesgo anexionista de quienes sirven descaradamente a una potencia extranjera para destruir una Revolución, en cuyo nombre se han cometido errores, pero que ha tenido los aciertos que ningún país pobre del mundo puede mostrar.

La Revolución está fuertemente amenazada y la UNEAC tendrá que tensar sus fuerzas para defenderla en esta situación crítica. Como hace 60 años las palabras de Fidel alertan y convocan.

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