Creado en: enero 5, 2021 a las 10:03 am.

Morir o matar en los oscuros callejones de la ciudad

Los trillos de monte tan buscados por caminantes extraviados; pues siempre conducen, a la casa del “guajiro” que puede indicar el camino correcto al perdido. Tales senderos eran el terror de los insurrectos cubanos cuando por descuido los habían hecho de tanto andar y desandar para ir a la Prefectura como llamaban a los lugares donde sembraban sus viandas, tenían sus talleres y sus familias.

Descubiertos estos senderos en el bosque, los españoles los seguían cautelosamente hasta encontrar el caserío mambí y atacarlo. Los hispanos se apropiaban todo lo que encontraban y arrasaban lo que no podían llevar con ellos.

Mientras a la salida de cada poblado o ciudad se revisaba a los viajeros para evitar que pudieran trasladar vituallas a los insurrectos. En las costas la armada perseguía implacablemente a los barcos expedicionarios. Ante tal panorama de bloqueo los inpendentistas tuvieron que recurrir a abastecerse en los poblados y zonas de cultivo enemiga.

Hoy nos acercaremos a una de aquellas acciones. Al igual que los mambises iban muy callados a sorprender a sus adversarios en la noche, guardemos silencio, abandonemos el teclado de la computadora y nos subordinaremos al testimonio del hombre que dirigió uno de aquellos asaltos realizado contra una ciudad del oriente de Cuba. 

En diciembre de 1872 Calixto García preparó una concentración de tropas mambisas. Su objetivo era atacar la ciudad de Holguín para obtener vituallas, armas y demostrar la pujanza de la revolución. El asalto se inició en la noche del 19 de diciembre del referido año. El general García Íñiguez describió en estos términos aquella acción:

“Comunicada la orden de atacar, marchó el Comandante (Limbano) Sánchez a vanguardia arrollando a las avanzadas enemigas y abriendo paso a las demás fuerzas que invadieron la ciudad, a pesar del fuego de los reductos enemigos que defendían la entrada y que no tardaron en ser abandonados por sus sorprendidos defensores.  Reconcéntrose  toda la fuerza enemiga a sus cuarteles  desde donde hicieron varias salidas con infantería y caballería, pero obligados a desplegarse siempre  con grandes pérdidas, quedamos por fin dueño de la población, excepto algunas de sus obras de fortificación.”

“Di entonces orden de incendiar los edificios mandados a ocupar, recomendando solo se verificara, a ser posible, con aquellos en que habitaran españoles o pertenecieran a estos, efectuándose así. (…).  A las tres de la mañana dispuse la retirada que se llevó a cabo en el mejor orden, después de saquear las pertenencias españolas. El enemigo ha sufrido pérdidas que no creo exagerado graduar en 500,000 pesos…  Nos apoderamos de 30 armas de fuego, cien machetes, varios sables, y un rico botín de ropa, comestibles y oro.  Nuestras bajas consisten en cuatro muertos, 20 heridos, contándose entre aquellos el arrojado Teniente Coronel Peña”[1]

Las tropas cubanas se retiran hacia un lugar llamado Camazán donde acampan. Los españoles lo siguen por el rastro y atacan el campamento. Calixto narró aquel combate:

“El 20 acampé en las Cabezadas de Camazán, donde tomé posición para esperar el enemigo. El 22 se presentó este en número considerable recibiendo primero el fuego del Teniente Coronel Borrero que con un batallón tenia destacado a media legua del Cuartel General, batiéndose en retirada según mis órdenes, hasta incorporarse al  grueso de las fuerzas.  Generalizose entonces el combate con los batallones comandados por el comandante Sánchez, Teniente Coronel Crombet y Comandante Angel Guerra, retirándose el enemigo después de dos horas de combate, en cuyo tiempo hizo seis disparos de cañón… El enemigo dejó numerosas huellas de sangre dando a conocer tanto por esto como por lo precipitado de su fuga, que ha sufrido grandes pérdidas. Los nuestros consisten en tres muertos  y un herido.”[2]

Este fue un típico asalto insurrrecto a una población. Se realizó de noche para sorprender al enemigo. Los militares y voluntarios españoles se refugiaron en sus fortines. Intentaron, según el informe mambí, un contraatque que fracasó. Los insurrectos cargaron con todo lo que pudieron llavarse. Incendiaron varias casas. En el informe de Calixto García se afirma que eran propiedad de los españoles y agregó había dado órdenes de respetar propiedad de los cubanos.

El presidente Carlos Manuel de Céspedes había criticado duramente a Calixto por los excesos cometidos por sus tropas en el asalto a un poblado. El General se quería librar de tales regaños llevando al papel un asunto que de seguro le fue imposible confirmar: el buen comportamiento de sus tropas.

En medio de la oscuridad de la noche, avanzando por calles y callejones desconocidos, al chocar con una persona que se desplazaba, el mambí no sabía si era un militar enemigo o un inocente civil que regresaba de visitar a su amante. Ante la incertidumbre el insurrecto lo más probable que haría lo que usted está pensando: abrir fuego.

En este ataque ocurrió lo de siempre. Los españoles humillados por ser sorprendidos hicieron seguir a sus enemigos por el rastro. Es de pensar que estos hambrientos independentistas irían dejando en el camino las sobras de los alimentos que presurosos engullían, las botellas de vino y aguardiente que se tomaban. Incluso objetos que en la oscuridad habían colocado en sus macutos, como llamaban a unas gigantescas y rústicas mochilas donde todo cabía, y a la luz del día se dieron cuenta que eran inútiles. Se afirma que en uno de estos asaltos un mambí cargó con una buena cantidad de recipientes con pintura pensando que podían se alimentos.

Descubierto el campamento los españoles lo atacan, pero los embravecidos mambises lograron rechazarlos. Un asunto peculiar de este asalto a Holguín es que se apropiaron de los instrumentos musicales de la banda enemiga. Céspedes nos dejó una interesante descripción del campamento independentista y la alegría por el exitoso ataque a Holguín en una carta a su esposa:

 “El 21 por la mañana me incorporé al Cuartel General… Encontramos a todos muy animados y bien vestidos: el campamento tenía el aspecto de una exposición. Me dieron muchos vivas y me recibieron a los acordes de una orquesta completa que sacaron de la ciudad. Nos invitaron a un magnífico almuerzo. Hubo muchos brindis y discursos elocuentísimos. La alegre expansión fue general. Los detalles serían interminables. Por la noche la música completó la obra con retreta y baile” [3] 

Aquel ataque significó muchas cosas, pero una de ellas, muy poco recordada, es la devoción de los cubanos por la música. Asombra que ésta gente siempre hambrienta dejaron de lado jamones y quesos, tasajos y vinos, para cargar con un instrumento musical.       

Hay un asunto que perfilaba el futuro. Céspedes en la referida carta afirma que Salvador Cisneros Betancourt : “…estuvo dos días borracho, hablando cosas inoportunas y siendo el ludibrio de la soldadesca!”[4]

Calixto García elogia a los miembros de la Cámara que estaban presentes, Cisneros era su presidente, y nos dice: “…hace acreedora de los mayores elogios, el Presidente de la Cámara de Representantes, y los Diputados Pérez Trujillo, Rodríguez y Fornaris.” Podía ser cierta la afirmación del General, pero es necesario recordar que la Cámara en su guerra contra el presidente Céspedes estaba tratando de ganarse a Calixto García para que los apoyara en la destitución, lo que por fin logró. Nos surge la pregunta: ¿En fecha tan temprana como diciembre de 1872 ya se habían puesto de acuerdo para la destitución los Generales y la Cámara? Esta se produjo en octubre de 1873.

Es probable que nunca lo sepamos, pero lo que sí es cierto, que pese a todo su heroísmo como el ataque a Holguín, donde se derramó con generosidad la sangre, los independentistas habían entrado en el camino de la autodestrucción involuntaria: el de las divisiones y contradicciones entre los líderes de la guerra.   


[1] Periódico La Independencia.  Órgano de los pueblos hispano – americanos, marzo 1 de 1873, número 7.  El ejemplar consultado tiene 258 renglones mutilados ilegibles. Biblioteca Nacional de Cuba, Sala Cubana. Fondo: Periódicos.

[2] Idem.

[3] Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo, Carlos Manuel de Céspedes: escritos, Editorial de Ciencias Sociales ,La Habana, 1982,  tomo 3, p. 180.

[4] Idem.

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