Creado en: marzo 20, 2021 a las 07:56 am.

Rigoberto Rodríguez Entenza, un narrador que vive buscando cuentos (I)

El narrador oral espirituano Rigoberto Rodríguez Entenza, Coco,
cree que las historias pueden estar en cualquier parte.
/Foto: Tomada del perfil de Facebook del entrevistado

Rigoberto Rodríguez Entenza, Coco, para los más cercanos, es más conocido en el escenario artístico por su poesía. Más, tiene un inagotable don para contar historias, al punto de sacarlas hasta de abajo de las piedras. 

Distinguido por la Cultura Nacional, en 2005, y Miembro de Honor de la Asociación Hermanos Saiz, el intelectual espirituano que atesora los Premios Rubén Martínez Villena (1989), Fayad Jamís, (2003), Eliseo Diego (1997),     Nosside Caribe (2005) y Raúl Ferrer (2007), llegó como aficionado al mundo del arte, de la mano del Teatro. Mucho ha llovido desde aquel 1984, cuando estudiaba en la Escuela Nacional de Arte (ENA), con el sueño y la idea de dirigir en las tablas.

Cuando se celebra el Día Internacional de la Narración Oral, quien también es dramaturgo y crítico de arte, sube el telón, y encendidas las luces del recuerdo, cuenta su vida artística.

“Cuando era estudiante tenía la vocación de contar historias. Para mi comprensión, no era arte. Era una forma de vida que, quizás, había llegado de mis abuelos, de la tradición campesina de haber escuchado a personas –desde muy niño- contar cuentos, usar la palabra como fuente de fabulación, no con el pragmatismo con que estamos acostumbrados. Pero así, artísticamente hablando, yo lo primero que hice fue Teatro, como aficionado”.

“La vida me fue llevando por otros derroteros. Me acercó a la poesía, a la Literatura, en sentido general, y a la Comunicación que es un elemento que forma parte de mi vida, de alguna manera. Quizás eso tenga que ver con cierta vocación pedagógica que también tengo”.

“Cuando yo era estudiante de Teatro hubo un hecho que me hizo comprender otro camino: el de la Narración Oral. Eso Lezama Lima lo llamaría el azar concurrente”.

“Una noche de septiembre u octubre, de 1984, yo iba a un ensayo a La casa de comedias, que ya no existe. Estabaubicada en la Calle Jústiz, en La Habana Vieja. Ese fue el primer espacio donde se representó Teatro en Cuba”.

“Allí había un salón de ensayos. El pre-estreno al que yo iba no se dio porque un actor se enfermó. Pasé por ese lugar y estaban la actriz Elena Huerta y Francisco Garzón Céspedes, uno de los padres de la Narración Oral Escénica en Cuba. Yo los vi haciendo cuentos. Para mí el Teatro era mucho más complicado. Del arte de la representación, yo tenía otro concepto. Cuando descubrí que aquello era también un arte, entonces me dije: “esto se vale”. Supe que podía hacerlo”.

– ¿Qué cuentas de esa primera vez frente al público narrando una historia?

“Por razones de estudio fui con mi grupo a dar una función de teatro para niños en una escuela en el municipio Playa. La obra era Un gato simple, un texto bellísimo de Fidel Galván. Uno de mis compañeros no llegaba y ya los niños estaban ansiosos por ver la función. Me sometí a hacer lo que yo considero mi primera presentación en público”.

– ¿Qué sabor te dejó tu estreno como narrador oral?

“Empecé a improvisar el cuento Meñique de La Edad de Oro, y como era mi primera experiencia con público yo confundía la cadena de sucesos, detalles que los niños sí conocían. Entonces, por supuesto que los niños reclamaban. Logré disimular mis pifias con que aquello de que era un juego. Fingí que jugaba a equivocarme, y fue así que pude salir ileso”.

“Esa cadena de hechos me llevó a creer que podía hacerlo, y entonces, comencé a estudiar, a descubrir que estábamos hablando de un arte específico, de una forma de la representación específica del teatro. Empecé a hacerlo sistemáticamente, y eso me ha llevado la vida”.

“Yo ocupo una buena parte de mi vida a estudiar la Narración Oral, a hacer un repertorio, a tratar de construir ese universo que me va acompañando con las demás cosas que hago”.

“Mi visión del arte, digamos que es amplia. Hay muchas dimensiones del arte a las que me acerco, pero básicamente, sobre todo en los últimos tiempos me he dedicado a estudiar la Narración Oral, a hacerla, y a formarme un repertorio, porque verdaderamente es algo que yo hago con muchísimo placer y que no podría dejar de hacer”.

– ¿Qué repertorio te ha acompañado en el escenario de la narración oral?

“He incorporado cuentos de Jorge Luis Borges, de Julio Cortázar, de Elias Canetti. También de varios autores cubanos, como Onelio Jorge Cardoso, Joel Franz Rossel, Enrique Pérez Díaz. Cuando el cuento ya está hecho, yo lo reescribo para la oralidad. La oralidad hace reclamos que, a veces, el autor cuando escribe no concibe”.

“Otro modo en el cuento puede ser un pasaje dentro de una historia mayor. Hay una novela que se llama La montaña es más que una inmensa estepa verde, en la cual yo selecciono un pasaje del cuento. Puede ser un suceso cotidiano, a veces un poema que le doy forma de cuento”.

“Hay un poema de Jotamario Arbeláez, un poeta colombiano que a mí me gusta mucho titulado Pompas fúnebres. Lo escuché en voz del propio autor. El día que él lo leyó delante de mí, incluso se lo comenté, vi el cuento allí. Entonces lo incorporé”.

“A veces puede ser un verso, una idea. Por ejemplo, un verso del poeta salvadoreño Roque Dalton El ojo de vidrio, que es un poema brevísimo. Yo tomo un verso, después reestructuro, y construyo el cuento”.

“Uno empieza a configurar la historia, porque el misterio de la narración es que uno construye el cuento en el momento en que se está produciendo, y luego que lo terminas, ese cuento no vuelve a existir. Después puedes contar una versión, una versión de una versión, pero el mismo cuento no”.

“La Narración Oral Escénica es un hecho teatral, y por lo tanto es un hecho irrepetible. Ya te digo: el cuento puede estar en una canción; el asunto está en que el artista tiene que tener la libertad absoluta, y uno puede tomar el cuento de donde sea, pero debe primar la ética, la decencia de respetar el origen y enunciarlo. Cuando yo hago un cuento en público, por ejemplo, si tomé la idea de Elias Canetti, respeto esa referencia, y la doy a conocer al público”.

“En cualquier lugar de la comunicación humana puede haber una historia; a veces en un cuadro, un detalle que te provoque. El asunto está en que el narrador debe vivir buscando el cuento, debe saber que, en una conversación, en la manera en que una persona coloca un vaso sobre la mesa, en cualquier suceso de la realidad, puede haber un cuento para contar”.

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