Creado en: febrero 4, 2023 a las 10:33 am.
Un bibliógrafo que contempla la utopía
Por Amado Del Pino
DURANTE 2021 —año marcado por el aislamiento presencial en los diversos recintos de la cultura— las ediciones Bachiller de la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (BNCJM) tuvieron una actividad editorial inusitada en la que colaboraron decenas de profesionales provenientes del diseño, la traducción, el periodismo, las redes sociales y la digitalización. Entre esas publicaciones que generaron profunda expectación y amplia acogida al interior de la comunidad lectora se encontraba Socialismo de isla. Cuba: panorama de las ideas socialistas, 1818-1899, de Jorge Luis Montesino Grandías.
Utilizando principalmente las fuentes documentales de la sala cubana Antonio Bachiller y Morales de la BNCJM, Montesino Grandías asumió en esta obra el rol de compilador poco apreciado en nuestro medio profesional, pero tan decisivo para la divulgación de la memoria histórica depositada en nuestras colecciones manuscritas, bibliográficas y hemerográficas. La paciencia sistemática y la agudeza de criterios le permitieron al también editor y docente hacer esta contribución mayor a la historia de las ideas sociopolíticas de la nación cubana, en la que se conjugan diversas áreas del conocimiento de los programas universitarios. Ni para el prolífico Víctor Fowler Calzada ni para la consagrada Araceli García Carranza han pasado desapercibidos los valores de esta enjundiosa obra, en la que se captan las complejidades históricas e ideo-estéticas de la corriente de pensamiento socialista.
En interacción permanente desde que fuimos presentados por mi condiscípulo Alejandro Zamora Montes, el comienzo de este diálogo se produjo mucho antes de la propuesta formal: se ha ido fraguando en infinidad de conferencias, presentaciones de libros, exposiciones de artes visuales que han tenido lugar en la BNCJM. En cada oportunidad de encuentro, con una virtud elocuente digna de los maestros socráticos, Montesino Grandías me ha aportado su múltiple cauce de saberes que se ha visto enriquecido gracias a sus décadas de investigación acuciosa y de labor profesional.
—¿Cuánto ha aportado a sus investigaciones la consulta sistemática de las colecciones de la sala cubana de la BNCJM?
—Mis primeras consultas del acervo documental perteneciente a la BNCJM se remontan a 1999, mientras investigaba procesos, instituciones y figuras de las artes plásticas en Pinar del Río. Aquellas visitas contribuyeron a la profundización de dicho estudio con fuentes inexistentes en mi provincia natal, luego de haber consultado los fondos del Museo Provincial de Historia y la biblioteca Ramón González Coro, haber entrevistado a no pocos artistas y protagonistas en plenitud de sus facultades intelectuales y haber tenido acceso a numerosos archivos familiares.
«Cualquier investigación requiere atrevimiento, pasión y todo el tiempo posible. Este último factor, el cual aporta sistematicidad, se convirtió en fortaleza personal cuando pasé a formar parte del colectivo profesional de la BNCJM en 2016. Así, con tiempo a favor para conocer e ir entendiendo la complejidad técnica y cultural de la biblioteca insigne del país, se abrió ante mí una fértil porción de sus tesoros mayormente desconocidos. Los fondos de la valiosísima sala cubana me proporcionaron un cúmulo de referencias de dimensión social y biográfica relativos a procesos culturales, bibliográficos, de cultura política e ideología sin los cuales se dificultaría entender y reconstruir áreas vitales desde la cultura decimonónica, influyentes en procesos ulteriores».
—¿Qué importancia confiere a los registros de la memoria (archivos, fondos personales, colecciones de arte) depositados en las instituciones provinciales?
—He sido siempre defensor del reconocimiento de la especificidad, diversidad y tipología de los procesos culturales regionales y locales que proveen carácter a lo que denominamos nación cubana. Constituye un enorme reto técnico y material el que tiene por delante la diversa red de instituciones a lo largo de la Isla, encaminadas a investigar, procesar, conservar y socializar valores generados en contextos y procesos culturales específicos. Figuras políticas y sociales, artistas, escritores, periodistas, diversos procesos culturales y demográficos tuvieron origen y ejercieron influencia a lo largo de la geografía antillana. Estas entidades se distinguen por ser centros generadores y movilizadores de ciencia y conciencia no solo en sus territorios inmediatos, apoyados en el caudal documental bajo sus custodias, generalmente desconocido o apenas interpretado a nivel de país. Por lo tanto, se deberían expandir los soportes coleccionables a tono con el desarrollo de las nuevas tecnologías de producción de saberes y las comunicaciones.
—¿Cómo modificó su percepción de las artes visuales, su ejercicio de docencia universitaria?
—Mis estudios académicos vinculados con el arte perfeccionaron algún influjo artístico presente en el entorno familiar. En el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, desde la misma etapa estudiantil, la conjunción entre arte y la metodología para su enseñanza
me ofrecieron atractivas rutas
hacia un horizonte profesional. Hasta el día de hoy, casi la mitad de mi vida profesional la he dedicado a la docencia en diferentes niveles de la enseñanza. En cada uno de ellos obtuve resultados profesionales y humanos de consideración.
«Específicamente en el medio universitario impartí asignaturas relacionadas con el fotoperiodismo, la apreciación del arte y la cultura cubana. Este nivel me ofreció la oportunidad de ensayar vías, medios y contenidos puestos a circular desde la creación artística, la curaduría y la crítica de arte que ejercí en Pinar del Río. Para mí la docencia requiere de facultades creativas, de imaginación y resoluciones operativas y competitivas».
—¿Cuáles cualidades identifica en un egresado del sistema nacional de enseñanza artística para que aspire a convertirse en un curador de arte?
—A mediados de la década de 1990 el término curador pasó definitivamente a designar una práctica antes desempeñada por los propios artistas, especialistas e historiadores de arte, filólogos, profesionales de otras ciencias sociales y demás expertos emplantillados en galerías y museos. Ha sido el resultado de intereses personales e informales, tanto dentro como fuera de las instituciones artísticas. Este ejercicio continúa hasta hoy, redefiniéndose, mostrando un panorama intergeneracional y la confluencia de especialidades y saberes. Incluso, con el tiempo se ha hecho frecuente identificar a editores, cineastas y promotores de eventos culturales como curadores. Todo ello describe la complejidad, la funcionalidad de un término, su concepto y práctica cultural propositiva.
«Para formar un curador de arte directamente circunscrito al sistema nacional de enseñanza, lo cual, sin dudas, aporta fortalezas, sugiero un breve esquema, siempre perfectible: vasto conocimiento de la historia del arte mundial y cubano; dominio del proceso histórico de organización de exposiciones en sus diversas variantes; de las metodologías curatoriales y museográficas contemporáneas; ser un creador de tesis o narrativas que propongan maneras de ver, entender y valorar el arte como eje cultural; y desarrollo de la percepción y el pensamiento espacial».
—¿Cuáles desafíos comparten autores y editores del sistema editorial cubano para plasmar la dimensión multívoca de nuestra historia cultural?
—El campo editorial cubano está abierto a múltiples desafíos que lo trascienden. Esto es básico para iniciar cualquier análisis sobre la Cuba de hoy y del futuro: entender la cultura como problema creativo. El sistema editorial cubano tiene ante sí el enorme desafío de obtener una economía que pueda sostener sus horizontes productivos, culturales y espirituales crecientes.Otra esfera bajo exigencias, no menos cardinal, es la de la lectura y comunidad de lectores. Puesto que se escribe y produce contenido para los lectores, no menos importantes serían los retos que implican una cultura de la interpretación.
—¿En qué medida ha apreciada su praxis interdisciplinaria entre los colegas del mundo cultural e investigativo?
—Esta es una respuesta que estamos obligados a obtener entre mis contemporáneos. Nuestros coetáneos nos comunican sus criterios de manera consciente o involuntaria, en la medida en que aprueban o increpan las gestiones profesionales y proposiciones realizadas. La perspectiva interdisciplinaria, que gravita en la antropología visual, los estudios iconográficos, el análisis del discurso y la teoría estética, han favorecido mis valoraciones teniendo al arte como eje central de la cultura. Siendo así, las referencias que me llegan han sido de aceptación, en tanto he recibido múltiples propuestas de colaboración en proyectos editoriales, investigativos y artísticos.
(Tomado de Juventud Rebelde)