Creado en: agosto 25, 2022 a las 08:03 am.

Una Radio centenaria a continuar reconociendo

Ahora es que es oficialmente, centenaria; pero desde hace décadas hay que reconocerle a la radio cubana su mayoría de edad.

No solo en Cuba, ni solamente la radio: la difusión masiva comenzó con la imprenta y la prensa escrita, revolucionando desde el siglo XV a la nueva era que sería la modernidad entre sus identidades, con su comercio y publicidad en función del capitalismo naciente, aunque desbordándolo.

La evolución consecuente de la Revolución Industrial desde el siglo XVII hacia la Revolución Científico-Técnica entre los siglos XIX y XX, aportó nuevos medios que desde sus gérmenes, demostraron su eficacia en la comunicación masiva: el cine, la radio, la televisión y ya entre milenios, la Internet. Esta última es la única que está logrando competir en su alcance con la radio, a pesar del encanto audiovisual que ya distinguían al cine y a la  televisión; aceleran así cada vez más el ritmo de desarrollo desde que se consolidaron como el cuarto poder, en el último siglo y medio, a velocidad tal, que ya resulta muy difícil podernos actualizar para comprenderlos e incorporarlos en nuestras vidas.

Los medios han estado revolucionándose y revolucionando al mundo constantemente y cada vez más, desde su surgimiento. Entre ellos, quizás la radio fue la que desde sus inicios venció mejor a la precursora prensa escrita, en aquel mundo entonces tan analfabeto, y entre la autenticidad contextual (según momentos, pero también países e incluso muy intrincadas comunidades frente a todo tipo de catástrofe) que le otorga la trascendencia de lo cotidiano tan subvalorado pero tan definitorio, y retroalimentarse unos medios con otros mucho más allá del mero reflejo o cita, la radio, con sus contribuciones esenciales, ha sido vital motor impulsor sin el cual, el mundo actual no seríamos lo que somos, marcándonos la memoria histórica, los sueños, las proyecciones, las actitudes y la vida diaria, y por tanto el futuro, en cada familia y en cada sujeto.

La radio cubana lo ejemplifica en abundancia, alimentando  continuamente nuestro patrimonio de cada comunidad, y del país, desde aquellos gérmenes en torno al 22 de agosto de 1922 hasta el centenar de emisoras en las más recónditas comunidades cubanas y escuchándose en el resto del orbe no solo Radio Habana Cuba o Radio Taíno, sino también las demás emisoras en tiempo real por Internet.

Si se hubiera podido conservar archivado todo lo que han trasmitido desde su origen cada una de ellas y aquellas que ya no existen, contaríamos hoy con un arsenal invaluable para la historia y justa valoración precisamente en sus respectivos contextos de acontecimientos de los más disímiles grados de trascendencia cubanos y de otras naciones, sean políticos, ambientales, artísticos sean ficciones o documentales, promociones y presentaciones de cualquier arte, las campañas sociales, las más diferentes especialidades científicas y deportivas, el máximo abanico de costumbres desde las culinarias y lúdicas hasta las conmemorativas, sexuales, funerarias, de salud, las más variadas posturas sobre religiosidad o filosofía, y las más enconadas, complejas y urgentes polémicas de las múltiples sociedades, con sus disímiles puntos de vista, de acuerdo a los cánones del órgano radial entonces.

Ya sobra enfatizar que la radio (y los otros medios según el alcance e  instrumental de cada uno) ha estimulado y desarrollado nuestra imaginación y creatividad forjándonos la personalidad, y educándonos más allá de espacios explícitamente pedagógicos y a veces, didactistas. Pero tampoco idealicemos apologéticamente: los medios educan por definición, pero también con más frecuencia de la que nos gustaría aceptar, han mal educado, bien sea con el populismo facilista y desaciertos que menoscaban la hermosa y rica lengua española patrimonio de vastas masas humanas, o errando realidades, o con mensajes no siempre positivos aun inconscientemente, muchas veces dados los prejuicios y otras insuficiencias del personal involucrado.

Por tanto, aún se mantiene el reto para los que hacemos radio desde cualquier trinchera, de continuar perfeccionándonos profesionalmente en una cultura integral general, en la búsqueda y forja de la intelectualidad imprescindible para liderar tamaña responsabilidad, mediante una superación que mucho más allá de cursos, evaluaciones y certificados, trascienda en su verdadera vocación e interés real por cultivarse cada cual constantemente para devenir así el evangelio vivo que ha de ser todo verdadero educador, más en la tan delicada comunicación masiva.

Argumentar el papel de la radio en Cuba durante este siglo, requiere cuando menos, una antología, que se arriesga a cercenar lo que los sujetos encargados osen juzgar pertinente o no incluir, con lo que ya no sería sino una parte subjetivamente sesgada de la radio cubana; cierto que la subjetividad no faltaría nunca, pues son forzosamente obras de sujetos, pero su análisis científico no debe dar rienda suelta al subjetivismo, y sí disminuirlo lo más posible.

La magia intrínseca al arte, se ha verificado tradicionalmente en la radio cubana al aportar al universo las primeras radionovelas, embrión para las primeras telenovelas; el primer canal de información continua en el mundo que solo con noticias lleva 75 años unificando los relojes segundo a segundo, y CMBF, agasajado en el extranjero al educar durante 74 años con lenguaje al acceso de todos, la mejor música del repertorio clásico cubano e internacional y de otros géneros musicales.

Ejemplificar cimas de la radio cubana exige penosamente omitir muchas, con tanto legado a nuestro acervo por la Universidad para Todos e Idioma Ruso por radio, antecedidos desde 1932 por La Universidad del Aire; programas de participación como La Corte Suprema del Arte, o infantiles como Tía Tata Cuenta Cuentos y Amigo y sus Amiguitos, tradición continuada entre otros, por La familia Pirulí y Mi amigo Federico; humorísticos, como Alegrías de sobremesa medio siglo,  y antes, La tremenda corte (1941-1960, herencia del rico vernáculo cubano); musicales paradigmáticos como Nocturno, saludablemente vigente desde 1965 y tan sabiamente acogido por la televisión; los radioteatros, los cuentos… emisoras tan prestigiadas como la emblemática Radio Progreso y más reciente, Habana Radio, para no extendernos en otras incluso locales y en tantos espacios y programas, y es muy raro detectar personalidades, agrupaciones y asociaciones que total o parcialmente, de una u otra forma, no hayan sido radiados o hecho radio en Cuba;  sonidistas, efectistas y otros de excelencia artística y logros impresionantes; y aquellos narradores deportivos que demuestran que la radio es, en efecto, “un sonido para ver”, y su discernimiento profundo de los distintos deportes, se potencia con su arte único, para hacernos visualizar solo con los matices, tonos e inflexiones de sus voces, cada evento. Aun vibramos con el aldabonazo de Eduardo Chibás en 1951, y el llamado de José Antonio Echeverría en 1957, instantes eternos, entre muchísimos más.

La radio ha sido la gran cronista de Cuba durante cien años decisivos para nuestro país hoy, y solo entendiendo ese devenir se puede proyectar el mejor futuro. Que sea cotidiana y se detenga en lo que muchos menosprecian, son otros de sus valores que la enaltecen, desde el rincón apenas visible en que suele situarse el aparato radial tan difícil de hallar en el mercado actual (otro reto a resolver), y no por ello puede obviarse entre las más significativas tradiciones, y más aún: una tradición de tradiciones que ha revolucionado majestuosa todos los estratos, visiones y perspectivas cubanas, atesorada en el más sustancial, representativo, sentido y eficaz patrimonio de nuestro pueblo.

Una vez culminados tan merecidos homenajes para festejar su centenario, a partir de este 22 de agosto, con una feliz estrategia en variedad de noticieros, spot y numerosos programas y espacios promocionales en la televisión, el ciberespacio y otros medios cubanos, incluido el tan popular Vivir del cuento que se le dedicó el mismo lunes 22, tanto y tan loable empeño se frustraría si le continuara el silencio antesala del olvido, aunque sea imposible de olvidar porque siga revolucionando y oyéndose al satisfacer sus funciones, como siempre. Pero una vez pasada la fecha, es menester que no quede como el cumplimiento de una meta, y continuar concientizando en todo lo que le debemos, y los reconocimientos que merecen la radio y sus hacedores, a estimularlos para los nuevos tributos con que continuarán encauzando un mejor país.

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