Creado en: junio 1, 2021 a las 01:29 pm.
Cultura y comunidad: una valiosa experiencia
Por: Jorge Lino Coloma Ponce
En correspondencia con los preceptos filosóficos e ideológicos en los que se sustenta el modelo de desarrollo en Cuba, el ser humano ocupa el centro de la atención en la sociedad, lo que constituye una valiosa razón para que la política cultural se caracterice por una clara y definida proyección social.
Dicha proyección garantiza el derecho de los ciudadanos a participar con un sentido de equidad, y en correspondencia con sus aptitudes, actitudes y capacidades, en la apreciación, creación, promoción y disfrute de todas las expresiones del arte y la literatura. Es también la convicción de los artistas y escritores de crear para el disfrute de todo el pueblo.
La proyección social debe ser una responsabilidad, en primera instancia, de las propias instituciones del sistema organizativo y funcional del sector de la cultura, y de los medios de difusión en el país, pero debe ser, además, responsabilidad individual de cada uno de los que tienen un compromiso con la implementación y defensa de la política cultural desde cualquier rol que les corresponda en la sociedad, es decir, como promotores culturales, artistas independientes, escritores, gestores de proyectos socioculturales comunitarios y otros.
Una expresión concreta de la proyección cultural es la preocupación y la labor del Estado para preservar y promover la cultura de la nación con una visión de desarrollo de la sociedad en interconexión con el mundo, planificando y concentrando innumerables recursos tanto en los procesos de formación de talentos y públicos, en los procesos de apreciación y creación, en la promoción y divulgación de las obras, así como en la creación de infraestructuras y la adquisición de equipos y recursos necesarios.
Por tanto, desde este enfoque social, la cultura comunitaria puede caracterizarse, esencialmente, por tres condiciones básicas:
1. Cuando se cumple en la práctica la participación protagónica de la población en los procesos culturales gestados y gestionados desde la propia comunidad, con la integración de las diversas expresiones de la cultura material y espiritual de los ciudadanos en articulación con los distintos actores sociales que conviven en el barrio, asentamiento, batey u otros, y junto al liderazgo de las autoridades locales.
2. Cuando la experiencia se gesta por los propios pobladores o por algún promotor cultural con incidencia local o es una propuesta institucional que converge coherentemente con los objetivos e intereses de la comunidad y, por tanto, la hace suya, con una participación activa, directa y consciente, donde se refuerza el protagonismo de la población en la identificación de alternativas de solución a las problemáticas existentes (pueden ser sociales, económicas y medioambientales), participan en la toma de decisiones, comparten quehaceres y saberes, participan en el registro de las memorias, evalúan los procesos y los resultados, y aportan a la recuperación crítica de las experiencias para mejorarlas y/o extenderlas.
3. Cuando desde la cultura se dinamizan un conjunto de procesos vivenciales y participativos con intereses, objetivos y procedimientos comunes para lograr productos y metas que beneficien la calidad de vida de la propia población y se refuercen, a su vez, las bases identitarias de la comunidad.
Estas tres condiciones no deben ser entendidas en un sentido optativo o situacional, sino con un enfoque inclusivo en el que unas y otras son complementarias en función de la cultura comunitaria como concepto, pues esta es, en sí misma, portadora de la diversidad cultural y, por tanto, también contiene elementos de la cultura popular y tradicional −esencia étnica del pueblo− que caracterizan esencialmente a la comunidad en cuestión.
A través de dicha cultura popular y tradicional se expresan elementos de la nacionalidad y, por ende, de identidad, forma parte del patrimonio cultural, surge de la necesidad popular, puede abarcar una amplia gama de expresiones culturales materiales y espirituales, presupone siempre la participación de los individuos y tiene carácter trasmisor por su alto grado de aprehensión en la población y su duración en el tiempo. Como proceso cultural, la cultura popular y tradicional está sujeta a cambios y puede ser enriquecida y hasta renovada.
En la comunidad convergen expresiones de la cultura local, nacional y universal, marcando la riqueza y diversidad bajo los fenómenos de interculturalidad y transculturación de los que no escapa ninguna comunidad. Esta complejidad demanda una toma de consciencia respecto a la necesidad de fortalecer la cultura de resistencia de los pueblos en virtud de preservar el patrimonio cultural.
Con estas reflexiones pretendemos enfatizar en la diferencia de contenido entre la proyección social de la cultura, la cultura comunitaria y la cultura popular y tradicional que, a primera vista, pudiera dar la impresión que son una misma cosa, pero como puede apreciarse, son categorías diferentes que se relacionan entre sí.
Desde esta perspectiva, la labor cultural comunitaria de los creadores miembros de la UNEAC propicia y promueve la relación de la población con la cultura, al mismo tiempo que estimula el tratamiento de las diversas expresiones de la cultura popular y tradicional como uno de los componentes de la cultura comunitaria en función del desarrollo de la sociedad.
La UNEAC, fundada el 22 de agosto de 1961 por nuestro Poeta Nacional Nicolás Guillén, es una organización social, cultural y profesional que agrupa en su seno a 8662 creadores, con carácter voluntario y selectivo, representantes de lo más avanzado de las artes y las letras en el país. De ellos, más de 750 realizan trabajo cultural comunitario en todas las provincias del país y en el municipio especial Isla de la Juventud, con un impacto en la transformación social y medioambiental, a través de las diversas expresiones del arte y la literatura, generando procesos de dinamización sociocultural y de creación que interactúan con procesos educativos, productivos, constructivos y otros presentes en las comunidades.
La experiencia de la UNEAC en su contribución al desarrollo de la sociedad identifica un ámbito particular que es la dimensión sociocultural con base en la propia comunidad, y ello representa, al mismo tiempo, el aporte de una parte de la vanguardia cultural del país al cumplimiento de uno de los principios de la política cultural del Estado, referido al «respeto y apoyo al protagonismo y creatividad de las comunidades en la conducción de sus procesos socioculturales».
Es justo añadir que también en el quehacer cultural de los artistas y escritores en las comunidades, se entrelazan de forma transversal la defensa y el desarrollo de la identidad nacional, la vocación caribeña, latinoamericana y universal, la conservación y difusión del patrimonio, el reconocimiento de la diversidad cultural, el fomento y estímulo a la creación artística y literaria, así como el aprovechamiento del papel de la cultura en el impulso y orientación de los procesos socioeconómicos.
La dimensión sociocultural comunitaria y la inserción de los artistas en esta labor se sustenta en la apropiación de un concepto amplio de Cultura, adscripto al de la Unesco:
Cultura: Es todo un complejo de rasgos espirituales, materiales, intelectuales y emocionales distintivos que caracterizan a una sociedad o grupo social. No solo incluye el arte y las letras, sino también, los sistemas de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias. La cultura entendida como la cosmovisión de los pueblos y su manera de ser, crear, actuar y transformar, es ingrediente esencial para el logro del desarrollo humano.
La experiencia de los creadores miembros de la UNEAC con el trabajo cultural comunitario se caracteriza por la objetividad en tanto parte de la realidad para el tratamiento de las problemáticas a transformar y, al mismo tiempo, respeta un principio elemental: el arte como expresión de la realidad en armonía con la capacidad del artista de crear y recrear la misma a través de su obra.
Las actividades culturales comunitarias independientes o concebidas como proyectos que realizan los artistas en las comunidades, propician la participación de los diferentes grupos poblacionales en las acciones que se ejecutan, por lo que se toman en cuenta gustos, preferencias, costumbres, tradiciones, aficiones, así como necesidades reales de los pobladores en los espacios donde están enclavadas las experiencias. El reconocimiento y el respeto del componente sociocultural de la comunidad es base esencial para el éxito, y ello ha sido tenido en cuenta en la mayoría de los proyectos y las acciones culturales que se realizan. Al mismo tiempo, esto es condición sustancial para asegurar la participación social en los procesos de dinamización para el desarrollo local.
La concepción amplia de la cultura, entendida como todo el quehacer del ser humano, constituye un aspecto medular en la experiencia acumulada en el trabajo cultural comunitario de los creadores miembros de la institución. A partir de este precepto de esencia antropológica puede comprenderse la diversidad de actividades, procedimientos y expresiones artísticas que realizan en barrios, bateyes, asentamientos, etc. Este mismo concepto de cultura es el que se asume en las acciones que desarrollan las estructuras organizativas que intervienen en la coordinación y orientación metodológica desde la UNEAC, pues aporta una visión mucho más clara y esencial de la relación cultura y desarrollo, y eleva su importancia en la defensa de la nación.
El trabajo cultural comunitario es el sistema de acciones, actividades y tareas articuladas armónicamente con las diversas expresiones artísticas y literarias que tributan desde la dimensión sociocultural comunitaria a la transformación y el desarrollo de la sociedad. En las condiciones de nuestro país es necesaria y obligatoria la coordinación e integración de los gestores, promotores, instituciones, organizaciones y organismos para el logro de los propósitos políticos, sociales y económicos que el momento demanda. Esta es una importantísima vía de aporte al desarrollo de la vida presente y futura del país, tomando en consideración valores claves que lo tipifican, como son su carácter participativo, enfoque dinamizador, diversidad de modalidades, sentido creativo y desarrollador, nivel de convocatoria, proyección colectiva y el lugar y papel de la cultura como un medio esencial para la transformación del ser humano y su entorno.
La experiencia acumulada por los creadores miembros de la UNEAC implicados en el trabajo cultural comunitario, demuestra la diversidad de propuestas e iniciativas mediante las cuales realizan con efectividad su noble labor social. En cada una de ellas se involucran diferentes grupos de la población, sin distinción de sexo ni raza y con un protagonismo real que los convierte en objeto de su propio desarrollo, donde se vuelve única la relación objeto-sujeto, al mismo tiempo que se modifica también la relación sujeto-medio ambiente, en la que se refuerza la integración del sujeto al medio y ambos devienen objeto del desarrollo.
El artista, como parte integrante de la comunidad, se sensibiliza con las problemáticas sociales y pone su arte en función de ellas, por lo que se integra de forma natural en estos procesos con propuestas inclusivas de unidad, fortalecimiento y participación. Esto le permite retroalimentarse para enriquecer su creación artística y literaria a la vez que contribuye a la transformación de la sociedad en diferentes dimensiones.
La alta vocación social es un rasgo que caracteriza a este grupo de la vanguardia intelectual que comenzó, espontáneamente, a compartir sus conocimientos y dominio de las expresiones artísticas y literarias, pero que carecían, casi en su mayoría, de una sólida metodología de trabajo comunitario con orientación transformadora. En el transcurso de los años, la apropiación de diversas herramientas para la labor en las comunidades refleja la presencia de la animación sociocultural, educación popular y la gestión de proyectos, como modos de hacer que se interrelacionan, aunque en determinadas experiencias predominan unas más que otras.
La Dirección de Cultura Comunitaria de la UNEAC, creada en 1994, potencia la gestión cultural de los artistas y escritores miembros en todo el país y sus conexiones con los diversos actores sociales e institucionales que tributan al desarrollo local y comunitario. Entre sus responsabilidades también está la atención directa al Movimiento de Coordinadores en La Habana, surgido en igual fecha, a propuesta del escritor Abel Prieto cuando se desempeñaba como presidente de la institución. Este movimiento ha resultado ser una experiencia singular, no solo por su novedad, al no existir ningún antecedente en el país ni en el exterior, sino también por la trascendencia histórica, política y el impacto social que ha producido en sus más de veinte años de labor. En él estuvo la génesis para la creación de la Comisión Permanente de Cultura Comunitaria al fragor de los debates sobre este tema en el VI Congreso de la UNEAC, celebrado en marzo de 1998, que sentó las bases no solo para su profundización en el VII Congreso, en abril de 2008, sino que definió su inclusión en los documentos normativos de la organización.
El Movimiento de Coordinadores estuvo integrado inicialmente por un grupo de veinte artistas y escritores, que asumieron el reto de crear y promover los valores culturales en los barrios capitalinos en las difíciles condiciones de la crisis de los años noventa, y se han mantenido en la batalla por la construcción y defensa del proyecto social cubano también desde esta trinchera. Hoy son más de treinta y cinco los artistas que cubren las coordinaciones en los municipios de La Habana y en muchos Consejos Populares.
La Dirección de Cultura Comunitaria de la UNEAC desarrolla su gestión en el ámbito sociocultural, ya que contribuye desde las acciones que realiza a implementar la política cultural del Estado, en lo que a participación popular en los procesos de creación artística y literaria a nivel de la comunidad se refiere. Dichos procesos propician la transformación del ser humano y su entorno, lo que refuerza la esencia humanista que caracteriza a esta labor con igual derecho de participación en el proceso y los beneficios tanto para mujeres como para hombres.
En su encargo institucional esta Dirección implementa las estrategias de trabajo diseñadas por la Comisión Permanente de Cultura Comunitaria (órgano de carácter electivo con representación de miembros de la UNEAC de todo el país y representantes de diversos organismos y organizaciones, que garantizan el seguimiento de los objetivos y lineamientos aprobados en el congreso). Dicha estrategia concibe la orientación, control y evaluación del trabajo, así como los resultados e impactos obtenidos en la labor cultural comunitaria de los coordinadores, a través de los proyectos y acciones que realizan en los diferentes lugares del país.
Para un mejor cumplimiento de la misión de la Dirección de Cultura Comunitaria, conjuntamente con el Centro de Intercambio y Referencia de Iniciativas Comunitarias, se creó un sistema organizativo y funcional compuesto por coordinaciones regionales localizadas en La Habana para el Occidente, en Villa Clara para el Centro del país, y en Las Tunas para el Oriente, quedando así atendidas todas las provincias dentro de cada región del país. También se designó a un especialista de proyectos por provincia, que realiza el acompañamiento metodológico a las acciones de los creadores y de otros gestores en los territorios, registra y circula información, estimula la comunicación, colabora en el reconocimiento a los artistas e intelectuales que desarrollan esta labor, apoya en la formulación de los documentos de proyectos y brinda seguimiento a los procesos de capacitación, gestión y evaluación que el sistema de trabajo de la UNEAC, de conjunto con el CIERIC, realizan en el ámbito comunitario.
La estrategia de trabajo conjunto, desde hace varios años, con el Centro de Intercambio y Referencia de Iniciativas Comunitarias ha fortalecido las líneas de acción de ambas instituciones. Debe destacarse la participación de los artistas y escritores en la concepción del CIERIC, que cuenta con cursos, talleres, concursos, acompañamientos metodológicos e intercambios entre los proyectos, y que constituyen espacios de aprendizajes y fortalecimiento de las capacidades de los creadores para perfeccionar su quehacer en la comunidad.
La participación de los artistas en estos procesos de capacitación demuestra el interés de ellos por incorporar más herramientas para el crecimiento de sus experiencias prácticas, así como una expresión de la necesidad de apropiación de lo nuevo y la posibilidad de compartir saberes.
La práctica del trabajo cultural comunitario de la UNEAC también ha puesto en valor la gestión cooperada y la colaboración como una alternativa para favorecer el desarrollo social desde la perspectiva de la dimensión sociocultural, es decir, la integración de los recursos humanos, materiales y financieros con aporte nacional y cooperación internacional, en función de la formación de los actores sociales, en la creación de infraestructuras y en la ejecución de los proyectos de transformación comunitaria.
El cumplimiento de esta alternativa ha sido posible por la estrategia conjunta de gestión para el desarrollo implementada por la Dirección de Cultura Comunitaria de la UNEAC y el CIERIC en la que intervienen las relaciones con organizaciones y entidades cubanas y extranjeras vinculadas a este quehacer.
La gestión cooperada de recursos ha hecho posible que más de setenta proyectos socioculturales comunitarios hayan sido beneficiados, logrando un alcance de alrededor de 82 000 personas de todas las edades en varias provincias del país, quienes han elevado su calidad de vida, fundamentalmente en el plano espiritual, y hacen evidentes las transformaciones producidas en ellos y en sus entornos.
Los resultados obtenidos en estas experiencias culturales comunitarias obedecen a varios elementos, pero sin dudas un aspecto esencial es la capacidad de convocatoria de los artistas, que hace posible la articulación de actores significativos representantes del gobierno, las instancias administrativas locales, instituciones educativas y culturales, organizaciones sociales y de masas de las comunidades y, particularmente, la participación de la población.
Cuando esta capacidad se articula con la voluntad política de las autoridades locales, y se suman a ello los líderes informales, los promotores culturales naturales y otros actores sociales de la comunidad, se refuerza el tejido social que deviene clave de éxito para el logro de los objetivos del trabajo cultural comunitario y el aporte de este al desarrollo de la sociedad.
Las prácticas comunitarias de los artistas y escritores, que se traducen en acciones, proyectos y demás modalidades de trabajo cultural en los barrios, pueblos, bateyes y otras localidades, generan procesos dinámicos que refuerzan la participación ciudadana, la contribución de hombres y mujeres, mejora las conductas de los individuos, estimula la creatividad en la solución de problemáticas locales y fomenta un pensamiento desarrollador.
Consecuencia de toda esa valiosa labor cultural comunitaria es que se crean, preservan y promueven las diversas expresiones del arte y la literatura, se refuerza la identidad cultural como parte de la identidad nacional y se fortalece la relación entre el patrimonio cultural y el patrimonio natural de la nación.
Un resultado muy interesante de las prácticas comunitarias desde la experiencia de los creadores miembros de la UNEAC es la revelación de las potencialidades culturales de una comunidad, de un grupo de personas y del individuo, en ocasiones subyacentes, que afloran y se desarrollan con el proyecto comunitario y, en otros casos, con aptitudes que encuentran cauce en las acciones que se diseñan en cada experiencia y que, en muchas oportunidades, se continúan en el sistema de enseñanza artística con brillantes resultados, formándose profesionales de excelente calidad.
Un aspecto de extraordinaria significación que debe ser destacado, es el vínculo que desde su proyección comunitaria han logrado los miembros de la UNEAC con programas y proyectos estratégicos de la Revolución de profundo contenido ideológico, político, histórico y cultural para la nación. Por solo mencionar algunos, es importante reconocer los aportes a la formación y desarrollo de la nueva generación de los Instructores de Artes en las escuelas de cada provincia, así como la atención por manifestaciones en la preparación metodológica que ellos realizan en los territorios donde están ubicados, particularmente con los jóvenes de la Brigada «José Martí».
Otra experiencia fue la articulación con el programa de Trabajadores Sociales, no solo a nivel de sus estructuras organizativas y de dirección, sino también en la interacción en las acciones de los proyectos en los barrios, en los que junto a otros actores se integran también el trabajador social y los artistas como protagonistas en los procesos de desarrollo comunitario.
Es justo incluir en estas valoraciones el importante aporte de los artistas cuya proyección comunitaria ha contribuido a los profundos cambios que trajo consigo el programa de reconversión azucarera en algunas zonas del país. Del mismo modo debe reconocerse la contribución de los creadores vinculados al trabajo cultural comunitario que, con sus acciones en unos casos y con proyectos consolidados en otros, inciden desde el arte y la literatura en la preservación y el desarrollo de importantes zonas de la reserva ecológica en el país.
La concepción con que se desarrolla el trabajo de los creadores confirma las bases ideológicas y filosóficas en que se sustenta toda la actividad que realizan y en la que se expresan los elementos en su interrelación dialéctica que, al mismo tiempo, refuerzan su compromiso con el modelo social.
Por su alta sensibilidad en la identificación de las problemáticas sociales y las alternativas de solución a las mismas, por la experiencia acumulada en los procesos de creación y promoción artística que los identifica como creadores de la vanguardia, por su amplia diversidad de modalidades para interactuar desde todas las expresiones del arte con los grupos poblacionales en comunidades del país, por las capacidades de gestión adquiridas en estos años de trabajo conjunto, y por las potencialidades del sistema organizativo y funcional de la UNEAC, consideramos válida la tesis de nuestros artistas sobre cómo el arte tributa a elevar la calidad de vida de la población, no solo por el disfrute de la obra, sino también por las potencialidades de generar procesos socioculturales que se integran, como dimensión del desarrollo en la sociedad.