Creado en: septiembre 11, 2022 a las 11:08 am.

Castillos de arena en Tras la huella

Con apoyo en la bien fundamentada valoración crítica realizada por el colega Pedro de la Hoz acerca del capítulo «El diablo los junta», en el contexto del espacio dominical Tras la huella, y publicada en la página cultural del diario Granma, he decidido retomar esa línea temática, desbrozada por el también vicepresidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), e incursionar —desde una óptica eminentemente objetivo-subjetiva— en el capítulo «Castillos de arena».

Dicho capítulo salió al aire en ese espacio audiovisual, que transmite el Canal CubaVisión, con guión del escritor y primerísimo actor Raúl Enríquez, y la dirección de la laureada realizadora Vicky Suárez, egresada de la Facultad de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA), de la Universidad de las Artes (ISA), y Premio Best Drama Radio Programma por su dirección del cuento Intercambio; reconocimiento internacional que le confiriera la Caribbean Media Awards.

Ante todo, debo aclarar que el título es expresión simbólica de un hecho delictivo (la estafa que llevaba a cabo un grupo de individuos transgresores de la legalidad), que carecía por completo de una sólida estructura, y por ende, un ligero «vientecito» lo desmoronó, y los involucrados comparecieron ante los tribunales de justicia, y por supuesto, fueron condenados por los delitos de estafa continuada y robo con violencia en las personas, así como por compra-venta de objetos robados.  

Por otra parte, ese es un caso más de Tras la huella; audiovisual que el público percibe como un espacio que —no obstante gozar de la preferencia de los televidentes insulares— carece de guiones consistentes, historias verosímiles, desarrollo de la vida personal de los oficiales investigadores, para ofrecerle credibilidad al caso que se lleva al set defilmación.

Ese capítulo no escapa —en modo alguno— a esos aspectos negativos, que han sido muy bien documentados en el análisis crítico que la dedicara Pedro de la Hoz, y en los que deseo profundizar, por ahora, en solo uno de ellos:

El equipo de oficiales investigadores —integrado por un elenco actoral de lujo, de eso no hay duda alguna— están diseñados —según la ciencia psicológica— de acuerdo con un «estereotipo estático», que se mantiene inalterable a través del tiempo, sin cambiar o modificarse en lo más mínimo, o sea, no son verdaderos seres humanos con virtudes (que las tienen y en grandes cantidades), defectos (de los cuales los hombres y mujeres no podemos escapar), inconsistencias, debilidades y necesidades que configuran la personalidad del «soberano de la creación».

Con respecto a ese «defecto» o «deficiencia» que presenta —desde sus inicios— Tras la huella, debo destacar cuánto se alejan de ese comportamiento detenido en el tempo psíquico, los oficiales investigadores del gustado espacio UNO (Unidad Nacional de Operaciones), que tanto caló en el gusto popular y en el de los colegas de la prensa especializada. No creo necesario insistir mucho más sobre el particular.

Como indicadores positivos, que caracterizan —en lo fundamental— el capítulo «Castillo de arena», podría argumentarse que, en el elenco artístico, se puede apreciar en pantalla a actores conocidos (Renecito de la Cruz, Faustino Pérez, Carlos Treto, Alfredo González, Armando Valdés, «Chala» en el multipremiado filme Conducta, entre otros), y algunos no tan conocidos, pero que —en líneas generales— refrescaron con sus rostros juveniles la pequeña pantalla y se integraron armónicamente al trabajo en equipo, y por consiguiente, se logró muy buena actuación grupal, lo que —lamentablemente— es excepción y no regla en dicho espacio televisivo.


Los actores que interpretan a los policías estuvieron mucho más convincentes, lo que —en ese contexto audiovisual— es algo poco frecuente, que no siempre se concreta. Muy natural, por ejemplo, la escena grupal en que participan los oficiales investigadores cuando tratan el tema relacionado con las «uñas pintadas» del sujeto que, por la fuerza, se apropiara de la moto; hecho que destapó la «Caja de Pandora». Un comentario hecho por la mayor Lucía propicia una jocosidad en el grupo, al igual que las bromas que intercambian los actores Leonardo Benítez (mayor Julio) y Yasmani Beltrán (capitán Michel), lo cual les aporta un ápice de frescura a esos momentos específicos, y en consecuencia, le propone al telespectador una mirada más humana hacia esos investigadores policiales. 

 
Entre otras cosas, habría que destacar el desempeño artístico-profesional de la primerísima actriz Maikel Amelia Reyes como líder del equipo, en sustitución del teniente coronel, que interpreta el primerísimo actor Omar Alí. Se aprecia en ella la actitud solidaria hacia sus colegas, pero —a la vez— prevalece el «ordeno y mando», como es usual en una institución militar. A Leonardo Benítez se le vio muy seguro y analítico durante toda la acción dramática, pero —en especial— cuando le solicita información al agente «Tinguilla», encarnado por el joven actor Armando Valdés («Chala»).

Por otro lado, habría que referirse a los protagonistas, cuyas características psicológicas están muy bien delineadas en cada personaje, así como a la acertada interpretación de los actores Yeni Soria, Abel Molina, Cinthya Paredes, Edgar Medina y Reitel Oro («El Bala»). Con su actuación especial, los actores Renecito de la Cruz, el vecino que observa el robo de la moto, y a partir de ese momento, decide ayudar a la «víctima», y prestar declaración ante las autoridades, y Alfredo González, uno de los muchos engañados por los delincuentes que operaban en la «sombra», demuestran que no existen papeles pequeños en ningún medio de comunicación. El histrionismo que ambos artistas despliegan convence —en solo pocas escenas— a los fieles seguidores de esa serie policiaca cubana.  

El capítulo final les deparó grandes sorpresas a los televidentes, y mucho más movimiento y acción en la pantalla chica, ya que —entre otras virtudes dignas de elogio— habría que señalar la coherencia y compacta estructura que se les dio a los interrogatorios, llevados a cabo —«cara a cara» con los acusados— por parte de la mayor Lucía y de la capitana Mabel (la actriz Miriam Alameda), así como la «bronca» desatada en el estadio de pelota, y protagonizada por el personaje del agente «Tinguilla», quien se muestra muy natural, convincente, y sobre todo, creíble desde la vertiente dramatúrgica.

El capítulo «Castillos de arena» demuestra —con creces— el conocimiento conceptual y teórico-práctico que posee Vicky Suárez acerca del controvertido apartado «dirección de actores», en el complejo medio audiovisual, lo que no quiere decir —en modo alguno— que su primera incursión en ese espacio televisivo haya eliminado —como por «arte de magia»— los componentes negativos que aún lastra el policiaco dominical Tras la huella.

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