Creado en: diciembre 16, 2021 a las 08:14 am.

El año que Rubén Rodríguez hizo nevar

Foto: Ernesto Herrera / Tomada de El Caimán Barbudo

Por Lilian Sarmiento Álvarez

Una tarde holguinera quemada por el sol y la maraña de cables sobre el horizonte vespertino. Sombras que van, ¿o vienen? se dibujan bajo el título improbable: El año que nieve. Antes de vivir junto a Rubén Rodríguez (Holguín, 1969) las historias de su cuaderno — merecedor del Premio Alejo Carpentier 2019 — , uno recorre la calle que captara el lente de Kaloian Santos para su portada, sin adivinar aquello que oculta la luz.

La instantánea como pórtico revela que lo que está por leerse atañe, una vez más a lo humano y lo terrenal, de donde el escritor gusta nutrirse pues “lo vivido alumbra la anécdota, enriquece el contenido, influye en la forma de presentación de las historias”.

Once cuentos componen el volumen del periodista y escritor holguinero, cuyo “interesante tratamiento de los temas, matizados por profundas descripciones”, fue motivo de reconocimiento por Aida Bahr, miembro del jurado. Textos en los que la circunstancia cubana actual vuelve a ser el teatro donde personajes tan ficticios como cotidianos sortean los entresijos de la vida diaria.

Bajo el sello de la editorial Letras Cubanas, El año que nieve se convierte en otro derrotero literario dentro de la narrativa de Rubén Rodríguez, pues marca la madurez creativa de su autor. Son estas, historias que llegan sin hacer mucho ruido, tejidas en la sobriedad de un estilo depurado, que no por discretas dejan de conectar con el lector.

Es así como Jabón, texto inicial del cuaderno, conmueve por el acercamiento a lo más humilde de nuestra realidad, mientras La pesca deja un gusto rancio al abordar, con la mayor sutileza, el acoso sexual. Domingo es la monotonía; El pacto, la última tabla de salvación; Homenaje se enfrenta a la aceptación del inevitable paso del tiempo, y La visita dialoga con la resignación y el deber familiar.

Soledad y estoicismo atraviesan cada cuento pues, como dijera el autor en su primera presentación, este es un libro de penas que se sufren en silencio, de dolores reprimidos y de decisiones que se toman sin estridencias. Suceden las escenas bajo un halo de quietud aparente tras el cual se esconde el conflicto de cada argumento: la respuesta a lo imprevisto, la conciencia del mal, la inmovilidad de los días, el temor, en fin, a la vida. No obstante, las esencias permanecen y Rodríguez sigue apostando por el humor sarcástico, a veces morboso, que ya es habitual en su obra, para escapar de la solemnidad y la desesperanza.

Dos de los cuentos han sido publicados en títulos anteriores: El vecino y Suburbana, contenidos en Pintura fresca (Ediciones Holguín, 2017) y Los amores eternos duran solo el verano (Editorial Letras Cubanas, 2019). Sin embargo, completan el cuadro que propone Rubén Rodríguez, donde el sufrimiento humano atraviesa por igual a negociantes o escritores condenados al ostracismo, niños inocentes o ancianas beatas, matrimonios en crisis y familias separadas.

Es precisamente la construcción de los personajes una de las certezas más loables del escritor, quien ya es reconocido por retratar desde el lenguaje hombres y mujeres de carne y hueso que resultan cercanos de tan bien logrados. En este empeño tienen especial relevancia la solidez de los diálogos, la precisión de cada frase y la exactitud de los adjetivos.

El lector avezado de su obra anterior reconocerá en determinadas escenas aquel o este personaje de Majá no pare caballo, o Unplugged. Y es que se revela una especie de capricho expreso del autor por conectar de alguna manera todo su universo narrativo.

Rubén Rodríguez ha dicho que prefiere los personajes femeninos, aunque “en El año que nieve existe mayor paridad en el tratamiento del género”. Es así que se colocan, como frente a un espejo, los conflictos de Lourdes y el Prosista, Eloísa y Monchi, Juana y Aurelio, y otros anónimos que bien pudieran tener el nombre que se le antoje al lector.

Desde una variedad de narradores, explora también temporalidades poco usadas en su obra anterior, da protagonismo al diálogo como vía expedita para exponer conflictos, personajes y soluciones, en una combinación eficaz entre la acción y las descripciones.

“El año que nieve” procura una inflexión en el estilo de Rubén Rodríguez, quien acumula ya tres décadas dedicadas a la literatura. No pretende arrancar aplausos de la crítica o sorprender a sus lectores; más bien afianzarse como uno de los narradores más versátiles de la contemporaneidad cubana.

Tomada de El Caimán Barbudo

Tomado de: https://medium.com/el-caim%C3%A1n-barbudo/el-a%C3%B1o-que-rub%C3%A9n-rodr%C3%ADguez-hizo-nevar-f4bffe45a6b8

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *