Creado en: noviembre 11, 2021 a las 11:06 am.

Valiosos donativos a la Biblioteca Nacional sobre la vida y la obra de la Avellaneda


JORGE RIVAS RODRÍGUEZ 

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Foto: Juan Carlos Borjas

La Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (BNJM) acogió con gratitud la donación hecha por el escritor e investigador Jesús Rivera-Rosado, quien entregó a esa institución el original de una carta de la poetisa, novelista y dramaturga Gertrudis Gómez de Avellaneda  (Camagüey, 1814 – Madrid, 1873) a su amigo venezolano, el historiador, periodista, literato y también bardo Rafael María Baralt Pérez (Maracaibo, 1810-Madrid, 1860); en la que la célebre intelectual expresa su pretensión de entregar parte de su obra a Cuba, su tierra natal.

Original de la carta de la Avellaneda Foto: Juan Carlos Borjas

El valioso documento, escrito el 20 de febrero de 1856 por la destacada representante del movimiento romántico y precursora de la novela antiesclavista con su conocida obra Sab, fue localizado por Rivera-Rosado a través de Internet, donde se puso en contacto con un anticuario argentino quien anunciaba su posesión. En tal sentido, dijo que “La Avellaneda es una joya de la cultura cubana y que mejor sitio que la BNJM para atesorar esta carta”.

Carta de la Avellaneda Foto: Juan Carlos Borjas

El donativo fue recibido por la subdirectora general de la BNJM, Yolanda Núñez González, quien en nombre de los usuarios  y de todo el colectivo que allí labora, representado en el encuentro por un grupo de trabajadores y especialistas,  agradeció tan significativo gesto que enriquece la información existente sobre esta gran mujer también conocida con el seudónimo de Tula.

 Jesús Rivera-Rosado Foto: Juan Carlos Borjas

La obra dramática de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Crónicas, estampas y valoraciones

El autor, nacido en la barriada habanera de Jaimanitas  en el año 1963 y actualmente radicado en Madrid, España, igualmente entregó a Núñez González dos ejemplares de su libro La obra dramática de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Crónicas, estampas y valoraciones, producido por Ediciones Hurón Azul, del país ibérico, un inestimable volumen en el que se recogen cinco piezas teatrales escritas por la Avellaneda; además de documentos inéditos y reflexiones en torno al quehacer literario de esta emblemática figura, quien asimismo se destacó en la defensa del papel social de la mujer y fue autora de piezas teatrales que despertaron la admiración del público, la crítica especializada y de otros dramaturgos.

Libro donado por Rivera-Rosado Foto: Juan Carlos Borjas

El diseño del libro estuvo a cargo del reconocido artífice cubano Rafael Lago, y el retrato que aparece en la portada corresponde a su coterráneo, el creador de las artes visuales Evelio Florez Avín, quienes con sus respectivos desempeños contribuyeron a potenciar los valores estéticos en la presentación impresa de la importante investigación y análisis de Rivera-Rosado, especializado en temas relacionados con la danza, a partir de su formación en el departamento de Divulgación y prensa del Ballet Nacional de Cuba durante varios años; conocimientos de los que dan fe varios textos suyos entre los que sobresale su libro titulado El ballet romántico en España (1840-1859), de Ediciones Cumbres, Madrid.

Autores del Libro sobre  Gertrudis Gómez de Avellaneda Foto: Juan Carlos Borjas

Fotografía inédita de Gertrudis Gómez de Avellaneda

La obra dramática de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Crónicas, estampas y valoraciones, cuenta con 17 capítulos e incluye —como relevante novedad— una fotografía inédita de Gertrudis Gómez de Avellaneda realizada en un estudio de La Habana en la década de 1860. “Mi idea inicial era hacer del libro una compilación de todas las piezas teatrales de la poetisa cubana, pero en el transcurso de las investigaciones fueron apareciendo historias y muchísimos materiales inéditos que valía la pena incluir en este volumen”, dijo el autor.

Puntualizó, además, que los estudiosos de esta extraordinaria dramaturga se han referido a sus obras impresas, pero no se han detenido en las que no ha visto la luz. “Mi recopilación incluye algunas de estas últimas, además de cartas, referencias y trabajos periodísticos. En mis indagaciones, en una revista de la época encontré la sinopsis  de una pieza poco conocida La sonámbula, de 1854, sobre las que prácticamente no se ha escrito nada”.

Valiosos donativos a la Biblioteca Nacional Foto: Juan Carlos Borjas

Los reales rangos militares del padre de Tula

Como detalle de relevancia en la biografía de Tula el autor expresó que en las Palabras preliminares de su libro da a conocer varios descubrimientos, como los relacionados con los reales rangos militares de su padre, Don  Manuel  Gómez  de Avellaneda, quien fue guardia marina en España y luego logró ascender hasta convertirse en oficial de la Marina Real Española, cargo con el cual arribó a la villa de Camagüey.

También acomete un análisis de los amores de la escritora quien quedó viuda de una de sus grandes pasiones, Don  Pedro  Sabater, un  joven valenciano  diputado  a  Cortes  y  Jefe Político,  o  sea Gobernador Civil,  de  Madrid  y  su  provincia, quien del mismo modo era  aficionado  a  las  letras. Su desespero por la muerte de su amado la condujo a internarse por algún tiempo en el convento  de Nuestra Señora  de  Loreto,  en Burdeos,  donde se entregó a la lectura y  a las prácticas devotas  hasta que en 1855  se  casó de  nuevo  con  don  Domingo  Verdugo, Coronel de  artillería y  diputado  a  la corte,  nacido  en 1817  en La  Laguna,  Tenerife.  La boda fue apadrinada  por los  reyes  de  España.

De nuevo en Cuba

Verdugo fue gravemente herido en 1858 y a partir de entonces su salud fue extremadamente delicada. El matrimonio viajó por varios países de Europa en busca de mejoría. Luego,  con  la intención de que se restableciera de sus males en el Caribe, en 1859 arribó a la Isla  junto con Tula y el general Don  Emilio Serrano.

Al llegar a La Habana la ya célebre dramaturga fue investida con una Corona de Laureles confeccionados en oro, durante un espectáculo realizado  en el teatro Tacón el 27 de  enero  de  1860, donde se representó con actores aficionados su  obra en versos La  Hija del Rey René. También actuaron el pianista Luis Gottschalk y el reconocido violinista José White, ceremonia que, según cuenta la prensa de la época, igualmente tuvo un segmento literario, todo lo cual fue presidido, de frene al público, por el Conde de Santovenia, presidente del Liceo de La Habana, la Avellaneda y cinco sobresalientes damas habaneras de la alta sociedad.  

Pocos días después visitó su natal Camagüey, para posteriormente dirigirse a Matanzas,  Sagua la Grande,  Cienfuegos  y  Cárdenas.  Y tras un largo andar en busca de mejoría en la salud de su esposo, este fallece en  Pinar del Río,  el 28  de octubre de 1863. Fatal desenlace que la motivó a recluirse de nuevo en un convento y  pasar en este el resto de  su  vida.

El deseo de volver a un convento y el soneto A vista del Niágara

Según Rivera-Rosado, en las biografías de la Avellaneda se afirma que fue su  hermano  Manuel viajó a Cuba con el fin de quitarle tal idea, “pero esa afirmación es errónea, porque a través de mis investigaciones pude descubrir que no fue Manuel, sino su medio hermano Felipe Escalada y Arteaga quien vino a la Isla para convencerla de que retornara a España. De Cuba ambos se dirigieron a Estados Unidos, donde ella escribió su conocido soneto A vista del Niágara, en el cual refleja el amor que profesó a su marido y el dolor por su partida: “¿Por qué no calma mi/ amargura extrema/ tan grandioso espectáculo?…/ El sol mismo, ciñéndole del iris la diadema, / reviste magníficos cambiantes/ el inmenso raudal que huye al abismo/ derrumbándose en ondas de diamantes”.

De Estados Unidos, La Avellaneda y su hermano pasaron por Londres, París y Sevilla. Finalmente, la escritora se instaló en Madrid donde se entregó de forma mística a una rígida devoción religiosa, hasta su fallecimiento ocurrido, a los 58 años de edad, el primero de febrero de 1873. Sus restos reposan en el cementerio de San Fernando de Sevilla junto a los de su esposo y su hermano Manuel. ​

El libro de Rivera-Rosado: “fuente fidedigna del andar creativo de la poetisa”

En el prólogo del libro, el prestigioso poeta, ensayista y crítico literario, Virgilio López Lemus, también presente en el acto de donación a la BNJM, expresa: “Este libro sobre el teatro de la Avellaneda no quiere limitarse a ser un compendio de críticas de prensa, sino que tiende a convertirse en una visión global de una vida fecunda y de una labor trascedente. El texto introductorio muestra sobradamente su mérito referencial. Rivera-Rosado evidencia de mano directa las reacciones que provocaron las obras de esta fuerte mujer tanto en su propio tiempo como en su posteridad. Para ello cita con largueza diversos textos valorativos. Se advierten los éxitos y los fracasos de la dama, y el libro todo se trueca así en fuente fidedigna del andar creativo de la poetisa.

“La propia exposición documental —agrega— rechaza errores, muchos, acumulados durante dos siglos de exploración de la forja artística y de la vida de la Avellaneda. Rivera-Rosado ofrece textos inéditos (cartas y otros pliegos) desconocidos u olvidados, la mayoría sacados de los periódicos y revistas a partir de la segunda mitad del siglo xix y de numerosos archivos y fondos bibliotecarios. Deja en claro momentos de la vida de la artista cubana con documentos probatorios. Desempolva y da esplendor. Pone en manos de nuevos investigadores testimonios perdidos en el maremágnum de la prensa decimonónica o en archivos militares y civiles, y abre nuevas perspectivas de estudio de la singular mujer. Con este resultado, ella torna a la vida, vuelve a ser referencial y pared de aclamaciones y dicterios. La Avellaneda no ha cerrado su página literaria mientras avanza hacia los doscientos años de haber fallecido. Los sobrepasará en 2073, pero para entonces seguirá viva en sus obras y en su leyenda personal”.

“Tras la correcta rectificación de ideas falsas”

El crítico de arte, traductor, profesor universitario y destacado investigador literario añade que “Rivera-Rosado no repite lo que otros han escrito, sino que en muchos casos comprueba datos y arroja luz sobre esas opiniones, tras la correcta rectificación de ideas falsas, a veces reiteradas por la crítica y la historiografía literarias. Su obsesivo seguimiento de las noticias obtenidas revela actores y actrices del teatro español y cubano de diferentes tiempos históricos, determina fechas exactas de nacimiento y muerte de los protagonistas escénicos o de personas que estuvieron vivas durante los hechos teatrales que detalla. La riqueza de datos resulta un fin en sí, pero también una fuente valiosa para futuras investigaciones, pues este libro se va más allá de la labor teatral y de buena manera retrata épocas, costumbres, entornos teatrales, funciones de salas de teatro de diversos tamaños, de compañías dramáticas, elencos, actividades de personalidades políticas que favorecieron las artes, vínculos humanos de la Avellaneda, así como una impresionante cronología de sus obras. Incluye una mirada de pinacoteca sobre imágenes propias de la investigación y realiza notables descubrimientos sobre la vida personal de la mujer excepcional”.

López Lemus manifiesta en su extenso prólogo expuesto bajo el título de Gertrudis Gómez de Avellaneda: la maestría elocuente, que el autor “extendió su interés a la vida de Gertrudis Gómez de Avellaneda. El logro mayor quizás sea buscar sobre ella en legajos que nadie antes había exhumado o desempolvado con tales fines, y hallar allí datos de esa vida y también de la labor toda de una mujer que todavía hoy sigue siendo ardiente razón de polémicas. Él mismo prefiere intervenir pocas veces en los textos que, como ya señalé, expone íntegros, casi completos o de manera fragmentaria. Solo en el capítulo inicial exterioriza su labor de modo rápido, luego cede la voz a la crítica teatral y de manera cronológica a las miradas sobre las piezas cuando fueron escritas y estrenadas. Ello es visible en el volumen, no hace falta que yo lo exprese, pero haríamos bien si nos fijamos en que el autor se ha convertido aquí en un cronista de las crónicas, en un antologador de ellas, hasta ofrecer una suerte de vademécum de críticos y críticas de la época (entre 1840 y 1873) y de la vida de la Avellaneda, que extiende hasta las puestas en escena más próximas a la confección de este libro”.

“El libro que obtiene Rivera-Rosado es una fuente confiable”

El texto del prologuista asegura que “el libro que obtiene Rivera-Rosado es una fuente confiable, y si creyésemos que él interviene poco con sus propios criterios, resulta ex professo, para dar espacio a la visión de los críticos anónimos o con nombres definidos, algunos de ellos de gran prestigio en sus momentos. Rara vez aquí Rivera-Rosado es un crítico, y por eso él mismo parece una voz en off, para dejar el protagonismo a los que lo fueron en vida o en la posteridad de la Avellaneda. Con modestia, él se ciñe sobre todo a compilar y a ofrecer de continuo datos de subido interés, a dejar que el lector obtenga sus propias deducciones, a que otros ensayistas y críticos y hasta biógrafos tomen los datos y, si quieren, los comprueben, para un mejor conocimiento de la autora, de las obras y de su tiempo. Su verdadero sentido de erudición textual lo conmina a ejercer, de todos modos, el criterio personal, por lo que anota atinadas ideas y propone hitos investigativos que deben completarse o investigarse mejor.

“Pero, claro —apunta—, no se queda allí, su investigación profundiza tanto, que él tuvo que tomar la alternativa de convertirse en un expositor certero, eficaz, con datos exactos y bien buscados, inequívocos, con interpretaciones de esos datos que ayudan a comprender mejor a la mujer y a su creación literaria. Revela la gran significación de la Avellaneda en su tiempo, cosa que ya sabíamos, pero no de manera tan explícita, tan documentada. En el capítulo inicial de su libro, él se convierte en un gran revisor de datos vitales de la mujer tan llevada y traída por la crítica, sobrexaltada o negada pero siempre vigente. Este capítulo se convierte en imprescindible para quien se acerque a la Avellaneda, para rectificar su biografía y para advertir el ambiente familiar en sus exactitudes de referencias”.

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