Creado en: mayo 20, 2022 a las 02:29 pm.

A 110 años de la masacre de 1912, horror y memoria

Tomado de Granma

Ni amnesia ni tergiversación: el asesinato de miles de ciudadanos de piel negra y mulata en 1912, por el ejército de la República, bajo el pretexto de sofocar la protesta armada del movimiento de los Independientes de Color, debe permanecer en la memoria como una de las páginas más infames de la etapa neocolonial y aportar, desde el conocimiento, al empeño de conquistar toda la justicia y la plena igualdad en la sociedad cubana que avanza por el siglo XXI.

A 110 años de aquellos sucesos, ha sesionado en Santiago de Cuba el coloquio 1912 en la memoria, en el que académicos, artistas, escritores y pedagogos han abordado las causas, circunstancias y repercusiones de la criminal arremetida y, en un orden más amplio, el reflejo de la racialidad en la historiografía y la producción artística y literaria.

La convocatoria constituye una de las primeras acciones de la Cátedra Honorífica Mártires de 1912, auspiciada por el Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial y el Ministerio de Cultura, y adscrita al Centro de Estudios Antonio Maceo Grajales.

Manuel Fernández Carcassés, presidente de la cátedra, destacó la colaboración del Comité Provincial de la Uneac y la comisión José Antonio Aponte, la UPEC, la Universidad de Oriente, la Fundación Caguayo, el Centro Cultural Africano Fernando Ortiz y la filial de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba.

El último día del evento, hoy 20 de mayo, fecha en que se desataron los acontecimientos, los participantes se dirigirán a Mícara –municipio de Segundo Frente, donde fueron ultimados, el 27 de junio de 1912, uno de los líderes del movimiento, el oficial mambí Evaristo Estenoz, y sus más cercanos compañeros– no solo para honrar a estos, sino a todas las víctimas de la masacre.

«Estamos comprometidos con potenciar el simbolismo de Mícara, de cara a las nuevas generaciones  –explicó Rodulfo Vaillant, presidente del Comité Provincial de la Uneac–, por lo que, junto a instituciones culturales y educacionales, nos interesa transformar el sitio conmemorativo en un lugar que tribute a la formación de valores antirracistas y revele la verdadera naturaleza de lo que entonces sucedió».

Por largos años fue distorsionada, cuando no silenciada, la realidad del proceso que desembocó en la masacre. La creación del Partido Independiente de Color, en 1908, y la protesta de los militantes cuatro años después ante la ilegalización que les impedía concurrir como una fuerza política a las elecciones de 1912, no pretendieron crear un cisma racial en la naciente república ni azuzar el odio del negro hacia el blanco, sino reivindicar derechos ninguneados.

En el programa del Partido, que hizo suyo el desoído reclamo martiano de una república «con todos y para el bien de todos», figuraron la conquista de derechos laborales, acceso a la educación gratuita, leyes que proscribieran el trabajo infantil, y una reforma del sistema penal. Proclamaron que, «inspirados en una obra amplia y generosa, tenemos el deber de mantener el equilibrio de todos los intereses cubanos, y que la raza negra tiene el derecho de intervenir en el gobierno de su país, no con el fin de gobernar a nadie, sino con el propósito de que se nos gobierne bien». En otro momento recalca: «Tenemos por hermanos lo mismo a los negros que a los blancos; el origen del pueblo cubano es uno». Podrá atribuirse ingenuidad y exceso de confianza a los líderes del Partido –la correspondencia con los gobernantes estadounidenses ha sido más de una vez manipulada y mal interpretada– pero no fue jamás un movimiento equivocado.

A Oriente, principal centro de la protesta, el ejército, encabezado por el general Jesús Monteagudo, no solo acudió a sofocar el pronunciamiento, sino también a asesinar a implicados y no implicados. Lo mismo aconteció en La Habana, Santa Clara, Sagua la Grande, y otros lugares del país. La represión alcanzó proporciones nacionales. Nunca se sabrá la cantidad exacta de víctimas, calculadas en unas 3 000. A las acciones del ejército se sumaron fuerzas paramilitares racistas.

Cuando a la sede del Gobierno en La Habana llegó la noticia del asesinato de Evaristo Estenoz en Mícara, el presidente Gómez, el mismo que desde la altura domina el paisaje de una céntrica avenida habanera, brindó con champaña.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *