Creado en: mayo 30, 2024 a las 03:30 pm.

Nuevas lecturas de José Martí. Amistad funesta o Lucía Jerez: sobre silencios y recepciones

Cira Romero
Esta es una de las tantas portadas que tiene el libro

Por: Cira Romero

Debemos al empeño del investigador del Centro de Estudios Martianos Mauricio Núñez Rodríguez haber sacado a la luz, en el año 2000, la edición crítica de la única novela escrita y publicada por el Cubano Mayor bajo el seudónimo Adelaida Ral: Amistad funesta (1885), a la que Martí pensó titular Lucía Jerez, nombre con el que se ha publicado con posterioridad.   Además de lo que aquel aporte significó para la mejor aprehensión de esta obra, desestimada, incluso, por su autor, para Mauricio fue el paso previo que más tarde le permitió escribir Silencios y recepciones. La novela de José Martí, que en el 2020 conquistó el premio de ensayo en el concurso Alejo Carpentier convocado anualmente por la Editorial Letras Cubanas.

En palabras de su autor en la Introducción, el libro sería «una indagación que integre los antecedentes narrativos de Martí, el análisis del contexto en que apareció la obra, sus peculiaridades discursivas, los criterios novelísticos del autor y la opinión de la crítica, quizás contribuiría a reformular los diferentes horizontes de recepción intencional de la obra. La estructura de este recorrido responde a esta idea».

En efecto, a través de sus cuatro capítulos — «Antecedentes narrativos en la obra de José Martí»; «Acordes inconclusos en la génesis de esta novela»; «Polifonía de una novela singular» y «La novela de José Martí ante la crítica», más la correspondiente bibliografía y varios anexos  — Mauricio nos entrega, paso a paso, no solo sus consideraciones, y las de otros, sobre esta obra, sino que apunta hacia otras indagaciones muy pertinentes, pero, a la vez, en pocas oportunidades analizadas de esta forma, como son aquellas que él, acertadamente, llama el «sistema narrativo» del intelectual y político, donde discurre sobre textos que se pueden insertar en ese espacio de pesquisa, tales como El presidio político en Cuba (1871), su  cuento  «Hora de lluvia» (1873),  las dos versiones con que contó su drama Adúltera (1872-1874), su Diario de campaña (1895). Pero dentro de este sistema, el investigador señala otras que fueron más distintivas, como el cuento «Irma» (1884), Amistad funesta (1885), sus traducciones de las novelas Misterio (1886), de Hugh Conway, y Ramona (1888), de Helen Hunt Jackson,  y la traducción del cuento Mes fils, de Víctor Hugo, en 1875. Otros integrantes del sistema son los relatos aparecidos en La Edad de Oro (1889), su labor como cronista, sus diarios de viajes por México, Guatemala y Venezuela, los Cuadernos de apuntes y el carácter narrativo de su poesía «Cuento de la guerra. El teniente Crespo» (1890). Esta visión general de dicho procedimiento resulta uno de los aportes más novedosos de este libro.

De cada uno de los textos mencionados el autor señala peculiaridades y características,  pero son investigaciones, dice,  que todavía están por hacer, a excepción de la emprendida por él ahora. Al acometer el segundo capítulo destaca la coincidencia que establece entre periodismo y novela, que no son, nos dice, «ni casuales ni ingenuas», sino que nacen de «una estrategia intencionada» que parte de la crónica, «punto de partida (y de encuentro) de los senderos entre ambos discursos (y otros además)». El carácter narrativo de sus crónicas periodísticas, presente en Amistad funesta, permite que Martí ficcionalice a partir de sus propias vivencias o poniendo en juego su propia imaginación.

Martí dedica el libro a Adelaida Baralt, quien se lo encargó para publicarlo en El Latino Americano, de Nueva York Foto: Ministerio de Cultura de la República de Cuba

El autor aborda cómo surge el texto narrativo que será su objeto de estudio, el prólogo inconcluso de José Martí, las peculiaridades ideotemáticas de la obra, su alto grado de experimentación y libertad creativa, la naturaleza heterogénea de su discurso, o lo entrecortado de este, «que alterna la narración con largas secciones reflexivas del narrador sobre asuntos que le preocupan del contexto, similares a las abordadas en sus crónicas periodísticas, pero que interfieren la fluidez del relato». No queda, creo, resquicio oportuno que tratar en torno a este aporte martiano al género: la conformación de los caracteres de los personajes, la estructura narrativa de la obra, el carácter de las descripciones, así como lo que le valió, en lo que hallazgos se refiere, haber emprendido   la edición crítica de la novela a partir de la localización de las nueve entregas aparecidas en el periódico neoyorquino El Latino-Americano, de frecuencia bimensual y de corta vida. Fue tarea ardua, como él mismo señala.

En el capítulo 3  Núñez Rodríguez se detiene en la confluencia de voces narrativas presentes en la novela, la importancia de las  que tradujo para su propio acervo como narrador, lo que representó para él La cabaña del tío Tom, de Harrier Beecher Stowe, aunque si bien no le dedicó ningún texto específico, sí fue mencionada, autor y novela, en varios de sus trabajos. Otros nombres citados, por la confluencia, mucha, poca o sugerida, que tienen en la obra, son Benito Pérez Galdós y Ramón Meza con Mi tío el empleado. En este sentido afirma:

Martí  es esencial en lo que le pide a los autores literarios y en lo que espera de su creación: para tiempos en que resulta impostergable transformar las condiciones desfavorables existentes en los países debe escribirse una literatura coherente con esa necesidad y con la urgencia que ello genere.

En «Las voces narrativas que convergen», que integra un subcapítulo de la tercera parte, el estudioso se detiene   en la traducción de Misterio, y lo que ella aportó para el criterio de Martí sobre el género novelístico, así como una posible intertextualidad, no solo con esta novela y su Amistad funesta, sino presente también en otras sobre las cuales trabajó en varias direcciones. Diálogos, escenarios y coyunturas dramática posibles conducen a que Mauricio se sumerja en un universo  de articulaciones viables que, de un modo u otro, se perciben en la novela, y también en otras creaciones de la autoría martiana.

Finalmente, en el cuarto capítulo se realiza un recorrido exhaustivo por todas las voces críticas que se han ocupado de la obra, luego de su primera publicación como libro en 1911. Sin embargo,  esta particular creación  no vino a recibir atención sino hasta 1954, cuando Enrique Anderson Imbert le dedicó un estudio filológico que contribuyó, sin dudas, a llamar la atención de otros críticos. Dicho estudioso observó que «el menosprecio de Martí por su novela fue injusto. Desgraciadamente los críticos se dejaron convencer por esa injusticia; y puesto que el autor condenaba Amistad funesta, también ellos decidieron condenarla […] el resultado es que nadie ha escudriñado su novela con la atención que merece».

Portada de edición guatemalteca Foto: Sociedad Cultural José Martí.

Han pasado más de setenta años de aquella razonable apreciación, pero ya la única novela de José Martí ha tenido no pocas voces que se han acercado a ella para colocarla en su exacto lugar, no solo en relación con la obra martiana, sino en el contexto novelístico internacional, fundamentalmente latinoamericano, en el momento en que se dio a conocer. En su exhaustivo recorrido sobre la crítica a la obra, el investigador comenta la recepción que ha tenido por parte de importantes figuras como Manuel Pedro González, Cintio Vitier, Fina García Marruz y Virgilio Piñera. Este último, en comentario aparecido en Lunes de Revolución, luego de señalar algunas de las fallas que advierte, apunta que «Por de pronto pone de manifiesto las grandes condiciones que él tenía como novelista […] digamos también que Martí acierta de modo tan eficaz que no podemos dejar de preguntarnos ¿acaso se nos frustró un gran novelista? Porque, en ese maremágnum de tiros al aire, hay dos o tres blancos bien conseguidos, y diría que de manera maestra». En años más cercanos otros cubanos como Mercedes Santos Moray, Susana Montero, Salvador Arias, Emmanuel Tornés y Mayra Beatriz Martínez, y extranjeros como Luz Elena Zamudio,  Françoise Perus, María caridad del Pilar, María Poumier e Iván Schulman, entre otros, se han preocupado y ocupado de la novela con pertinentes estudios. El volumen cierra con tres importantes anexos: «Fragmentos de novelas», que dejó apuntado sus   cuadernos, ediciones impresas de la novela y algunas realizadas en formato digital.

Silencios y recepciones: la novela de José Martí es otros acercamiento a la figura del Primer Cubano, ahora mediante una de sus contribuciones a la literatura más necesidades de estudio. El volumen entregado, relevante por sus numerosos aciertos, engrosa los acercamientos a esta obra sui generis que sufrió el olvido, pero  ya comienza a tener el lugar que merece.

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