Creado en: julio 19, 2023 a las 10:37 am.

Asuntos pendientes

Fotograma de la novela Asuntos Pendientes. /Foto: Tomada de Cubadebate

En la calle y en las redes sociales muchos comentaron, a lo largo de los últimos meses, los avatares de Asuntos pendientes. A las cubanas y los cubanos nos caracteriza meternos hasta el fondo en historias que nos rodean, que pueden ser las que uno y una viven, o las de los vecinos, o las de los compañeros de trabajo. El índice de satisfacción ante una telenovela de tema contemporáneo pasa por la medida en que esta refleje o deje de reflejar la realidad más inmediata, y responda, para bien o para mal, a las expectativas que cada quien se ha forjado acerca de cómo deberían ser las cosas. 

El debate en torno a Asuntos pendientes no fue exclusivo de esta producción seriada. De El rostro de los días a esta parte ha ido creciendo el interés de determinados sectores de la audiencia por intervenir públicamente en el desarrollo argumental, a partir de la empatía o el rechazo, de lo que parece aceptable o inadmisible. Asuntos pendientes inclinó la balanza a su favor. ¿Quiere esto decir que estemos ante una obra con aportaciones significativas o que haya garantía de perdurable memoria?

Al menos, y no es poca cosa, la telenovela, escrita por Yamila Suárez y dirigida por Felo Ruiz y Tamara Castellanos, tuvo la audacia –califiquémoslo así, puesto que nadar a contracorriente es señal de atrevimiento– de colocar en pantalla dos temas de marcado interés social: las interioridades de un centro de producción en la economía socialista y el reconocimiento social de la mujer cubana.

En cuanto al primer tema, hubo reparos acerca de lo que a algunos les pareció un déjà vu, volver a lo que en algún momento se llamó dramaturgia de la producción: obras teatrales y audiovisuales generados en el antiguo campo socialista que abordaron problemas inherentes a emergentes –y en la vida real no consolidadas– relaciones productivas.

Ni rastro de realismo socialista ni novela sindical, y si acaso, de manera oblicua, cierta conexión con planteos puestos en boga en seriales cubanos de décadas pretéritas, léase Horizontes. La proximidad se dio, sobre todo, por la manera convencional en que se tejieron y destejieron nudos argumentales. La mayor dificultad, sin embargo, resultó transmitir el contexto en que se desarrollaron las historias: un centro laboral de la industria de materiales de la construcción. Cuando el telespectador medianamente avisado contrasta realidades, observa cómo ese contexto cambió radicalmente, de modo que no puede dejar de advertir un desfase imputable no a los realizadores –la telenovela comenzó a fraguarse antes de la pandemia, el Ordenamiento y la irrupción de nuevos actores económicos–, sino a la vida misma.

Mucho más ajustados y penetrantes se nos presentan los dilemas, tropiezos y deseos de superación de las tres mujeres protagonistas: Rebeca, Patricia y Adriana. Todas con perfiles muy bien definidos y en continua progresión –mérito del guion y de la seriedad y el compromiso con que Yía Caamaño, Belissa Cruz y Flora Borrego encarnaron sus papeles–, no exentas de desgarramientos y contradicciones, en un mundo –que no solo es el ámbito laboral, sino a escala social– en el que el modelo patriarcal impone aún su tasa de valores.

Estas tres mujeres –y una cuarta, no menos importante, la Dayana de Mirtha Lilia Pedro, refrescante e ingeniosa, en contrapunto con su pareja, un Kelvis Sorita que saca a su Eliseo de lugares comunes– nos introducen en conflictos palpitantes, asuntos pendientes en nuestra sociedad.

La riqueza caracterológica de las protagonistas no siempre halla la deseada contrapartida en los personajes masculinos, algunos demasiado lineales y previsibles. Trasciende esa grisura Andro Díaz, en un Bruno con el que se propone exorcizar los demonios que lleva dentro. Valió por su carga emotiva, en el capítulo final, evocar el paso de Manuel Porto por la telenovela.

La banda sonora puso de relieve notas destacadas. Las canciones de Teresa Yanet complementaron la narración, y qué bien constatar la incursión de Flora Borrrego.

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