Creado en: mayo 29, 2024 a las 09:31 am.
Calendario
«A mí me gustó mucho la serie Calendario, desde la primera temporada, por esta profesora de Español y Literatura, con un dominio tan espontáneo de la literatura, con un manejo del aula, con un acercamiento sincero a los alumnos y sus diferencias, con una pedagogía bien lograda, una profesora de verdad con conocimientos porque ama la literatura y le lleva ese entusiasmo a los estudiantes, como debían ser todos los profesores, de acuerdo con las diferentes materias y temáticas que impartan. Partiendo de ahí, al principio parecía que “iba a ser más de lo mismo”, pero no, es el mejor dramatizado de los últimos tiempos que hemos visto en Cuba. Se evidencia diversidad en el aula, cada uno de los alumnos tiene un problema diferente, sin alejarse de la realidad nuestra del momento. Siempre aleccionador, tomando en cuenta los valores éticos de la sociedad cubana ante problemas que son universales».
Esta opinión, que nos ha hecho llegar Doraimy González Casarvilla, una fiel seguidora de la serie Calendario, desde un punto de la geografía espirituana, coincide con otros criterios que, de forma espontánea, nos han remitido televidentes de uno a otro confín de la Isla. El interés de la audiencia en los contenidos desarrollados a lo largo de tres temporadas por el guionista Amílcar Salatti y la directora Magda González Grau, habla favorablemente de una puesta en pantalla penetrante y aguda, a tono con los problemas abordados y en absoluta sintonía con las claves sociales, generacionales y éticas que se despliegan ante el televidente.
Muchos de estos problemas habían sido tratados tangencialmente por la producción audiovisual cubana, pero no con la consistencia de Calendario: la orientación sexodiversa en edades tempranas y su percepción por familiares y maestros; el consumo de alcohol y estupefacientes entre alumnos y en jóvenes; el desvío de medicamentos hacia la bolsa negra; y el uso indebido e irresponsable de las redes sociales digitales.
No obviemos tampoco los cuidadosos matices con que se exponen los vínculos afectivos entre una mujer madura y un adolescente; y el enfrentamiento a la muerte. Más de una vez los efectos de la migración en nuestra sociedad salen a flote. Si acaso hubo una fisura en el tejido dramático, es en la presentación del conflicto entre un padre evangelizador, y una hija que hasta ese momento había seguido ciegamente el adoctrinamiento de su padre, y la aceptación por parte de una congregación religiosa de un pedófilo.
Del lobo un pelo, dirán algunos, mas ello distorsiona la real evolución de la religiosidad en el espectro del modelo social que nos interesa desarrollar. Calendario nos hace pensar, con autenticidad y conocimiento de causa, en el papel de la familia, la escuela y la amistad para la formación de valores.
En todo momento, Magda y sus colaboradores consiguieron un balance adecuado entre proyección dramática y discurso actoral. Claro que hay preferencias y altas puntuaciones, como en los casos de Osvaldo Doimeadiós y Clarita García, esta última un verdadero descubrimiento para la pantalla doméstica.