Creado en: enero 15, 2021 a las 02:53 pm.

¿Cuándo llega el Son a La Habana?

El Son comienza de manera muy primitiva, doméstico, con una economía de medios. Lo hacía un músico o un grupito con cualquier tipo de instrumentos de cuerda y percusión: taburetes, cucharas, botellas, un tres inventado rústicamente, algo que sonara grave.

En diversas publicaciones aseguran que el Son llega a La Habana en 1909, a través de los soldados del Ejército Permanente. Tesis simplista, según el musicólogo Radamés Giro, “no puede negarse la contribución del Ejército Permanente en la expansión del Son, pero esto no debe llevarnos a la afirmación de que lo trajo a La Habana. Más razonable es decir que el Son llegó a la capital a través de los que emigraban de su hogar de origen hacia las regiones, incluyendo la capital”. 1

Carlos Borbolla Téllez (Manzanillo 1902/1990), compositor, pianista y constructor de órganos, escribió en 1974: “No conozco crónica alguna anterior al 1900 que mencione la modalidad Son. Tampoco es descrito, durante los dos primeros decenios de este siglo, el Son que iba a ser clásico: el que se conoció y remodeló del 1925 al 1940”.  2

El especialista del disco en Cuba, José Reyes, en sus pesquisas relacionadas con las grabaciones de Son, encontró un suplemento de un viejo catálogo de cilindro fonográfico de la Edison de 1904 que entre sus páginas atrapa un registro realizado del dúo de trovadores Seoane y Marín de una canción de la autoría de Sindo Garay, que lleva por título Ursina, pero que el catálogo la consigna como “Son”. 3

Desde luego, se trata de una canción con un simple toque de Son. En esta primera etapa, Miguelito Cuní le dijo a la periodista Erena Hernández que “El Son comenzó con tres líneas nada más, una cuarteta, como decía Miguel Matamoros: Allá por el año trece/ se bailó mejor el Son/ era sueva y sabrosón…/. El montuno ya era corto, pero después se fue alargando porque vino el modernismo. Son muy pocos los que tocan el Son verdadero. El Son es suave y cadencioso, como lo tocaban al principio el Habanero, Septeto nacional de Ignacio Piñeiro, Chapottín”. 4

Como podemos observar, el Son no nació en un día determinado, es una música que se fue conformando poco a poco, se va alimentando de lo afro hispano.

Al respecto sigue exponiendo Carlos Borbolla: “Sospecho que este Son pudo haberse ido generando a fines del siglo pasado en conexión con el actual y en la provincia de Oriente, sin poder indicar, ni ligeramente qué circunstancias ayudaron a originar su extraño toque anticipado”.

Y agrega Borbolla “La Habana, con más nivel escolar, académico traslada el Son al papel pautado, al piquete, el sexteto, septeto (con trompeta) y a la orquesta de salón. Con el contrabajo, el Son recibe las notas graves, un relieve importante a la anticipación. Este instrumento formó un nuevo concepto sonoro en el género”.

Hasta donde llegan mis investigaciones con músicos centenarios, el Son llega a la gran ciudad y donde primero comienza a sonar es debajo de las matas de mangos que todavía existen en el área de la Playa de Marianao. Al lado de un servicentro que se encuentra casi frente al Havana Yatch Club.

Esa era una zona neurálgica, donde pululaban los músicos y grupitos o piqueticos que, intentaban penetrarse en los bares y cabaretuchos de esta zona del litoral, en lo que es el frente del La Isla del Coco (inicial Coney Island).

Se sabe que era la zona más musical de todo el Continente, donde sonaba la música más primitiva, vale decir auténtica y natural: la música genuina.

Pero, no olvidemos: La Habana es la “Fábrica de Arte” o también podemos decir: “La Fábrica de Música”.

Como en toda capital, la música llega del campo y se enriquece, se marida, se fecunda los nuevos instrumentos y novedosas técnicas y concepto que le aportan nueva vida.

Sobre ese tema, el investigador Helio Orovio tiene su tesis de que el Son de las zonas orientales que llega a La Habana se apertrecha de todas las bondades de la rumba.

“Ese son –analiza Orovio- se elabora al calor de las rumbas y el ñañiguismo, en los cabildos de nación, potencia abakuá de los barrios, solares y las fiestas populares. Ese artífice principal (siempre hay un genio metido por el medio), se llama Ignacio Piñeiro, músico abakuá por antonomasia. El Son primitivo de la zona del Oriente no usaba cencerro, campana, no usa ekón. Era sencillamente tres, bongó y guiro tocados totalmente distintos. El ekón le da el sello al Son, a la Rumba, y la Guaracha habanera sale de los abakuá. La tumbadora se une al Son en La Habana. La manera de decir de inspirar el Son, de enkamar los cantantes de las orquestas akakuá. La música carabalí, los cantos y los bailes tienen mucho que ver con la rumba-son”.  

Razón tenía Carlos Borbolla al escribir que “La Habana fue la que supo trasladar el estilo al papel pautado y al conjunto, aunque todo un proceso preparatorio había pasado antes el color y calor del trío al sexteto y éste al septeto; en este ya importante conjunto entraba el contrabajo, como instrumento adecuado para brindar, en las notas graves, un relieve importante a la anticipación. Este contrabajo formó un nuevo concepto sonoro en el género…En mis estudios sobre los curiosos aspectos sincopados de nuestra música he encontrado que el Son  presenta tres condicionales de color en su esencia peculiar, haciendo la aclaración que este resultado se está refiriendo a los años de 1920 al 1940, lapso en que el Son se consolida como un género definido a pesar de que su ejecución había perdido pureza de origen primitivo al hacerse más complejo…Aquel estilo de ejecución de los tríos y sextetos, anteriores al 1930 quedaba ya lejos aunque no definitivamente olvidado. El Son aparecía más trabajado, en verdad menos espontáneo, pero con un empaque que redundaba en su favor y lo que es más importante: mostró que sus posibilidades no se habían agotado aún, que sus horizontes seguían siendo limitados y variados”.

Los orígenes del Son, su evolución y desarrollo, su enriquecimiento y transformaciones es dingo de continuar estudiando por los musicólogos y conocedores del género tan cubano que aspira a la declaración de la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Cultura.   

NOTAS

1-Radamés Giro, Los motivos del son”, La Gaceta de Cuba, La Habana, oct, nov, dic, 1992.

2- José Reyes, “Fonógrafo I, Antecedentes del quehacer sonero en la fonografía cubana”, Diario del Cubadisco, no. 23 de mayo, 2004, p3 (ver también Cristóbal Díaz Ayala: Discografía de la música popular cubana, 1898 a 1925, Puerto Rico, Musicalia, 1994, p. 265.  Brunswick, Zonophone, Edison y la Columbia.

3-Samuel Feijóo, Signos, Santa Clara, LV, no. 17, mayo-dic. 1975

4-Erena Hernández, La música en persona, Letras Cubanas, La Habana, 1986, p. 180)

5-Ricardo R. Oropesa, La Habana tiene su son, Ediciones Cubanas, Artex, La Habana, 2012, pp. 7 al 16.

6- Borbolla en la revista de Samuel Feijóo, ob. cit.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *