Creado en: abril 23, 2023 a las 11:39 am.

Cuba: dramaturgos tempranos (I)

Es lícito que en nuestras escuelas se mencione al habanero Santiago de Pita como el autor de la primera obra criolla que haya llegado a nuestros días: El príncipe jardinero y fingido Cloridano, publicada en Sevilla entre 1730 y 1733 y llevada a escena con frecuencia en la península y sus colonias de América hasta bien entrado el s. XIX; además de haber sido rescatada en Cuba por varios directores a partir de 1959.

Pero hay que tener en cuenta tanto a sus coetáneos como a los que en años anteriores y posteriores cultivaron la dramaturgia en esta tierra. Sin olvidar a aquellos precursores de los siglos XVI y XVII, cuando las noticias encontradas permiten inferir que no solo fueron directores o intérpretes en las festividades del Corpus Christi señores como Juan Pérez de Bargas, quien en 1577 “dixo que tiene una obra buena”, y Francisco de Mojica, que cobra veinte ducados en 1588 por ser “el autor de dicha obra que se hizo el día de Corpus…” Ambos eran vecinos de La Habana.

En esta capital, hay referencias del estreno en 1723 de un entremés titulado El poeta, que algunos adjudican a José del Rosario Sotomayor.  

En febrero de 1735, el poeta José Surí del Águila estrena una comedia en la Plaza de Armas de Santa Clara en ocasión de la coronación del infante Carlos como rey de Nápoles. Doce años después este autor escribe y dirige “representaciones teatrales”, para las fiestas por la exaltación de Fernando VI al trono español. Y en 1760 escribe y estrena un entremés sobre un tablado con techo de enramadas de hojas de palma, durante las fiestas por la coronación de Carlos III. Dada la escasez de documentos, no debemos dudar de la creación de otras obras dramáticas por este vate criollo, nacido en 1696.

José Martín Félix de Arrate, autor de Llave del Nuevo Mundo, primera historia de Cuba, también poeta, escribió hacia 1760 la tragedia El segundo robo de Elena. No hay referencias sobre su representación.

El domingo 24 de octubre de 1790 salía el Papel Periódico de La Havana; en aquella primera cartelera, se anuncia el estreno de El cortejo subteniente, el marido más paciente y la dama impertinente, sainete del habanero Ventura Pascual Ferrer, que luego se conocerá como “El Regañón”, severo e informado crítico. Esta obra, en las dos primeras temporadas del teatro del Circo -1801-1802- tendrá cuatro representaciones. El 5 de diciembre de ese 1790, “Un ingenio mexicano residente en esta ciudad” estrena “una pieza nueva”. Este enigmático autor vuelve en febrero de 1792 con la comedia La conquista de San Agustín de la Florida, que será repuesta el 27 de octubre del mismo año bajo el título La conquista de Florida y más dichoso español.

Otro que oculta su identidad o podría ser el mismo, estrena el 9 de enero 1791 “una pieza nueva”; se anuncia como “un ingenio americano” y una semana después estrena la tonadilla El pastorcillo amante, sin que se conozca el compositor. Ese mismo año sube a escena la primera zarzuela compuesta en Cuba, El alcalde de Mairena, por el multifacético Joseph Fallótico, músico, director y productor; no hay referencias sobre la letra, inspirada en una comedia española de la época; no dudo que el propio Fallótico haya sido también el libretista.

El 29 de enero de 1792, el habanero Miguel González estrena en el primer teatro provisional de la Alameda de Paula, Elegir con discreción y amante privilegiado, calificada por su autor como “pieza crítica”. Este dramaturgo falleció relativamente joven, en 1799.

Hacia 1793, en Santiago de Cuba, Manuel María Pérez escribe el auto sacramental Don Juan; probablemente musicalizado por el eminente compositor Esteban Salas, director de la capilla de la aquella catedral. Es en esta fecha cuando traba amistad con los jóvenes poetas Manuel de Zequeira –habanero- y Manuel de Rubalcava –santiaguero-, militares movilizados para asistir a la campaña de Bayajá, en Santo Domingo. Pérez confiesa cuarenta años después que escribieron y estrenaron cada uno un monólogo; no precisa si la representación fue entonces o en 1796, cuando los tres coincidieron en La Habana para participar en la campaña de La Florida. Pero queden estos títulos para la historia: El Bruto, de Zequeira; Nerón, de Rubalcava y Marco Curcio, de Pérez y Ramírez.

Un período poco referenciado del teatro profesional en nuestra isla es el de 1794-1800, quizás por una crisis de apoyo empresarial; son escasas las carteleras en el Papel Periódico… A partir del debut de la Compañía de Cómicos del País, en octubre de 1800, volvemos a encontrar autores criollos o residentes en la Isla.

El 5 de abril de 1801, en el teatro del Circo del Campo de Marte, se estrena un sainete que Ventura Pascual Ferrer asegura que es de “algún aficionado de esta ciudad”, titulado Estafa, pompa y pobreza; será representado al menos ocho veces hasta 1822.

Francisco Filomeno y Ponce de León

En 1802, en Madrid, el estudiante criollo Francisco Filomeno y Ponce de León publica y estrena en el teatro del Príncipe la comedia El matrimonio casual, que sube a las tablas del Principal habanero cuatro años después y será reeditada en la capital de la colonia en 1829.

En 1803, en el flamante Teatro Principal, el primer gracioso de la Compañía de Cómicos Habaneros, Francisco Covarrubias, escribe y estrena una versión de El diablo predicador y mayor contrario amigo, del dramaturgo del setecientos Luis de Belmonte y Bermúdez. Como apunté en la crónica dedicada a este gran actor, el original estaba censurado; fue representada al menos en quince ocasiones durante el primer cuarto del siglo. Este es el inicio de la labor literaria de Covarrubias, quien al año siguiente estrena su primer sainete, Desbarros de Covarrubias y feria de Candelaria, inspirado en las andanzas de los cómicos de la ciudad durante sus giras a la villa de Guanabacoa, donde se celebraban estas ferias de tradición canaria alrededor del 2 de febrero, día de la Purificación de la Bienaventurada Virgen María.

Autores de una sola obra son “Un aficionado hijo de La Habana”, que lleva a escena en 1804 su comedia El crisol de la lealtad y desgracias de Feniza; “Un ingenio asturiano vecino de esta ciudad”, que estrena ese año la comedia Los avaros y tramposos y astucias de corredores; “Un anónimo de esta ciudad” estrena ese mismo año una comedia en tres actos, El jugador de La Habana o El vicioso arrepentido; y un enigmático Brigadier Arpón, lleva a escena en la temporada siguiente la comedia Los caprichos de don Cornelio.

Uno de los galanes de la compañía, Manuel Badillo, estrena en 1807 dos obras: el “sainete tonadillesco” El chasco del ratón o La educación del día y la comedia El poder vence al valor y el amor vence a los dos o Los magos de Alemania. Ese mismo año, un actor y cantante recién llegado, Joseph Ángel Oceguera, lleva a escena su sainete El que miente sin conciencia siempre espera malos fines; y el conocido poeta Manuel de Zequeira da a luz la ópera América y Apolo –de compositor desconocido- y reestrena el monólogo El Bruto, que data de 1793, ahora titulado Marco Bruto y presentado como “trágico-cómico”.

Manuel de Zequeira y Arango

Gracias a la investigadora Rosa Ileana Boudet pude precisar que el 23 de febrero de 1808 nuestro Covarrubias estrena el sainete El peón de tierra adentro, por otros consignado muchos años después y habitualmente confundido con El peón de Bayamo, del criollo Francisco Poveda, que es posterior.

Encontré en los periódicos un dramaturgo no referenciado en los estudios más conocidos sobre esa época: José de Arazoza, escritor y publicista; no puedo precisar si nació en La Habana o en algún sitio de la península, aproximadamente en la década del setenta. Utilizaba como seudónimo El Patán Marrajo. Antes de convertirse en el dueño del Diario de La Habana en 1824, del que había sido su redactor principal desde 1810 y arrendatario en 1816, incursionó en la dramaturgia. Estrenó en 1809 el unipersonal Heroísmo de Palafox en el campo del honor y el drama La batalla de Bailén y jura del rey Fernando VII; y en 1810, el drama Glorias del valle de Roncal o El héroe don Mariano de Renovales, todas referidas a la guerra de independencia contra los invasores franceses.

Rine Leal, autor de la más completa historia del teatro cubano, encontró en la Revista de Cuba VII, de 1880, la referencia sobre un enigmático F. L. D. V., quien estrena en 1810 El rústico patriota, calificada como “composición patriótica, segunda parte”. La escasez de periódicos impide confirmar la suposición de que antes se pudo estrenar una primera parte.

A partir de ese año cambia raigalmente el concepto de programación del teatro en La Habana, por el arribo del gran actor catalán Andrés Prieto y la conformación de la compañía que dirige y hará historia. Lo cual va a incrementar el esfuerzo creador de dramaturgos afincados en la Isla.

Prometo continuar con este tema. 

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