Creado en: junio 15, 2023 a las 11:47 am.

El Bolero en todo su esplendor

Hablar de música sin hablar de boleros es como hablar de nada.

(Gabriel García Márquez)

El bolero marca su inicio en la bohemia trovadoresca de Santiago de Cuba, con Pepe Sánchez como presunto iniciador y Sindo Garay como baluarte principal. Pepe creó en 1883, el bolero “Tristezas”, primer bolero impreso a la que el autor subtitula “bolero”.

Esta pieza, en compás binario de 2/4, está marcado por la controvertida figura rítmica del cinquillo (continuo armónico rítmico, figuración en compás de 2/4, que se repite simétricamente como ritmo estable y constante). La existencia de este motivo musical, es un elemento esencial que lo diferencia de otras manifestaciones de la cancionística cubana. Ese travieso fantasma que pasa por la contradanza, la danza y la habanera para instalarse como en casa propia en el danzón y extenderse al bolero a fines del siglo XIX. Luego el cinquillo será desplazado con la llegada del son, que se establecería como sello y emblema de nuestra música popular.

El bolero floreció en las peñas, tertulias, descargas bohemias, bodas y fiestas; aunque también se cobijó dentro del sentimiento libertario en la Guerra de Independencia, con canciones amorosas, tiernas idílicas, que simbólicamente tomaban una palma, un  sinsonte o una muchacha de la ciudad de Bayamo, para cantarle como gentil bayamesa que resumiera en la mujer cubana la novia de todos los cubanos patriotas.

Penachos, pechos candorosos y cobijadores, cielos azules, siboneyes apasionados, etc…, que sirvieron para aludir la Patria.

Imagen tomada de Internet

El colombiano, César Pagano, explica muy bien la manera en que las parejas se adueñaron de las sociedades: “El bolero –esa caravana de la cortesía sentimental, como afirma Carlos Fuentes-, tiene la ventaja de tener una coreografía de pareja, que pueda arrimarse hasta la asfixia consentida, aun bajo la mirada severa de padres y autoridades. El bolero unía a los cuerpos a todas las alturas, porque mientras musitaba en el oído de la bella: Dios dice que la gloria está en el cielo o Los aretes que le faltan a la luna, asía una mano con la suya y con la otra aseguraba apoyándola en la espalda plena sin dejar escapatoria. Pero lo más interesante se debatía a nivel de cintura y piernas que estaban en juego permanente para rozar y juntar las zonas erógenas… Ni el bambuco, ni el pasillo ni los otros aires nacionales tenían esa ventaja inmensa para los sexos que era mejilla con mejilla, pecho con pecho y pubis con pubis. Los boleros se podían bailar apasionadamente y serenamente hasta el amanecer”.

Por eso mismo el bolero, asevera el conocedor, demanda para complementar la atmósfera especial que crea, cómplices colosales que le prestan su concurso: “la noche, el mar, la luna, la soledad, el firmamento”.

El bolero cubano adopta el instrumental percutivo del son, y con la clave sonera que, sobre la década de 1920 toma fuerza con los sextetos que llevan la voz cantante en el pulso ritmo del son. Esto ayuda a que el ritmo se mantenga en los dominios del baile, a diferencia de la habanera que se fue paralizando como género danzario vivo ante la pujanza de la potente manifestación. 

Dos grandes intérpretes del género en nuestro país: la querida Omara Portuondo y el inolvidable Máximo Francisco Repilado Muñoz, conocido artísticamente como Compay Segundo (1907-2003)

El Bolero soneado indica el musicólogo José Loyola- se produce por la integración del lirismo vocal del bolero, con la rítmica del son, en la complejidad de la base polirrítmica acompañante del sexteto y del septeto. Se aprovecha, además, la cualidad tímbrica y estilística de los cantantes solistas de esos formatos. Se canta a dos voces, prima y segunda, sobre el acompañamiento de los instrumentos del conjunto, en ritmo de son. Uno de esos boleros sones es Lágrimas negras (1928), de Miguel Matamoros; aunque la musicóloga María Teresa Linares asegura que no fue el primer bolero-son, sino que ya existían con mucha anterioridad.

Así es el Bolero en todo su esplendor, un género musical típicamente cubano (santiaguero, bohemio), el cual merece un espacio en el Patrimonio Inmaterial de la Cultura, tomando en cuenta que, ha sido a través de los tiempos, en más de un siglo: la cancionística de América Latina y más.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *