Creado en: mayo 27, 2023 a las 11:37 am.

El siglo de Servando

Julieta /Foto: obra de Servando Cabrera.

Las imágenes salidas del pincel y el carboncillo que, con suma destreza, dominó Servando Cabrera Moreno (1923-1981) forman parte orgánica del patrimonio visual de la identidad cubana. Servando es una huella, una marca. De cerca o de lejos, un Servando, óleo, acuarela, grabado, dibujo, emprende vuelo propio y penetra en la retina con la fuerza de un imán y la belleza del arte que nos enaltece.

El pintor que conocemos es producto de la evolución de su manera de entender el arte en la segunda mitad del siglo pasado. El joven que destacó a su paso por San Alejandro, que prometía una carrera dentro de los límites académicos, con logros ostensibles en el retrato, se decantó en los años 50 por una línea influida por las vanguardias europeas, particularmente por la impronta de Picasso y Matisse. Había ensanchado sus referentes estéticos en una estancia europea que lo llevó a la Grande Chaumière de París, y el tránsito por una escuela de verano en la Art Students League, de Nueva York.

Mucho significó para lo que vino después su colaboración con los jóvenes cineastas, encabezados por Julio García Espinosa, que filmaron El Mégano, en 1954, en contacto con los carboneros y su dura realidad social. Ello alimentó al Servando que emerge con una voz singular y de notas bien altas en los primeros años posteriores a enero de 1959.

El afán por aprehender los aires épicos que se respiraban a todo lo largo del país asomó en una pieza de 1959 titulada Los héroes bajo el sol, y se consolidó con el ciclo de obras dedicadas a las milicias campesinas y la participación popular en la gesta por defender y transformar la realidad.

No puede hablarse, sin embargo, de realismo a secas, o sea, de reproducción de escenas y personajes. Si acaso corresponde una denominación sería la de realismo poético, sobre la base de una asimilación muy depurada de los códigos expresionistas y de una imaginativa figuración en la que sobresale el tratamiento vigoroso de la anatomía humana y las transparencias, tal como se vio en la icónica exposición personal de 1964, Pinturas y dibujos sobre héroes, jinetes y parejas, en la galería Habana, del Vedado.

Aquel artista es el que ya se encuentra tocando las puertas de otra de las zonas más representativas de su producción: el erotismo. O para decirlo con mayor precisión: el homoerotismo. Duele e indigna saber que Servando, por su orientación sexual y los graves prejuicios sociales acerca de esta, fue separado de la docencia en la Escuela Nacional de Arte a mediados de los años 60, lo cual no impidió que siguiera creando con mayor frenesí, sobre todo luego de sufrir, en 1967, un infarto cardiaco.

Su pintura erótica constituye, sin lugar a duda, una de las más encumbradas realizaciones de las artes plásticas cubanas de la contemporaneidad. Podía confirmarse entonces, en toda su extensión e intensidad, el juicio de Alfredo Guevara, al calificarlo como «pintor de la excelencia, poeta de la vida y de sus cuerpos», como se evidenció, al fin, en la exposición La fuente de la vida, con motivo de su aniversario 90, en la galería de la Biblioteca Nacional José Martí, con los auspicios del Museo Biblioteca que lleva el nombre del artista, en la avenida Paseo, y en la muestra de dibujos Epifanía del cuerpo, promovida por esta última institución en su sede.

Como valioso antecedente, cabe recodar las exposiciones preparadas por el Museo Nacional de Bellas Artes, Servando Cabrera Moreno 1923-1981, curada por Roberto Cobas y Ramón Vázquez en 1983, y el lugar que ocupó en Erótica: erotismo y sexualidad en el arte, concebida por Máximo Gómez Noda.

Cuando se observan y disfrutan estas obras de Servando, cobran vigencia las palabras con que otro gran artista, el español Antonio Saura, desentrañó el misterio del cubano: «Cuerpos desnudos como montañas, como si la naturaleza fuese concebida como un cuerpo gigante, maternal y abierto, cuerpos como columnas cósmicas sin final, grandes cuerpos geológicos acostados».

Servando también es el pintor y dibujante de las Habaneras. Una de ellas figuró en el cartel de la película de Pastor Vega, Retrato de Teresa. Realismo poético, fina y hondamente reflejado en la saga de un artista que en su centenario, este 28 de mayo, nos arropa con su fulgor.

(Tomado de Granma)

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