Creado en: julio 2, 2022 a las 08:44 am.

Enrique y su pelea con las palabras

El general de brigada de la reserva Enrique Acevedo González, escritor de reconocido prestigio, recientemente fallecido. Foto: Yordanka Almaguer

Nadie calcula la guerra que libró Enrique Acevedo con las palabras. Desde que el guerrillero de la Sierra y la invasión a Occidente –un adolescente rebelde y atrevido–, el primer teniente del Ejército Rebelde que entró en la capital, el combatiente de la Limpia del Escambray, el oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias que, a base de disciplina, estudios y experiencias, estuvo en diversos escalones al frente de tropas; el que cumplió dos misiones internacionalistas en África, decidió sumergirse en el mundo de la literatura, no dejó de pelear con las palabras hasta dominarlas.

Si a lo largo de su vida leyó por placer, en los últimos 30 años lo hizo para descifrar también los secretos de la composición, las técnicas literarias, las estructuras narrativas y, sobre todo, la manera en que el pensamiento y la acción se reflejan con fidelidad y penetración en la página en blanco.

La necesidad de compartir memorias comenzó a tomar cuerpo antes de marchar a Angola a su segunda misión. Un día le comentó a Raúl que pensaba escribir sobre la guerra de liberación. El General de Ejército lo estimuló a tal punto que, durante la estancia en el profundo sur angolano, a lápiz sobre las cuartillas, en horas robadas al patrullaje fronterizo y la contención al enemigo, plasmó la versión inicial de Descamisados.

Al publicarse en 1993, el propio Raúl introdujo a los lectores en el libro: «Este testimonio de Enrique Acevedo, visto desde el prisma de un soldado, es lo mejor que he leído sobre nuestra lucha guerrillera. (…) Al contar estas vivencias y confesar las intimidades más recónditas de sus reacciones, Enrique, sin proponérselo, refleja lo que los combatientes del Ejército Rebelde experimentaron, en mayor o menor medida, en circunstancias similares».

Fue después de su bautismo literario, merecedor del Premio de la Crítica, cuando Enrique tuvo plena conciencia de que escribir era una ardua tarea, de que para ser creíble y llegar al corazón de los lectores no bastaba con contar historias sino saber contarlas. Aunque su primera obra, y la segunda también, Guajiro, sobre los avatares del jovencísimo oficial en el plazo inmediato al ingreso triunfal del Ejército Rebelde a La Habana, se inscriben en la llamada literatura memorialística, supo que el género testimonial debía y podía dialogar con la ficción sin traicionar la realidad. De ahí los muy pertinentes comentarios y observaciones, en los muchos intercambios que sostuvimos, sobre la obra de Boris Polevoi y Truman Capote, Eduardo Galeano y nuestro Miguel Barnet.

Nunca dejó de tener en el foco de su escritura la dimensión humana, con luces y sombras, certezas y dudas, como se deriva del recorrido por la trama y su impacto en la sensibilidad del lector al abordar los días angolanos en Fronteras.

La inversión proporcional del testimonio a la ficción llegó con su obra más aventurada, Los sueños del Tigre. Novela minuciosamente documentada acerca de un nefasto personaje de la vida nacional, Rolando Masferrer. La decisión de narrar en primera persona, como si el creador del tenebroso aparato paramilitar conocido como «los tigres de Masferrer» nos hablara desde la distancia, fue una elección efectiva y audaz.

Enrique explicó por qué emprendió la novela: «Los últimos disparos de mi azarosa vida guerrillera fueron contra los paramilitares en la Batalla de Santa Clara. No hablar de los masferristas en Cuba es dejar un espacio vacío, más cuando algunos nostálgicos admiradores intentan reescribir la historia y pretenden sacar del basurero moral a Fulgencio Batista y a sus cómplices y borrar nuestra memoria. Tristemente la historia de Cuba tiene un ancestro tenebroso, los llamados guerrilleros proespañoles, con su secuela de horrores. De ellos poco se ha escrito, gozaron de impunidad. No era justo que así sucediera con los Tigres de Masferrer».

Esta es una obra que merece republicarse en una más cuidada y definitiva edición y ser mucho más atendida por nuestra crítica. En los próximos meses, Enrique nos dará otra sorpresa. La vida le alcanzó para poner punto final a otra novela testimonio sobre los escopeteros de la etapa guerrillera. Las letras cubanas y los lectores, estoy seguro, crecerán con ese aporte.

(Tomado de Granma)

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