Creado en: mayo 21, 2023 a las 03:25 pm.
Enrique, y un tal Jape
Ya sabemos que por estos días se celebra el centenario del nacimiento de un ilustre hijo de Quemado de Güines. De un popular, auténtico y reconocido cubano llamado Enrique Núñez Rodríguez. Para ser más exactos, Enrique nació el 13 de mayo de 1923, o sea, que ya hace varios días que pasó esta fecha, pero como bien apuntara el presidente de la Casa de las Américas, Abel Prieto, colega de mil batallas y entrañable amigo del recordado humorista: «No es solo un día, esta es una jornada de recordación y homenaje».
Para los más jóvenes, aquellos que por muchas razones no saben quién fue Núñez Rodríguez, en pocas palabras y tal como aparece en algunos resúmenes de su palmarés, les diré que: «Era un comunicador innato, un criollo auténtico, un intelectual profundo y un artista talentoso. Escritor, guionista de radio y televisión, teatrista y humorista. Premio Nacional del Humor en el 2001, Héroe Nacional del Trabajo. Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y Vicepresidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, entre muchos otros lauros y distinciones».
Pero esto son solo palabras y datos, porque para quienes conocieron a Enrique personalmente, era incalculable. Quizá por eso, en estos días de infinita jornada (como debiera ser), se escuchan cientos de cuentos, historias, anécdotas increíbles, todas llenas de jocosidad e inevitable risa… y yo quiero contar una de las vivencias que tuve con este modesto y gentil hombre, que influyó sin saberlo, como otros grandes hombres de la cultura cubana, en mi desarrollo profesional.
Trabajaba yo, hacía poco tiempo, como periodista cultural del diario Juventud Rebelde, sin perder el vínculo con el Centro Promotor del Humor y su reconocido Festival Nacional Aquelarre. Dicho sea de paso, Enrique fue uno de los más importantes intelectuales que apoyó la creación y existencia de esta institución para los humoristas.
Eran días en que se preparaba la entrega del Premio Nacional de Humor 2001. Enrique estaba entre los nominados y yo fui a hacerle una pequeña entrevista para el periódico y tomarle unas fotos con vistas al spot que anunciaba el esperado premio.
Estuve esperando en la entrada de su oficina por largo rato hasta que me hizo pasar. Con toda la amabilidad del mundo se disculpó y me dijo que estaba revisando algunos proyectos de libros para la editorial Unión, de la Uneac. Yo había mandado un file con algunos de mis textos de entonces, publicados en dedeté y Palante, y pregunté:
—¿Hay muchas cosas de humor? —y el respondió casi al descuido:
—No mucho, pero vi algo ahí que se puede salvar, de un tal Jape.
No comenté nada por respeto, ética, modestia… no sé. Lo cierto es que sentí gran regocijo y orgullo al escuchar ese comentario sobre mis textos, nada menos que de la voz de Enrique Núñez Rodríguez, una de las personas más conocedoras y autorizadas del tema en Cuba.
Hice mi trabajo, el cual disfruté muchísimos entre jaranas y confidencias, pues no se consideraba acreedor de dicho Premio, y me fui de la casa de los artistas y escritores cubanos más feliz que una lombriz. Días después, en que ya había salido mi nota periodística y el spot en la tele, me encuentro con Enrique en la Uneac y me saluda afable. Luego me pregunta: ¿Tú eres Jape, de Juventud Rebelde? Yo asentí con la cabeza y él, con una amplia sonrisa me dijo:
—¡Qué bien, y que bueno que no hablé mal de ti! —y nos fundimos en una sincera e inolvidable carcajada.