Creado en: mayo 22, 2023 a las 09:09 am.
Antón no dejará de ser y estar
Buen viaje le desean lectores, colegas y amigos a Antón Arrufat; un viaje largo y siempre fecundo por las estaciones de las letras cubanas de hoy y mañana, porque el escritor que murió este domingo, a los 87 años de edad, en La Habana, por la dimensión y el calado de su obra es de los que no dejará de ser y estar en la cultura de la nación.
Al conocer la noticia de la muerte del escritor, el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel, calificó a Arrufat como «hombre esencial de la cultura cubana». De manos del mandatario, Antón recibió en 2021 la Orden Félix Varela por sus excepcionales aportes a las letras y la escena nacionales.
La vocación literaria de Arrufat despegó tempranamente cuando en Santiago de Cuba, ciudad en la que nació el 14 de agosto de 1935, se atrevió a escribir una novela que, según sus palabras, por suerte se extravió, mas sirvió para marcar el camino que, ya en la capital, se hizo notar al formar parte del colectivo de la revista Ciclón y estrenar su primera pieza teatral en 1957: El caso se investiga.
A finales de los años 50, ante la tremenda situación política y económica de la Isla, trató de abrirse paso en Estados Unidos, donde colaboró con el diario neoyorquino La Prensa.
Tras el triunfo revolucionario regresó a Cuba. Fue uno de los protagonistas más conspicuos de la vida cultural de la década de los 60. Fundó y dirigió la revista Casa de las Américas, se integró a la aventura editorial del magazín Lunes de Revolución. En la Uneac dejó huellas en La Gaceta de Cuba y en la revista Unión. Asesoró el grupo Teatro Estudio.
En aquellos años mostró su capacidad para expresarse en diversos géneros literarios con absoluta solvencia, mirándose quizá en el espejo de su gran amigo Virgilio Piñera. Vieron la luz los poemarios En claro, repaso final y Escrito en las puertas; los relatos de Mi antagonista y otras observaciones, y las obras de teatro El vivo al pollo y Todos los domingos.
Una pieza teatral, Los siete contra Tebas, laureada en 1968 con el Premio José Antonio Ramos, de la Uneac, le llevó a un injustificado ostracismo, a consecuencia de las distorsiones de la política cultural que dieron lugar a lo que Ambrosio Fornet llamó quinquenio gris. Antón, como Miguel Barnet, Pablo Armando Fernández y César López, resistieron y jamás claudicaron. Siempre dijo: «Todo lo que escribo es por Cuba». Y en una entrevista reveló: «Asumir este país es una forma de nacer».
Los años 80 confirmaron la consistencia y multiplicidad de una obra en continuo crecimiento: Las pequeñas cosas, crónicas ejemplares que prestigiaron las páginas de la revista Revolución y Cultura; el poemario Lirios sobre fondo de espadas, los cuentos de ¿Qué harás después de mí?; la novela La caja está cerrada, Premio de la Crítica en 1985, y la obra teatral La tierra permanente, también distinguida dos años más tarde con el Premio de la Crítica.
Reconocido y traducido a una docena de lenguas, Arrufat fue honrado en 2000 con el Premio Nacional de Literatura, en un año en el que concursó con la novela La noche del Aguafiestas por el Premio Alejo Carpentier, adjudicado a uno de los textos más notables de la narrativa cubana contemporánea. Antes, en 1995, legó a la cultura cubana un libro memorable e imprescindible: Virgilio Piñera, entre él y yo.
Entre los títulos publicados en el nuevo siglo figuran los libros de ensayo El hombre discursivo y Las máscaras de Talía, y la novela La ciudad que heredamos.
La proyección pública más reciente de Antón abarcó su nombramiento en 2008 como miembro de la Academia Cubana de la Lengua –al evocarlo, la institución declaró que «sus libros y el recuerdo de su palabra chispeante seguirán acompañando a los lectores y a quienes tuvimos el privilegio de trabajar a su lado»– y la reanimación en 2016 del Ateneo de La Habana.
En tal sentido fue fiel a lo que en su día confesó a Marilyn Bobes en una entrevista: «Yo hago grandes esfuerzos para seguir siendo el mismo de antes y a menudo lo consigo. Cuando un escritor deja de forcejear con las palabras, deja de explorar, inventar un mundo, sin duda ya lo premiaron».