Creado en: septiembre 24, 2022 a las 09:45 am.

Festeja Danza Contemporánea de Cuba aniversario 63 de su creación

El idioma de la danza es el cuerpo

Jessica Lang

Danza Contemporánea de Cuba (DCC), dirigida por el maestro Miguel Iglesias, Premio Nacional de Danza, y fundada el 25 de septiembre de 1959, celebra su cumpleaños 63 con una gala que tiene como sede la Sala «Avellaneda» del Teatro Nacional, principal escenario de sus grandes éxitos en la mayor isla de las Antillas.

En el coliseo capitalino, las agrupaciones DCC y Ensemble Habana XXXI, jerarquizada por la maestra Nathalie Marin, presentan el estreno mundial de El canto del amor triunfante, con coreografía de los artistas polacos Ewa Wycichowska y Andrzej Adamezak, y dirección musical de los maestros Nathalie Marin y César Eduardo Ramos, y además, la reposición de María Etnocentra, del laureado artista George Céspedes, Premio del Certamen Iberoamericano de Coreografía (CIC) «Alicia Alonso».

El estreno de ese ballet cantado, en un acto, y llevado a las tablas por una de las mejores compañías danzarias de su tipo, a escala internacional, adopta como referencia básica el texto literario homónimo, salido de la fecunda pluma del escritor y dramaturgo ruso Iván Turguénev (1818-1883), en la década del 80 del siglo XIX.

La forma sui géneris de bailar de los integrantes de la popular agrupación, el teatro americano moderno, los estilos danzarios afrocaribeños y el ballet clásico europeo, se fusionan en cálido abrazo para crear una poética y una estética que le han facilitado a DCC mantener la preferencia del público, así como los elogios de la crítica especializada nacional y foránea durante más de seis décadas.

La compañía, que ha realizado casi un centenar de giras por países de América (Norte y Sur), Europa, Asia y África, a la vez que ha participado en disímiles eventos danzarios internacionales, y que reúne el talento artístico de relevantes creadores de la escena mundial: el holandés Jan Linkens, el sueco Kenneth Kvmstrom y el hispano Rafael Bonachela, quienes —entre otros no menos importantes— diseñaron coreografías para DCC.

Por otra parte, la invitación formulada a los fieles seguidores de la agrupación insular para asistir al estreno mundial de El canto del amor triunfante va acompañada por una serie de carteles, utilizados en el séptimo arte, la música y la literatura, en sus respectivas representaciones de la historia de amor y desgarro que involucra a los amigos «Muzio» y «Fabio, quienes aman a «Valeria», una de las chicas más bellas y llamativas de la ciudad; apretada síntesis de la trama que se desarrolla en ese contexto danzario-dramatúrgico por excelencia, donde prevalecen el amor puro y luminoso por un lado, así como el turbio y sensual por el otro, la fidelidad que nace y crece en el componente espiritual del inconsciente freudiano, y el deseo salvaje que se oculta en el componente instintivo, localizado en las regiones más arcaicas del cerebro humano.     

Ver bailar a los integrantes de DCC deviene un verdadero privilegio para los amantes nacionales y extranjeros de la danza contemporánea, caracterizada —esencialmente— por convertir las emociones, sentimientos, pensamientos u otros estados subjetivos del yo de los bailarines en movimientos corporales, rubricados por el erotismo y la sensualidad que caracterizan a ese mestizo único e irrepetible que vive, ama, crea y sueña en la mayor isla de las Antillas.

Ahora bien, la fuerza motriz que los mueve e inspira a darlo todo en escena es el amor a la danza y a lahumanidad; valores éticos, humanos y espirituales, entre otros, que han descubierto —a través del tiempo— en los excepcionales maestros (desde Ramiro Guerra hasta Miguel Iglesias), quienes han contribuido —en el contexto docente-educativo y fuera de él— a formar, no solo a excelentes bailarines, capaces de intelectualizar y espiritualizar los recursos teórico-prácticos en que se estructura el arte danzario en general, y la danza contemporánea en particular, sino también a mejores seres humanos, el escalón más elevado al que debe y puede aspirar el «soberano de la creación».  

Los danzantes se mueven en el proscenio con indiscutida excelencia artístico-profesional, signada —fundamentalmente— por el dominio de la técnica académica, la interpretación teatral (dos caras de la misma moneda), así como la precisión y exactitud que les imprimen a los movimientos físicos (dominan con naturalidad e indiscutible profesionalidad los complejos y complicados «secretos» del cuerpo humano), uno de los indicadores básicos indispensables en que se sustenta la danza contemporánea, que cultivan desde que salieron a la palestra pública hace más de 60 años.  

Sin duda alguna, los bailarines disfrutan al máximo su entrega en cuerpo, mente y espíritu a la práctica de ese género danzario, el cual han exaltado a los primeros planos en la arena internacional, lo que le ha posibilitado a la agrupación caribeña erigirse  —por derecho propio— en paradigma de la danza contemporánea, a escala global.

Estoy seguro de que a los fieles admiradores de DCC, periodistas culturales o críticos de danza que hayan seguido su fecunda trayectoria artístico-profesional, no les asiste la más mínima duda de que los miembros del ejemplar conjunto danzario están celebrando —con el rigor estético-artístico que los define— un aniversario más de la creación de tan estelar compañía.

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