Creado en: febrero 18, 2024 a las 12:59 pm.

Francisco López Sacha, la maravilla de su escritura

Por Madeleine Sautié

A Francisco López Sacha, año tras año, se le encuentra en la Feria. Tanto sabe de literatura universal, y de la que se escribe en Cuba, que suele ser un permanente invitado a paneles y espacios en los que se precisa el elogio. En la sala Nicolás Guillén, de la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña, se le halló recientemente, pero esta vez para ser –en un coloquio dedicado a su vida y obra– la figura agasajada. 

La presencia de un público copioso, en una de las tantas propuestas académicas que confluyen en una feria con no pocas salas de presentación y cerca de 20 subsedes, habla del cariño y la admiración que se le profesa al autor manzanillero, maestro de escritores, crítico de arte y respetable intelectual. 

«Sacha siempre nos está enseñando», dijo la escritora Dazra Novak, directora del Centro Onelio, del que Sacha es, bajo la tutela del Chino Heras, uno de los fundadores. Alumna suya, tanto de las aulas como «de pasillo», porque es de esos que convierten un diálogo en un acto de ilustración, habló de él, también como amiga y como lectora.

Lo recordó en aquellas clases de Técnicas narrativas, cuando todo un pueblo universalizado por el amor conoció su rostro y su don para hacer llegar «la maravilla de la escritura».

En él la música siempre está presente, dijo, dudando un tanto de si se trata de un músico o un escritor. «Es el más musical de nuestros escritores», aseguró, y aludió a esa pasión por los Beatles, que lo hace sentirse uno de ellos.

Novak, adelantó sus impresiones sobre la novela Voy a escribir la eternidad, Premio Alejo Carpentier 2023, una historia «llena de saltos» y de mucha poesía, en la que Manzanillo se despliega. Toda una tentación –a juzgar por la palabra de la autora– que se comercializó al final del coloquio. Hay una gran melodía en este libro de memorias, desde la primera página hasta la última, aseguró, y dijo, tras haber sentido que, con la obra, Sacha «llenó su molde al máximo», no haber ella aprovechado del todo su tiempo vital.

El poeta Waldo Leyva, compañero de estudios de Sacha en la carrera de Letras, recordó que, desde entonces, ya su amigo era un excelente narrador oral, que seducía con las historias y les proponía a los otros todos esos temas que hoy están en su obra. No quería escribir, quería cantar. Entre las anécdotas, compartió una en la que Sacha debía, por orden de un profesor, impartir una clase sobre el ensayo. El día señalado llegó, pero Sacha había olvidado la encomienda. Entró al aula sin haberse preparado, y ofreció una clase magistral. «Para nosotros fue una suerte haberlo tenido cerca; es un gran amigo que nos hace felices a todos, resumió».

Con esa capacidad para ir y volver, transportado por la palabra, Sacha repasó momentos de su vida, que están en Voy a escribir la eternidad, una novela que le llevó casi 30 años hacer, y que concluyó en tiempos de pandemia. Se refirió a su generación como la de la búsqueda, y a la Revolución Cubana como la puerta que abrió todas las puertas.

Hacia el final, habló del orgullo que debemos sentir por nuestro pasado: «Nuestros patricios renunciaron a todo, a su vida cómoda, por la libertad», porque, como sostuvo uno de ellos, Francisco Vicente Aguilera, “nada tengo mientras no tenga patria”. Esas cosas no pueden ser olvidadas, «esa frase, a mi juicio, debe estar en el corazón de todos los cubanos», porque somos un pueblo nacido de esas circunstancias: del desinterés económico, del desinterés espiritual y de la resistencia, que es lo que está proponiendo la Revolución Cubana».

El sello de la Editorial Letras Cubanas, la cual dirigió, le fue impuesto al escritor que, tras la ovación, firmó a los presentes la novela recién adquirida, un texto que, muchos ya hoy habrán empezado a leer. 

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