Creado en: enero 7, 2024 a las 05:29 pm.

José María Vitier, acordes de una vida melódica

Hace algunos años, tras la complicidad que se logra luego de montar un set de entrevistas para la televisión, tuve la oportunidad de conversar con el pianista, compositor y Premio Nacional de Música 2021, José María Vitier, quien este siete de enero celebra su cumpleaños 70. Historias de vida y experiencias acumuladas a lo largo de su carrera, fueron y serán así, tal y como me las confesó.

-¿Cómo fueron esos inicios, cuando apenas tenía ocho años de edad, en el mágico y complejo universo de la música?

Yo he contado varias veces lo que me han contado a mí, y la leyenda familiar precisa que mostré inclinación por la música desde esa edad más o menos y sobre todo a partir de unas veladas que se hacían en mi casa, donde se oía mucha música.

Mi padre Cintio, tocaba violín y mi abuela materna Josefina, era pianista profesional, y parece ser que en uno de esos pintorescos encuentros me incorporé tocando unas maracas, cosa que me sorprende mucho porque tú me das un par de ellas y no sé qué hacer; pero al parecer de niño hice algo atinado y mi abuela -que era en ese caso la voz más autorizada-, sugirió que me pusieran a estudiar música.

-Ya con algunos conocimientos elementales del piano, específicamente, comienza a instruirse con excelentes pedagogos de los años sesenta y setenta del siglo veinte como Margot Rojas y César López, quien se convirtió en su profesor una vez que matriculó en el Conservatorio Amadeo Roldán. ¿Le fue fácil el instrumento?

Sí. Creo que para nada fue un tormento y sentía que avanzaba, porque Margot Rojas, por ejemplo, era de lo mejor de la época, profesora de Frank Fernández también. Y cuando hice las pruebas de ingreso para el Conservatorio pasé directo a un quinto año o algo así, si no recuerdo mal.

Estamos hablando de una época en la que el piano se estudiaba de una sola vez, no como ahora, por niveles. Era una carrera que duraba 11 años.

– Usted es miembro de una de las familias más ilustres de la cultura cubana, cuyo entorno se caracterizó por la simbiosis de las tradiciones cultas y populares. ¿Considera que la circunstancia, condicionó lo que es hoy la esencia de su trabajo creativo?

Seguramente, porque en mi casa había un ambiente musical, también literario por mis padres, pero se escuchaba música clásica asiduamente y recuerdo que se oía a Mozart, Bach, Vivaldi. Pero también se oían unos discos de danzones de Antonio María Romeu, se ponían Tangos, se oía a Gardel, Benny Moré, Bola de Nieve…

Y empecé a atender mucho a los pianistas y siendo un adolescente decidí acercarme a la discografía de Samuel Téllez, Somavilla, los primeros trabajos de Chucho Valdés.

También escuché a los Beatles, a los Rolling Stone y a otros grupos de esa movida que me llevaron incluso a tocar en conjuntos de música bit de la época como ‘Los Yeti’, ‘Los Nomos’, ‘Los Franco’ que luego se convirtió en “Tema 4′ y posteriormente en ‘Síntesis’, del que fui fundador junto a Carlos Alfonso.

-Todo lo que me cuenta ocurre en paralelo a sus estudios en el Conservatorio Amadeo Roldán, del cual sale directo a Matanzas, como parte de su servicio social. ¿Qué pasó allí?

Fue bueno ir a Matanzas porque mi familia tiene profundas raíces matanceras. Yo tenía incluso parientes que no conocía, por el lado paterno, y también mi abuela materna era de Cárdenas.

Estuve dos años impartiendo clases a los niños, pero el tercer año del servicio social, hacia 1977 ó 1978, me llaman del Consejo Nacional de Cultura o el Ministerio, para el reclamo de participar en ‘Síntesis’, grupo que se hace para el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes que por la fecha se celebró en nuestro país.

-¿Pero igual, siguieron otros compromisos en paralelo?

Sí, porque comencé a trabajar en la Escuela Nacional de Arte (ENA) en la Cátedra de Piano, en la de Violín también, igual como pianista acompañante y estuve varios años allí, alternando el trabajo de música popular con ‘Síntesis’, que ese sí fue más corto.

Después seguí mi camino, pensando en la composición realmente y empecé a componer y matriculé la especialidad en el Instituto Superior de Arte (ISA), en la modalidad de curso para trabajadores.

Fructífera ha sido igual su carrera en el Teatro, la Radio, el Cine y la Televisión. ¿Cómo logra el montaje y la esencia sonora que dan cuerpo emotivo a las diferentes historias de productos dramáticos en cada uno de esos medios?

El primer encargo que hice fue la música para una obra de teatro que se llamó ‘Girón: verdadera historia de la brigada 2506’, del Teatro Político Bertolt Brecht, dirigida por Miriam Lezcano. En realidad el encargo era para mi hermano Sergio, que ya por aquel tiempo componía en el ICAIC, pero por alguna razón él no pudo y me dijo que si podía hacerme cargo de aquello y yo le dije que sí.

-Un sí, imagino, falto de experiencia en el ámbito de la orquestación, por ejemplo, pero con la referencia que tenía de ver a su hermano componer.

Escribí esa primera música, también fue mi primer contrato de creación, la primera grabación de música mía, y claro que tuve que hacer unas marcas forzadas, como un aprendizaje de los instrumentos que disponía porque yo no tenía ninguna experiencia en orquestación, como dices, pero la obra se puso y la música funcionó bien.

Ligado al Teatro Político conoció parte de la vanguardia artística cubana como Tito Junco, René de la Cruz y Mario Balmaseda, actores con los que volvió a coincidir tras el encargo de las bandas sonoras de series televisivas como ‘Julito el pescador’, ‘En silencio ha tenido que ser’, ‘Para empezar a vivir’ y el ‘Regreso de David’…

Sí, pero inmediatamente después del Teatro lo que hice fue algunos documentales en el ICAIC sobre la Alfabetización, con Sergio Núñez, y otros con directores que en su mayoría empezaban como Gerardo Chijona y los ya desaparecidos Daniel Díaz Torres y Guillermo Centeno”.

-Ya sí vendrían después las series de televisión… ¿Toda una escuela para Vitier?

Yo diría que la escuela fundamental fue la práctica, fue la presión de aprender haciendo las cosas, cuyo punto más álgido lo constituyen las series de televisión porque eran un verdadero taller de creación. Era escribir prácticamente para grabar de inmediato.

-Con sus composiciones logró la complicidad de la trama, convirtiendo su música en un argumento más del discurso audiovisual. ¿Cómo lo hacía, qué le interesaba en aquellos momentos a pesar de la presión, de la premura?

Me interesaba primero adquirir el oficio y aprovechar todas las oportunidades que se me estaban dando, que vinieron a mí así como en secuencia. En seguida traté de adecuarme no solo al Teatro sino al Cine y la Televisión porque son tres medios muy diferentes.

Yo siempre preferí el Cine, aunque a la Televisión es a la que debo el hecho de haberme dado a conocer más; y el Teatro que me acercó a los artistas que mencionaste, pero también a los maestros Vicente y Raquel Revuelta, Roberto Blanco…”

-Llegó el año 1983 y funda su grupo. ¿Qué lo impulsó a la decisión y cuál fue el camino de Vitier a partir de entonces?

En las grabaciones de estas músicas, y sobre todo en las de las series de televisión, donde probaba resortes dramáticos, de tensión, psicológicos, yo me relaciono con un grupo de jóvenes y de ese contacto surge la idea del grupo, porque además ya iba acumulando música compuesta, instrumental, básicamente.

Estuvimos aproximadamente unos ocho años, bajo la denominación de Grupo de José María Vitier, la cual considero una etapa importantísima en mi vida, donde también viajamos por primera vez a Nueva York, París, México con los Festivales Cervantinos y muchos viajes por Cuba, donde nos presentamos en más de 80 municipios”.

-Sin embargo, luego de la última actuación en París, durante el Festival de Cultura Afrocaribeña, aunque antes estuvieron en Montreal, Toronto y los Festivales de Jazz de La Habana, decide emprender su carrera en solitario. ¿Por qué?

A mí me seguía interesando escribir fuera del grupo, para Cine pero para formatos diferentes. Escribir música vocal, música instrumental y además de eso, a nuestro grupo le pasó lo mismo que le ocurrió a otros y es que el Periodo Especial lo sacudió.

Se volvió realmente agónico el tema de los ensayos, el transporte, la luz, y cada cual encontró, venturosamente para todos, un camino. Nadie se quedó en el aire y son sinceramente muy buenos músicos.

-En 1986 compone En la Aldea, tema que identifica actualmente el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano. ¿Es cierto que solo fue pura coincidencia de que la música se convirtiera en la melodía del evento?

Esa música yo la hice para ‘La frontera del deber ‘, para una de las escenas donde curiosamente el hecho se desarrollaba fuera del país, como una especie de ubicación. Y cada vez que sonaba la musiquita se intuía que no se estaba en La Habana”.

-¿O sea, que era una música que no pretendía ser representativa de Cuba?

Exactamente. Solo que curiosamente alguien tomó la decisión, existen varias teorías pero no quiero afiliarme a ninguna, de utilizarla de archivo, tal vez porque la anterior del Festival también era mía: un número llamado Barrock.

José María Vitier y su esposa Silvia R. Rivero

Vitier, además de ese don para la música, cuenta entre sus tesoros con una hermosa familia, en la cual su esposa Silvia Rodríguez es pieza angular. La escritora y artista de la plástica, trabaja profesionalmente hace más de 30 años junto a él.

“Recuerdo que el motivo inicial fue un pedido para el cine, cuyos textos no quedaron nada mal. (…) A partir de ahí comenzaron a surgir otras peticiones, reclamos también del espíritu, incentivándose la creación”.

-¿Cómo valora entonces el resultado de esta unión hasta hoy?

Lo más importante ha sido el estímulo diario y cotidiano que significa trabajar con una persona que es tu pareja sentimental, que conoce tu trabajo, que no quiere nada sino lo mejor de ti y para ti. (…) Y es un placer muy grande porque es una primera línea de exigencia, de exigencia amorosa, que parte del mundo afectivo pero que se nutre del mundo profesional y que es válida, por supuesto.

Cuando escucho los discos que hemos hecho, que ella ha producido, en los cuales también se ganó sus premios, y cuando analizo los textos que me escribió para la “Misa Cubana” o el “Salmo de las Américas”, igual para discos que hemos realizado en Estados Unidos con la RCA, me doy cuenta que no soy el caso de aquel que puso a su mujer a trabajar con él, es que realmente tenía muchísimo sentido nuestra decisión, y yo siempre lo supe, porque Silvia es una persona acostumbrada a hacer las cosas bien, y eso se dice muy sencillo pero no es tan frecuente como parece.

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