Creado en: febrero 8, 2021 a las 08:25 am.

La fuerza de las ideas y la importancia del consenso

Por Mildred de la Torre Molina

Los sucesos frente a la sede del Ministerio de Cultura han ocupado la atención de la inmensa mayoría de los cubanos. Los medios oficiales y los autodenominados independientes han hecho posible su amplia difusión. Bien puede  afirmarse que existe una amplia visibilidad de los acontecimientos y, con ello, la emersión de diferentes puntos de vista sobre tres cuestiones esenciales: la pertinencia  del diálogo entre los artistas, escritores e intelectuales en general, la gestión de las políticas culturales dentro de las instituciones y el papel de los medios de comunicación masivos. Obviamente, cada uno de ellos, deriva en otros no menos importantes y también necesitados de reflexión.

Los asistentes al último encuentro del día 27 de enero no dialogaron con las autoridades porque carecían de ideas. Resulta evidente que sus propósitos eran propagandísticos, mediáticos de corte banal, un verdadero show para cumplimentar lo exigido por  los círculos que los apoyan y pagan desde el exterior.

En Cuba existe una larga tradición de diálogos de pensamiento. Por lo que la convocatoria actual no constituye una novedad. Sobre ese particular los historiadores y filósofos nos hemos pronunciado. Hay una prolífera literatura al respecto. Somos un país de pensadores. Así queda demostrado a través del arte, la literatura y las ciencias en general. Nuestro país se ha construido gracias al talento de múltiples generaciones de creadores cubanos que han aportado grandes saberes para el mejoramiento humano. La Revolución es el resultado de esa larga y hermosa gesta.

Ciertamente, se ha dicho y repetido muchas veces, que no siempre las políticas y determinadas personalidades  han facilitado el intercambio ideopolítico y cultural. Como todo proceso renovador ha tenido que enfrentar a los quietistas, reaccionarios y conservadores a ultranza cuyas miras son sus intereses personales o el sostenimiento de sus cargos burocráticos y no el libre desempeño de las fuerzas progresistas. Pero estos siempre han sido vencidos por la pujanza del poder político y de los movimientos revolucionarios internos.Nuestra historia así lo ha evidenciado.

Históricamente el movimiento intelectual cubano, con independencia de sus posiciones políticas, filosóficas, científicas y artísticas, ha defendido su concepción  de país. La prensa escrita primero y posteriormente la radio y la televisión, junto a los escenarios institucionales, han sido los emisores de proyectos, programas y plataformas ideológicas dirigidos a sostener, reformular o transformar la sociedad cubana. Las inconformidades, devenidas en rebeldías, casi siempre han tenido un espacio en los círculos políticos insulares, por lo que el criterio público no es una utopía sino parte de nuestra forma común de ser y andar. Este no es un pueblo que guarda el silencio para otros tiempos venideros donde pueda ser escuchado por el poder gubernamental, dice lo que cree, opina lo que siente, exige lo que considera justo en cualquier espacio y momento. Él nunca ha podido ser amordazado.

Integramos un país institucionalizado y regido por una constitución ampliamente discutida y aprobada por la mayoría del pueblo. Eso nos enorgullece porque somos parte del sistema jurídico y no ajenos a sus normas y preceptos. Sin embargo, mucho hay que hacer para lograr que nuestra democracia sea totalmente participativa, cuestión que no depende de las legislaciones sino de la educación cívica de cada uno los ciudadanos.

Existen todas las condiciones para el ejercicio de la libertad de expresión. No hay alguien que nos prohíba emitir criterios sobre el desempeño de las políticas gubernamentales en el país. No hay quien nos dicte normas sobre lo que debe o no decirse públicamente, en pequeños, medianos o grandes espacios de opinión. El respeto y el valor ético de las ideas son sus únicos reguladores junto a la decencia, la honestidad y los principios morales. En lo que se dice y hace siempre hay un compromiso ciudadano para con el presente y el futuro del país.

Resulta inmoral aparentar inconformidades mediante el espectáculo de la banalidad. Que los títeres  de la mediocridad salgan por los medios digitales, hagan sentir una rebeldía insulsa, muestren imágenes sin fundamentos obre la realidad que vivimos y vociferen  insultos y obscenidades, es irrespetar al país que los alberga.

Queremos el diálogo, la discusión franca, abierta y desprejuiciada, la diversidad de criterios, el aprendizaje continuo sobre cómo hacer política para el desarrollo justo y equilibrado de nuestra sociedad, encontrar la mancomunidad de pensamientos, los consensos derivados del talento constructivo, y la palabra de quienes sostienen los pilares de la comunidad. Necesitamos un diálogo que rebase las agrupaciones sociales tradicionalmente identificadas y el de las políticas con sus instituciones y sus cuadros, es un intercambio entre los que deben estar representados todos los sectores del país en tanto la cultura y sus políticas atañen a la totalidad de la nación. Recuérdese que necesitamos una nueva reagrupación social que reidentifique las diferentes posiciones con respecto al futuro de Cuba. Queremos andar y nunca detenernos. Queremos ser parte útil del presente y del futuro. Los mediocres de alma nunca será nuestro referente para construir la patria de todos los cubanos.

Como bien decía José Martí, refiriéndose a los autonomistas y anexionistas, nosotros caminamos, ellos retroceden.

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