Creado en: junio 29, 2023 a las 11:29 am.
La huella sonora imborrable de Alfredo Muñoz
Parecía un lugar común decir que Alfredo Muñoz era uno de los grandes violinistas cubanos, tanto nos había acostumbrado a sus excelentes interpretaciones. Ahora que ya no está –aunque siga entre nosotros con sus grabaciones, su magisterio y el ejemplo de consagración inseparable de su trayectoria vital–, la cultura cubana honra la indiscutible jerarquía de un legado destinado a perdurar en el tiempo.
Alfredo falleció en la mañana del miércoles a los 74 años de edad en La Habana, ciudad donde nació el 20 de junio de 1949. Su vocación por el instrumento despertó cuando asistió a una presentación del célebre violinista ruso Leonid Kagan. Estimulado por su padre, matriculó en el conservatorio Orbón. Incursionó siendo adolescente en la música popular y a los 14 años, mientras continuaba estudios en el conservatorio Amadeo Roldán, tuvo la oportunidad de integrar la sección de cuerdas de la Sinfónica Nacional.
Supo entonces que para despegar en la carrera debía completar su formación académica. De modo que ingresó en la Escuela Nacional de Arte, de la cual egresó en 1972, fecha que marcó su regreso a las filas del principal organismo sinfónico del país. Su afán de superación lo llevó a estar entre los alumnos fundadores del Instituto Superior de Arte, en el que perfeccionó hasta 1981 técnica y expresión bajo la tutela del profesor búlgaro Radosvet Boyadjiev.
De la práctica de atril transitó al ejercicio solista. Con la osn estrenó el Concierto para violín, de Leo Brouwer, y el que escribió para idéntico formato Julio Roloff. Aún se recuerda la ejecución por primera vez en Cuba, en 1990, del Concierto barroco, del mexicano Manuel Enríquez, junto a Evelio Tieles. Apenas tuvo conocimiento del deceso de Alfredo, Evelio expresó: «He perdido a un gran amigo, un gran artista. Le rindo homenaje con admiración y tristeza».
A la música de cámara dedicó buena parte de su carrera. Primero con el trío White, dirigido por Boyadjiev, en el cual compartió con los cellistas Rodolfo Navarro y Amparo del Riego, y los pianistas César López y María Victoria del Collado. Con Vicky, compañera entrañable en la vida, integró después el dúo Pro Música, una de las agrupaciones más destacadas del país por sus formidables interpretaciones y el exigente y agradecido repertorio que llevó a las salas de concierto dentro y fuera de nuestras fronteras y al registro fonográfico. Todo ello sin dejar la docencia en Amadeo Roldán, Alejandro García Caturla y la Universidad de las Artes.
Sobre lo conseguido por el dúo Pro Música, Alfredo y Vicky dieron razones que no deben caer en el olvido en quienes se propongan en lo adelante asumir con todo rigor la música de cámara: «Nos fuimos acostumbrando a escucharnos más; aprendimos a situarnos en contexto y fuimos adquiriendo, paulatinamente, un resultado sonoro con una misma respiración. La interpretación de la música de cámara nos proporcionó un aumento considerable de la potencialidad técnica, ya que la densidad del repertorio implica retos al dominio técnico instrumental que al desarrollarse desde metas interpretativas se torna cada vez más amplio».
Bajo esa premisa entregaron a las audiencias obras de Mozart y Béla Bartók, de Stravinsky y Prokófiev, de Ravel y Debussy, pero también de notables autores latinoamericanos y por supuesto, los clásicos cubanos –Roldán, Caturla, Nilo Rodríguez, Gramatges, Ardévol y Brouwer– y los contemporáneos, con destaque para el trabajo conjunto con Juanito Piñera, quien contó con ellos para el estreno de sus sorprendentes partituras, como quedó demostrado con el registro de Órficas, merecedor del Premio Cubadisco. Ahí están, además, las grabaciones de Miradas, para flauta (Niurka González), violín y piano; y de Marinas, de Sergio Vitier. También rompieron lanzas para promover las obras recién salidas del horno de los jóvenes Ernesto Oliva, Javier Iha, Jorge Amado y Pepe Gavilondo.
Alfredo no se despide. Cada vez que suene La bella cubana, estará presente. Porque él es de la estirpe de White y Brindis de Salas.