Creado en: diciembre 28, 2022 a las 11:47 am.

Lina de Feria: la poesía como destino

La poetisa Lina de Feria. /Foto: Ariel Cecilio Lemus

Por Emmanuel Tornés 

«Cuando surge el poema, viene el estilete del afilamiento. Quiero captar la belleza, pero en penumbras me consumo como una vela. La dosis de impiedad conmigo misma me cercena la respiración». Esta confesión de Lina de Feria (Santiago de Cuba, 1945) corresponde con exactitud al ideario de su quehacer poético, a ese «aceptar la condenación y el albatros» en los que emerge su sensibilidad.

Desde su primera juventud, Lina ha sido fiel a esa agonía mallarmeana. Se advierte en Casa que no existía, libro merecedor, ex aequo, del fundacional Premio David 1967. Esta obra puso de relieve las inconfundibles dotes escriturarias de Lina, versos en los cuales las tempranas angustias existenciales de la autora cobran vida por medio de imágenes relampagueantes y audaces metáforas; o mediante la riqueza intelectual de los poemas, expresada en sutiles juegos intertextuales, en particular referidos a la pintura y a la literatura.

Con apenas 22 años, Lina aporta a la poesía insular una voz propia, original. Más de medio siglo después, reafirmamos el acierto del jurado del Premio David 1967 por haber decidido galardonarla junto a Luis Rogelio (Wichy) Nogueras, dos voces de notabilísima autenticidad y elevado esplendor literario. Ambos trazarían senderos muy personales en el modo de plantearse y escribir la poesía.

A partir de esa fecha, la poeta devino una especie de mito para nuestra generación y, lo más meritorio, para las generaciones siguientes. Su poesía ha tenido la capacidad comunicativa y temática de trasponer las fronteras etarias para ser recibida con el mismo entusiasmo que se le confirió en la década de los 60. Juntos hemos asistido a algunas ferias del libro y a otros eventos culturales en nuestro país; en todos ellos he visto siempre, maravillado, cómo la admiran los jóvenes, el fervor con que escuchan la lectura de sus poemas y la identificación plena con las revelaciones de los sujetos líricos.

Hecho curioso en cuanto a la recepción de esta poética, ya que por momentos se torna compleja, incluso se aproxima a cierto hermetismo en el que confluyen notas estilizadas del coloquialismo con formas abstractas de reminiscencias origenistas, en especial lezamianas, y del peruano César Vallejo. Los hablantes poéticos de Lina muestran en ocasiones estados anímicos perturbados, lo que a nivel discursivo se manifiesta en expresiones cercanas a los flujos de la conciencia: el sueño repetido / la imagen de la imagen de la imagen / pubis desnudo / en el sexo del otro que me ama. / la ojiva planifica / el símbolo de la destrucción terrible / y esqueletea el hombre / entre corolas silenciadas en óleos. (Ante la pérdida del safari a la junglaVI, 2009).

Los libros de poesía de Lina de Feria deben comprender, si no sobrepasar, la cifra de unos 30 títulos, varios de ellos publicados en el extranjero. Es, sin duda, una escritora prolífica y de sostenida calidad. Si entre Casa que no existía (1967) y A mansalva de los años (1990) parece ocurrir un silencio creativo, este no sucedió realmente. La autora trabajó intensamente en varios proyectos culturales y escribió poesía, la que se revela al abrirse el decenio de los 90, años en que publica sucesivamente numerosos poemarios hasta la actualidad. Sobresalen, entre otros: El ojo milenario (1995), Los rituales del inocente (1996), A la llegada del delfín (1998), El libro de los equívocos (2001), La rebelión de los indemnes (2008), Espacios imaginarios (2010), Caminando en el ocre (2012) y Jaque a la muerte (2014). Por su valiosa producción lírica y aportes a la cultura cubana, Lina ha recibido importantes distinciones, entre ellas el Premio Nacional de Literatura, en 2019.

(Tomado de Granma)

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