Creado en: enero 9, 2023 a las 10:13 am.

Livingston en Cuba, arquitectura y humanismo

Foto: Página 12

Al dar a conocer el deceso de Rodolfo Livingston, acaecido el pasado día 6 de enero a los 91 años de edad, los medios argentinos de comunicación no solo destacaron sus contribuciones a la concepción de una arquitectura socialmente comprometida, sino también subrayaron la conexión sentimental del célebre profesional con Cuba.

Tres momentos cenitales marcaron el itinerario cubano del arquitecto: la estancia inicial en los tempranos años sesenta cuando vivió y trabajó en Baracoa; el retorno en los noventa donde impulsó un inédito programa comunitario, y la publicación de libros en los que expuso verdades sobre la realidad insular que suelen ser ignoradas o tergiversadas por los medios hegemónicos.

En 1961, poco después de la victoria de Playa Girón, Livingston llegó a Cuba con la firme idea de ponerse al servicio de un proceso de transformaciones revolucionarias que había llamado su atención por hechos como la Reforma Agraria y la democratización de la educación y la cultura.

No quiso quedarse en La Habana. Marchó a Baracoa donde por casi tres años, codo a codo con los habitantes del lugar, intervino en el levantamiento de la comunidad Turey, que dignificó las condiciones de vida de familias hasta entonces condenadas a la precariedad.

Invitado a la Tercera Conferencia Internacional de Arquitectura y Urbanismo, retornó a Cuba en 1991 y se involucró en el fomento del programa del Arquitecto de la Comunidad que lo llevó a recorrer durante parte de esa década el país de punta a cabo, bajo la premisa de que en la concepción y concreción de los espacios habitacionales resulta imprescindible el coprotagonismo de quienes van a residir.

Se trataba de una trama horizontal, participativa y democrática cuyos principios fundamentales cobran vigencia justo cuando se llevan a cabo hoy impostergables e indetenibles procesos de transformación integral comunitaria.

En una entrevista concedida a la escritora chilena Marta Hanaecker, Livingstone afirmó: «Yo no traje a Cuba ningún modelo nuevo de vivienda ni planos ni materiales ni modas. Mi aporte fue haber logrado juntar a los clientes con los arquitectos y a estos con su propia creatividad. Todo estaba allí».

«Muchas veces –precisó- se trata de cambiar de lugar lo que ya existe y esa es nuestra gran tarea. Eso hizo Fidel con el Granma (…) fueron ochenta y dos mareados que desembarcaron y que lo que hicieron fue cambiar las cosas de lugar. Personas con sueños, coraje, pensamiento creador, que fueron escuchados, interpretados y estimulados».

Desde 1959 Fidel ocupó un sitio privilegiado en la memoria y expectativas de Livingston. Pudo conocerlo personalmente y dialogar largas horas durante una madrugada con el líder de la Revolución. Nunca olvidó la circunstancia: la noche que sucedió a una penetración del mar que inundó vastas zonas del litoral habanero. Ver en acción a Fidel, atendiendo cada detalle, le confirmó la estatura moral, la vocación humanista y el extraordinario talante revolucionario de quien fue para él un paradigma.  

Fruto de aquellas experiencias escribió los libros Cuba existe, es socialista y no está en coma, publicado cuando en los años novena no pocos pensaban que los días de la Revolución estaban contados, y Cuba rebelde, donde abordó, en los albores de la actual centuria, las fuentes siempre renovadas de resistencia de un pueblo permanentemente hostigado por el imperialismo.

En el obituario firmado por la colega Silvina Friera en el diario Página 12 se leen estas palabras que sintetizan el sentido de la trayectoria vital de Livingston: «La figura del último humanista social de la arquitectura vibra con la intensidad de una rebeldía que no se apaga».

(Tomado de Granma)

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