Creado en: enero 22, 2023 a las 08:34 am.

Lope de Vega, El Fénix, en el neoclásico criollo

Lope de Vega /Imagen tomada de Internet

Hoy dedico mi trabajo a uno de los más grandes dramaturgos de todos los tiempos, el madrileño Félix Lope de Vega Carpio, (1562-1635), llamado Fénix de los ingenios, Poeta del cielo y de la tierra y -por Miguel de CervantesMonstruo de la Naturaleza. También poeta y novelista, algunos de sus contemporáneos aseguraron que escribió unas mil quinientas obras teatrales; en nuestra contemporaneidad se le reconocen, entre comedias y tragedias, unas cuatrocientas. Aunque sus epígonos lo endiosaran, es obvio que muchas se perdieran.

Se le considera con justicia fundador del teatro español. Su especial talento le permitió violar la preceptiva de la época, que establecía para el teatro guardar las unidades de acción –centrar la obra en una sola historia-, tiempo –que transcurriese en solo 24 horas- y lugar –en un solo sitio o región-. Esa rebelde actitud dio a luz obras imperecederas como Fuenteovejuna, El caballero de Olmedo, El perro del hortelano, La dama boba, El mejor alcalde, el rey y Peribáñez y el comendador de Ocaña. Estambién reconocido como el creador del estilo barroco en la escena hispana.

Entre sus discípulos y seguidores se cuentan Tirso de Molina, Luis Vélez de Guevara, Guillem de Castro, Antonio Mira de Amescua y Juan Ruiz de Alarcón, exponentes señeros de la tendencia que se llamó “la comedia nueva”.

Sufrió Lope el rechazo de los ilustrados del siglo XVIII;  en 1800, Leandro Fernández de Moratín, aupado por los defensores del casi infértil neoclasicismo, llegó al extremo de censurar más de medio centenar de las obras del Fénix, por considerarlas lesivas a la religión católica, a la educación de la moral y las costumbres, y a la rígida preceptiva literaria de la segunda mitad del s. XVIII.

A pesar de estas prohibiciones, en los primeros cincuenta años de teatro profesional en Cuba -1775-1825- se representaron unas treinta de sus obras, en su mayoría versiones, llamadas entonces refundiciones, de moda en España no solo para adaptarlas al gusto de la época, también para despojarlas de lo no recomendable a una política absolutista  que ignoraba cualquier manifestación en defensa del elemento popular.

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